EL PAíS › OPINION
Se vota en Salta; el favorito, su trayectoria. Una provincia fiel al peronismo, reseña de sus elecciones. Algunas cifras para pensar. El PRO puede mover el amperímetro, novedad con límites. Radicales en la neblina. Y una duda sobre el final.
› Por Mario Wainfeld
Tal parece que la tercera será la vencida y en Salta ganará el local, que es amplio favorito. Las encuestas así lo sugieren y (nobleza obliga) en Catamarca y Chubut los consultores atisbaron bien el cambio de humor ciudadano y las sorpresas en las urnas. El gobernador Juan Manuel Urtubey pinta para ser reelecto. No es el contertulio favorito de la Casa Rosada pero viste sus colores: si efectivamente triunfara, el Frente para la Victoria podría cantar tres al hilo, frente a un universo opositor destartalado.
Urtubey fantaseó, en tiempos de la Resolución 125 y algo después, con ligas mayores. Acicateado por el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández se soñó candidato presidencial. Es joven y tiene tiempo por delante, hace bien (entre tanto) en consolidarse en su terruño. Las calidades de king maker de Fernández, por lo demás, todavía están por verse.
Si se corroboran los vaticinios, el principal enigma del escrutinio será ver cómo se acomodan el diputado Alfredo Olmedo (PRO) y el peronista disidente en tránsito Walter Wayar. Salta es el primer distrito en el que PRO mueve el amperímetro, acaso en condiciones de llegar al segundo lugar con más del 20 por ciento de los votos. Wayar, que fuera vicegobernador de Juan Carlos Romero y peronista ruralista disidente, se ha venido arrimando al fueguito del kirchnerismo, que calienta más que el “federal”.
Cerca de Cristina Fernández de Kirchner calculan que los sufragios que acumulen Urtubey y Wayar expresan el potencial del apoyo a la Presidenta en octubre, una cifra sideral, superior a los dos tercios del padrón.
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Números que hablan: Salta representa el 2,4 por ciento del padrón nacional, algo más que Catamarca y Chubut sumados. Según el censo 2011, la pueblan 1.215.207 habitantes. Más del diez por ciento de ellos, alrededor de 145.000, son chicos beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH), que cubre aproximadamente 75.000 hogares. El número da cuenta de dos aspectos dignos de mención. El primero es la magnitud del nuevo derecho ciudadano, que impacta en la economía doméstica de los sectores más necesitados. El segundo es que el “modelo” deja todavía muchos sectores relegados. El “modelo”, como suele ser, tiene sus ganadores y perdedores, división que recorre incluso al universo de la clase trabajadora. La discusión de política económica ganaría calidad, piensa el cronista, si algunos opositores comprendieran que el “modelo” es superior a las alternativas en oferta, bastante superior. Y si el oficialismo reparara (en) sus límites y necesidad de correcciones o cambios.
Salta fue y sigue siendo una provincia pobre, de aquellas de probada fidelidad al peronismo a la hora de elegir.
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El otro peronismo: De las ocho elecciones a gobernador realizadas desde 1973, el peronismo ganó siete. Miguel Ragone, quien triunfó en 1973, fue el único proveniente de la izquierda justicialista. Ragone es el único ex gobernador que es detenido-desaparecido. El juicio que investiga ese delito comenzó recién en esta semana, ante el Tribunal Federal Oral de la provincia. Uno de los acusados es Luciano Benjamín Menéndez, el acumulador de condenas por crímenes de lesa humanidad.
Desde la recuperación democrática en 1983, el justicialismo perdió una sola vez el gobierno, fue en 1991 a manos del Partido Renovador, una fuerza provincial. Roberto Ulloa, fea afrenta a la democracia, consiguió así replicar a su vecino Antonio Domingo Bussi: ser gobernador durante la dictadura y revalidar ungido por veredicto popular. En 1995, el poder volvió al justicialismo, que aún prima.
La familia Romero fue hegemónica entre 1983 y 2007. El padre, Roberto, fue el primer gobernador del ciclo. El hijo, Juan Carlos, logró tres mandatos consecutivos, desde 1995 hasta 2007. Urtubey lo desplazó, entonces.
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Los Romero y los dos peronismos: “La linda”, bautizan los salteños a su provincia y a fe que tienen razón. Su capital, que concentra al 40 por ciento de la población provincial, es una ciudad única, bella y colonial. La clase dominante salteña tiene pretensiones aristocráticas y dinásticas, la segunda característica es innegable. Juan Carlos Romero, de una familia llegada en segunda camada a esa arrogante élite, es afecto a tomar té en juegos de porcelana que despertarían la envidia de la reina Victoria. Sus mucamos visten en consonancia. El ahora senador nacional es proclive a usar guantes, para limitar su roce con otros seres humanos. Alguna vez se tomó licencia en la Cámara alta para hacer viajes transatlánticos en un yate de su propiedad, acorde a tal travesía. El pueblo salteño queda lejos de esos fastos.
Salta dista de ser la única provincia fiel al PJ en la que no arraigaron los cambios más sugestivos del peronismo: modernización, industrialización, sindicalización, irrupción plebeya en la cultura, movilidad social ascendente. Son varias en el noroeste y el noreste argentinos. De ordinario muy apegadas al bipartidismo, el peronismo expresa ahí un conservadurismo popular, que acompaña cualquier vertiente nacional (la del ’45, la menemista o la kirchnerista) con escasos cambios en la estructura social y cultural. El sociólogo Ricardo Sidicaro escribió sobre Los tres peronismos. El historiador Alejandro Horowicz sobre Los cuatro peronismos. Siempre es oportuno recomendar esos libros, que aluden a distintos proyectos en variadas épocas. En este caso, el cronista apunta a distintas corrientes del peronismo, que conviven en una misma etapa.
