Dom 28.11.2010

EL PAíS  › OPINION

Imborrable

› Por  Jorge Rivas *

Conocí personalmente a Néstor Kirchner durante la segunda parte de su gobierno. Me sorprendieron la firme convicción con la que defendía el proyecto que encabezaba, la claridad con la que describía la etapa histórica en la que le tocaba gobernar y la precisión con la que percibía los obstáculos con los que se topaba y se toparía el proyecto popular. Estaba obsesionado por conformar un sólido sujeto social y político diverso con el cual poder superar esos obstáculos. Esa obsesión lo acompañó hasta su muerte.

Podría decir que mi relación política con él fue dual, ya que tal vez por mi dogmatismo y por mis prejuicios fui opositor parlamentario al principio de su gobierno, hasta que me rendí ante la contundencia de los hechos y terminé como su vicejefe de Gabinete. En lo personal lo recuerdo como un tipo sencillo y de buen humor, y luego de sufrir mi incidente físico tuve oportunidad de conocer su afecto y su solidaridad.

Me encontraba fuera del país cuando se produjo su lamentable muerte, lo que me permitió comprobar el profundo respeto que se le tenía en el mundo, en particular en América latina, donde también se lo recuerda con mucho afecto. Y por supuesto, la movilización y el dolor popular en la Argentina nos demuestran el reconocimiento y el amor de su pueblo.

Fue un gran presidente, que sacó al país de una sus más profundas crisis y lo recondujo por un camino de progreso, además de devolverle poder decisorio a la política y sentido a la militancia. Creo que sin lugar a dudas deja una huella imborrable en la historia política argentina.

* Diputado socialista.

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