Sábado, 17 de diciembre de 2011 | Hoy
EL PAíS › PANORAMA POLíTICO
Por Luis Bruschtein
Cuando Moyano advirtió al Gobierno que la mayoría de los votos que obtuvo Cristina Kirchner provenían de los trabajadores, en realidad estaba prendiendo una luz de alerta para él mismo. Se llama tiro por la culata o escupir al cielo. Porque la base social del moyanismo en los gremios es cristinista en lo político y si el desafío que propone el jefe de la CGT es contraponer esas dos lealtades estaría llevando esa disputa a un territorio donde en estos momentos el que tiene más que perder es él mismo.
No hay ninguna diferencia entre la relación que mantenía Hugo Moyano con Néstor que la de ahora con Cristina. Allí hay una consideración machista. Desde el principio se trató de la alianza de dos fuerzas afines, pero no idénticas, un contrato de cohabitación sin casamiento a la vista, algo que puede cambiar, pero que por ahora se mantiene en ese nivel con las pujas, los tironeos y hasta las desconfianzas propias de esa situación. El peronismo hace culto de la lealtad, pero al mismo tiempo tiene un latido de desconfianza, porque es un componente inherente al poder, un barrio por el que al peronismo le gusta caminar.
El punto de contraste con respecto a esa primera alianza con Kirchner es que al principio la fuerza del entonces presidente –como en todo lo que hizo en ese primer período– fue la debilidad. Kirchner no tenía base social propia, pero tenía el Gobierno, la lapicera. Moyano tenía una interna muy fuerte en la CGT y necesitaba el respaldo del Gobierno. Entre los dos, además, había coincidencias en lo político y en la época del MTA ya habían transitado con cierta cercanía.
Esa fue la relación con Néstor: afinidad y alianza, pero tironeo permanente con discusiones y codazos. No fue un lecho de rosas.
En cambio ahora el kirchnerismo tiene base social propia y muy amplia. Moyano creció mucho también en estos ocho años. Logró la mayoría de sus reclamos y amplió los espacios del movimiento gremial. Pero en lo político, el dirigente camionero creció a la sombra del kirchnerismo. Lo que en un principio era una base social prestada si se quiere, rápidamente fue apropiada por el kirchnerismo. El acuerdo con tironeos por arriba gestó un matrimonio por abajo, en la base social.
Todos esos cambios reformularon también las relaciones de fuerza. En el discurso de Huracán, lo que hizo Moyano fue expresar su desacuerdo con la distribución de espacios que hizo el kirchnerismo a partir de su lectura de la nueva situación. Moyano juzga que la corriente que representa fue relegada y por lo tanto renunció a sus cargos en el Partido Justicialista. En forma muy indirecta lanzó sus dardos contra La Cámpora que, desde su propia lectura, habría recibido más de lo que le corresponde. Sus alusiones a la falta de “peronismo” en el PJ y a los “chicos bien” apuntaron a la agrupación juvenil que obtuvo los cargos en las listas que no le correspondían a la estructura más orgánica del justicialismo. Sin ser mayoría, ni mucho menos, la agrupación se quedó con algunos de los espacios que podría haber reclamado el gremialismo.
En esa distribución hubo otros sectores del kirchnerismo que podrían reclamar como Moyano. Casi todas esas corrientes participan en el kirchnerismo desde el principio del gobierno de Néstor, pero mantienen cierta autonomía. En cambio, la Presidenta no considera a La Cámpora como una agrupación cercana, sino como fuerza propia y quiso evitar en este período el derrame permanente de legisladores de su bloque por lealtades a otros dirigentes o a gobernadores. En estos ocho años, el Frente para la Victoria ha sido la fuerza que tuvo más deserciones de diputados y senadores. En la mayoría de los casos esas fracturas obedecían a alianzas muy volátiles en la interna del PJ, donde el kirchnerismo era muy débil al principio.
Esta vez, la Presidenta abrió los espacios a cada caudillo territorial, asignó algunos a sus aliados del kirchnerismo, incluyendo al moyanismo y otros movimientos sociales, y ocupó los lugares que quedaban con jóvenes de La Cámpora. Además de Moyano, ese armado hizo ruido en Córdoba y La Pampa, pero finalmente todos aceptaron el nuevo esquema.