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Un amigo impresentable: Alfredo Olmedo, el diputado de campera amarilla y sonrisa indeleble, es el paladín de PRO y el único estandarte de cierto porte de la oposición en Salta. Impresentable, discriminador y acusado de explotación de mano de obra esclava, es un problema para los grandes medios que apuestan a él sus desesperanzadas fichas. No hay voluntad de desampararlo ni de restarle cobertura, pero su modalidad, sus costumbres de campaña (que incluyen sorteos de autos VIP) dificultan instalarlo como un repúblico, un abanderado de las instituciones, el consenso, la voluntad de diálogo y la transparencia.
Olmedo, todo lo indica, hará una buena elección y será el pionero de PRO con esos desempeños. El mapa nacional sugiere que Miguel Del Sel también congregará apoyos en Santa Fe, seguramente en una dimensión menor pero de dos dígitos. El diputado Francisco de Narváez mantiene buena intención de voto en Buenos Aires.
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PROs y contras: Claro que los enclaves de Salta y Santa Fe difícilmente arrastren votos para el jefe de Gobierno Mauricio Macri en la compulsa nacional de octubre. “Mauricio” tiene cierto peso en la zona metropolitana, se diluye a medida que se aleja de sus fronteras.
Ese dato y la destartalada estructura del Peronismo Federal acicatean las dudas del jefe de Gobierno, que aún no termina de zanjar si irá por la reelección o por la presidencia.
El diputado Fernando “Pino” Solanas es otro que cavila entre la Jefatura de Gobierno y la Casa Rosada, mientras el jefe de Gobierno somete a Gabriela Michetti y Horacio Rodríguez Larreta a reality shows para competir por su sucesión. “Mauricio” y “Pino” deshojan la margarita, en sus entornos hay posturas divergentes, a menudo interesadas.
Hasta ahora, puntean el PRO y el FpV en ambos casos con cualquier candidato. Pero las profecías avezadas le otorgan menos del 60 por ciento en conjunto, lo que deja un universo interesante para explorar por otros pretendientes. Máxime si se advierte que el oficialismo local y el nacional imantan votantes pero también suscitan alto número de rechazos. He ahí un gancho para Solanas, la pérdida de enjundia en el espacio nacional funge de contrapeso.
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Después de Cobos: Con un desprecio institucional digno de subrayar, el vicepresidente Julio Cobos terminará su mandato. Su dimisión a la precandidatura fue más una confesión de impotencia que un gesto de renunciamiento. Estaba vencido de antemano, desahuciado por “la gente” que lo había elegido como Gran esperanza blanca hace menos de tres años. Los dedicó a despilfarrar un tesoro que encontró con enorme suerte.
El diputado Ricardo Alfonsín avanza lo más que le permiten las circunstancias, mostrándose como el candidato único del radicalismo. No lo será hasta que el senador Ernesto Sanz decida dar un paso al costado. Las primeras palabras y los primeros movimientos del mendocino se encaminaron en rumbo inverso. Ratificó que competirá en las primarias abiertas, salió con la ambulancia a recoger cobistas desolados (casi todos se enteraron de la decisión de su referente por los medios), especulando con hipotéticas alianzas transversales.
Sanz, piensa el cronista y le confirman un abanico de correligionarios, juega contra el afán de casi toda la dirigencia intermedia del radicalismo, que quiere tener un referente nacional para poder tejer sus armados locales. Seguramente sus reclamos le irán llegando, habrá que ver cuál es su reacción en unas semanas.
Entre tanto, varios dirigentes opositores con magra virtualidad electoral (Cobos, Sanz, el ex presidente Eduardo Duhalde, a la cabeza) fantasean sobre una remake de la remota Unión Democrática o la más cercana Alianza. La hipótesis tienta a editorialistas y columnistas afines, pero no parece tener viabilidad ni siquiera intramuros. Alfonsín (con algún titubeo), el gobernador Hermes Binner, los diputados Margarita Stolbizer, Felipe Solá, el senador Luis Juez y Solanas ya han adelantado estar de punta contra ese rejuntado sin programa ni liderazgos. La historia, empero, continuará.
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Deseos y duda: Volvamos a Salta, para ir cerrando. Un tercio del padrón se expresará a través del voto electrónico. Un sistema ingenioso prevé la emisión de una papeleta, que prevé una de las potenciales debilidades del mecanismo: la falta de recursos para chequear escrutinios dudosos.
Si el sistema funciona y se cumplen los vaticinios puede haber un conteo relativamente veloz y un ganador claro. Ojalá que los salteños acudan masivamente a las urnas y expresen sus preferencias, opinables pero antes que nada soberanas. Hasta ahora la conducta ciudadana en los comicios provinciales fue inobjetable, el manchón provino del pésimo desempeño del gobierno de Chubut, que genera una indefinición que va camino de un record Guinness.
Si todo termina en buen orden, será otra buena jornada para el oficialismo nacional y otra ocasión para que las vertientes opositoras naveguen entre “la mitad de la tabla”, la promoción o el descenso, como dirían los futboleros. Sigue faltando mucho para octubre, nada está sellado aún, el rompecabezas contrera no se recompone.
Una duda asalta al cronista, a esta altura de su ya prolongada columna. ¿Vale la pena en esta reseña electoral dedicarle un par de líneas, un espacio a la desvaída interna del Peronismo Federal? En cualquier caso, acaba de hacerse.
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