Martes, 21 de diciembre de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Luis Bruschtein
Macri denunció que no tenía sentido desarmar a la Policía Federal “y mucho menos anunciarlo”. Por ignorancia, o por oportunismo, Macri no sabe –o se hace el que no sabe–, que en la mayoría de los países civilizados, las fuerzas represivas tienen prohibido participar en este tipo de acciones con armas de fuego. No es un invento argentino, ni de Cristina Fernández o Nilda Garré. Porque, por lo general, los efectivos armados permanecen a distancia y no participan directamente en los hechos. En ese tipo de operativos funcionan como recurso de última instancia. Esa orden no es de izquierda ni de derecha porque tiene una razón técnica que las mismas fuerzas de seguridad aceptan.
Lo que es de derecha es pedir que los policías vayan armados, porque al contradecir lo que aconseja la experiencia, les pone una carga ideológica a las armas. Y lo más absurdo es que pide que la policía vaya armada al mismo tiempo que se reúne con los vecinos de Lugano que son los que vienen enfrentándose a pedradas con la policía. Supuestamente, esos vecinos que fueron a escuchar a Macri a la sede de una inútil Policía Metropolitana serían los primeros afectados.
En medio de una espiral de violencia, en vez de calmar los ánimos, las palabras de Macri en esa reunión fueron para echar más leña al fuego. Se supone que esos vecinos representan a los que vienen peleándose a pedradas con los ocupantes del Club Albariño. Tendrían que haberse escuchado palabras de mesura, pero Macri pidió armas para la policía. Tendría que haber pedido calma, pero pidió desalojo violento. El jefe de Gobierno justificó la violencia todo el tiempo delante de vecinos que no tienen la responsabilidad de un jefe de Gobierno.
El Macri de estos días es un dirigente para exaltados de derecha. El discurso que ha balbuceado ya no pretende ocupar el centro ni el centroderecha. Es un discurso abiertamente de derecha, aconsejado aparentemente por las encuestas casi diarias que lee su asesor Durán Barba. El discurso sobreactuado de la seguridad y la mano dura parecen haberse convertido en su caballito de batalla en lo que ya es su campaña presidencial. Sin embargo la experiencia demuestra que las personas actúan en caliente, pero después reculan. No existe pueblo que quiera vivir bajo violencia permanente.
Algunos dicen que este Macri es el verdadero, que se siente más cómodo con este discurso sin filtros. Habrá que ver si así es también la nueva Buenos Aires, si es que hay una nueva ciudad que acompañe los sentimientos xenófobos y la violencia. Porque una cosa es el malhumor ciudadano y otra cosa es la derecha dura como propuesta de gobierno.
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