Tras la crisis del 2001-2002 el peronismo quedó reducido a una liga de caudillos provinciales con una unión inestable. El kirchnerismo heredó esa situación que le provocó una gran sangría parlamentaria. Si bien la mayoría de los legisladores que se cambiaron de bando provenían del duhaldismo o mantenían lealtades con gobernadores que se relacionan a regañadientes con la Casa Rosada, lo cierto es que también en el seno del kirchnerismo se produjo el éxodo de por lo menos tres diputados: los dos de Libres del Sur y Miguel Bona-sso, que pasaron a votar con la oposición.
Para ser justos, la mayoría de las otras fuerzas que confluyen en el kirchnerismo, incluyendo al moyanismo, mantuvieron su voto con el Gobierno. Sin embargo, la primera secuela del discurso de Moyano esta semana fue la negativa a apoyar con su voto al proyecto de nuevo estatuto del peón rural por parte de los tres diputados del gremialismo. Se podría pensar que si hubiera habido más diputados de ese sector habrían votado a favor porque estarían conformes. O todo lo contrario: que hubieran sido más los votos en contra.
El problema menor es cuando algún diputado vota en contra de proyectos de su propio bloque. Es algo que sucede normalmente. El problema es cuando un grupo de diputados que llegaron a sus bancas, en este caso con el oficialismo, pasan a votar en contra de todas las propuestas de la fuerza que los llevó a ese lugar.
El otro eje del discurso de Moyano fueron las obras sociales. El jefe de la CGT mencionó una deuda astronómica del Estado por el pago de tratamientos especiales. Dijo que las obras sociales están cerca de la quiebra y advirtió que en ese momento la ruptura será irreversible.
El discurso del kirchnerismo ha sido el de la construcción de un sistema de salud con tres patas: las obras sociales, la salud pública y la salud privada. A diferencia de otras, ésta es un área donde se ha hecho poco desde que Ginés García fue reemplazado primero por Graciela Ocaña y después por Juan Manzur. Sin embargo, las obras sociales no solamente crecieron acompañando la economía, sino que fueron respaldadas por una política muy clara tanto con legislación como con desembolsos periódicos del Ejecutivo.
De todos modos, es cierto que se han espaciado esos aportes para tratamientos especiales porque se convirtieron en el epicentro de las denuncias por corrupción, pero no hubo ninguna definición oficial, ni señales que hagan suponer que serán suspendidos ni que se permitirá la quiebra de ninguna obra social. Los mismos gremios deberían preocuparse por generar mecanismos transparentes para la inversión de estas grandes sumas, y salir de esa manera del centro de sospechas y denuncias.
Se ha destacado siempre la importancia del rol solidario de las obras sociales frente a las prepagas. Y la mayoría de las denuncias contra las obras sociales, amplificadas y repetidas en forma permanente por los grandes medios, ha buscado favorecer el comercio de las prepagas a través del desprestigio de sus competidoras, presentándolas como la caja de los gremios. Las denuncias forman parte de esa estrategia, por eso los gremios deberían diseñar formas de control muy severas para neutralizar los principales argumentos de esas campañas.
Algunos creyeron ver en esta parte del discurso en Huracán la verdadera razón del enojo de Moyano. Pero la única discusión real ni siquiera es si se va a pagar o no una deuda, sino por su cantidad. Mucho menos está en duda la existencia de las obras sociales, cuya importancia es reconocida en todos los discursos oficiales. Lo que está planteando en este punto Moyano es que se acabe la megacausa de los medicamentos truchos y sus secuelas, entre ellas el descongelamiento de esos aportes para prestaciones especiales.
La obra social de los camioneros también está bajo la lupa de la Justicia en causas que investigan los jueces Norberto Oyarbide y Claudio Bonadío, lo que dispara la desconfianza de Moyano para responsabilizar al Gobierno. Pero el Gobierno a su vez ha debido afrontar otras denuncias en su contra, lo que demuestra que no tiene control sobre la Justicia, que ha sido utilizada incluso por la oposición para frenar leyes aprobadas por el Congreso.
Una lectura más o menos razonable de las palabras de Moyano pueden ofrecer estas conclusiones, que se mantendrán de todos modos en el plano de la especulación hasta ver cuáles serán los próximos pasos del gremialista. Por ahora, ha recibido ofertas de alianzas de sectores tan disímiles como el líder de la fracción antikirchnerista de la CTA, Pablo Michelli, y el jefe de la antikirchnerista CGT Azul y Blanco, Luis Barrionuevo.
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