Miércoles, 20 de abril de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Oscar R. González *
Cuando se abre la discusión parlamentaria para tornar operativo el artículo 14 bis de la Constitución nacional que dispone la participación obrera en las ganancias y al ponerse en marcha el proceso que llevará a ocupar su legítimo lugar a los representantes del Estado en las compañías privadas donde hay inversión pública, conviene recordar la legendaria figura de Alfredo Palacios, de cuya muerte se cumplen 46 años.
Palacios, que defendió en la Convención Constituyente de 1957 la inclusión de aquella norma constitucional y que fue también quien arremetió antes que nadie en la Argentina contra el dogma neoliberal, estaría feliz de comprobar que, tanto tiempo después, sus concepciones se están llevando a la práctica.
Creador de la legislación obrera durante una extendida tarea que comenzó en 1904 con la Ley de Descanso Dominical y concluyó en 1964 con la de Salario Mínimo, Vital y Móvil, el primer diputado socialista de América no sólo merece ser recordado como iniciador del Nuevo Derecho, sino por haber sido precursor en la impugnación de ese neoliberalismo que, cual huevo de la serpiente, ya argumentaban los economistas reaccionarios de su época.
Utilizando su cátedra y hasta la tribuna de la Academia de Ciencias Económicas, en 1959, Palacios replicó antes que nadie las formulaciones de Ludwig von Mises, quien entonces visitaba la Argentina como propagandista del dogma privatista que iba a triunfar recién dos décadas después, de la mano de Thatcher, de Reagan y, entre nosotros, de Menem.
Al contestarle al visitante, a Von Hayek, a Milton Friedman y a toda la pandilla de Saint Pelerin, el viejo profesor no se privó de calificarlos, llamándolos “representantes de viejas doctrinas y grandes consorcios” y les dio batalla académica y política.
Así, disparó contra los basamentos conceptuales del neoliberalismo –que en ese entonces aún no osaba decir su nombre– asegurando que “la competencia no regulada de los intereses privados es contraria al verdadero orden de la sociedad” y, para mayor claridad, aseguraba que “la libertad de las sociedades capitalistas es sólo un esfuerzo para elevar al máximo el bienestar material de los propietarios”.
Hoy, medio siglo después de ese debate, todavía resuenan por su actualidad las palabras del fundador de la Unión Latinoamericana: “Cuanto menor sea la intervención del poder político en los asuntos económicos, mayor será el beneficio de unos pocos”.
* Dirigente socialista. Secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional.
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