EL PAíS › OPINIóN
› Por Mario Toer *
Los resultados de las elecciones primarias han dado lugar a un sinnúmero de análisis y especulaciones. Pero nunca va a estar de más insistir y volver a destacar que se ha abierto un tiempo muy promisorio para seguir avanzando y encarar aspectos sustantivos de lo que hoy está pendiente. El acierto del aporte a este triunfo por parte de quienes vienen conduciendo este proceso ha sido notable. Incluso la justeza de muchas medidas tácticas que podían despertar incertidumbre. Y la mayoría dio su veredicto.
La sordidez de algunos analistas, que suele replicar el diario El País de Madrid, destacan el factor “viudez” como decisivo en el resultado. En todo caso se trata de la viudez de una gran mujer, que perdió a un gran hombre y concitó el reconocimiento, la gratitud y el compromiso de un gran pueblo, o al menos de buena parte de él. Quienes vuelan muy bajo, no pueden percibir la grandeza. Y la pequeñez estuvo retratada en la singular performance de las huestes opositoras.
Empezando por la torpeza mayúscula del candidato de la UCR, quien hizo exactamente lo contrario de lo que su padre alentó. Raúl Alfonsín –a quien conocí y con quien tuve la grata experiencia de trabajar temas de opinión pública, que mucho le interesaban– aceptaba lidiar con la derecha de su propio partido, suponiendo que así, al menos, se dificultaba la reaparición de una fuerza conservadora en la escena nacional. A los de adentro trataba de contrarrestarlos, pero nunca iba a ir a buscar a la derecha afuera de su partido. Como suelo decir, Raúl era un hombre de trabajar muy intensamente y es seguro que no tuvo mucho tiempo para dedicarle a su familia.
El llamado Peronismo Federal, con todos sus esfuerzos por convocar el voto “procesista”, encontró el mismo modesto caudal, medida inclemente de sus acotados méritos. Sus socios fallidos de San Luis, al menos, ya estaban alistados en las gradas de la menudencia y se dieron el gusto de prevalecer en su terruño.
Para seguir con la nómina de perdedores, vayamos a quien resulta el paradigma de la derrota. Las huestes de Solanas, que pusieron en evidencia lo profundamente arraigado de la vocación autodestructiva. Cualquier observador desapasionado podía haber constatado la alucinante pendiente por la que se venían despeñando en los últimos meses. Pero no se trata de algunos errores tácticos o de cálculo. Quien dispara sin cesar contra quienes vienen intentando trabajosamente constituir un bloque que pueda oponerse con certidumbres a quienes ejercen la dominación, termina por agujerearse sus propios pies.
Quienes saltaron a tiempo de la nave en picada se sumaron al emprendimiento de alguien que aparece ahora como una esperanza blanca para reunir a los sobrevivientes del naufragio. Un socialdemócrata honorable que no oculta su condición, y de cuyo entorno quizá deban volver a migrar, alejándose de alguien que evidencia una enorme distancia con la verborragia de los oportunos sobrevivientes. Al saliente gobernador de Santa Fe se le ofrecen perspectivas bastante variadas: enredarse en los discursos apocalípticos de las aves de paso de esta paleoizquierda irredenta (lo que es muy poco probable); ceder al llamado de las sirenas del establishment (lo que puede suponer algunos votos, pero que conduce a una comarca sin retorno); o asumir su identidad y brindarse como un aporte honesto a los desafíos que nos esperan. De últimas, muchos de los alineamientos configurados en su provincia resultan engañosos y en buena medida también provienen de las dificultades de lo mejor del peronismo santafesino para desligarse de sus parientes del ala conservadora.
Finalmente digamos algo del divertimento que cerró el espectro de estas primarias. Me refiero a la otra paleoizquierda, la que va por todo ya, la resucitada por un pase juguetón de las propuestas del ciberespacio (y que tanto indignara a Solanas). Pero, a pesar de sus connotaciones, se trata de un voto que no está desprovisto de sabiduría. Ojalá este sector pudiera alcanzar un sitial en el Parlamento. Aunque fuese por un breve período, ya que la migración de quienes arribaran con anterioridad parece ser una ley inexorable. En cualquier caso sería algo así como un cable a tierra que pudiera nutrir de “realismo socialista” a tanto esfuerzo y preciadas aspiraciones.
De la Coalición Cívica no digo nada, porque ya fue.
Regreso a lo que más importa: como nunca en nuestra historia, se amplía y profundiza la apertura para inventar, recrear, refundar, elaborar opciones en todos los espacios. Sin necesidad de esperar ni exigir tanto a los que conducen, hoy podemos ocuparnos de ámbitos como el de la educación, que está muy lejos de ser la de Chile, pero que contiene los mismos virus mercantilistas. Proponernos gestar escuelas y universidades públicas creativas que hagan girar en el vacío de lo superfluo a la oferta privada centrada en el lucro. Aspirar a representaciones auténticas desde los lugares de trabajo que articulen y aporten al proyecto común. Pretender barrios con iniciativa que les cambien la cara a pueblos y ciudades, haciendo retroceder la marginalidad, el delito, las adicciones, ofreciendo espacios para la creatividad y el esparcimiento. En definitiva, completar el rescate de la política como arma de transformación en profundidad de nuestro suelo junto a los demás pueblos de la región. Está claro que ahora podemos.
* Profesor titular de Política Latinoamericana, Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
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