EL PAíS › OPINION
› Por Martín Granovsky
Venezuela será miembro pleno del Mercosur el 31 de julio y Paraguay quedó suspendido del bloque hasta las elecciones de abril próximo. Las dos noticias quedaron ligadas porque el Senado paraguayo era el responsable de poner bolilla negra a la incorporación de Venezuela, pero el protocolo entre el Mercosur y Caracas fue firmado en 2006. Incluso el presidente paraguayo no era el centroizquierdista Fernando Lugo sino Nicanor Duarte Frutos, un colorado del ala que no tiene vínculos con los herederos del régimen dictatorial que encabezó entre 1954 y 1989 Alfredo Stroessner.
Con Venezuela y Paraguay de eje, sobre todo desde el viernes 22 de junio en que Lugo fue destituido, quedan algunos apuntes sueltos que pueden hilvanarse como sigue:
1 En términos comerciales, la incorporación de Venezuela no solo abre posibilidades sino que oficializa una situación existente. En 2003, cuando asumieron la presidencia primero Luiz Inácio Lula da Silva y luego Néstor Kirchner, Venezuela importaba de países del Mercosur productos por 916 millones de dólares. En 2010 lo hacía por 5891 millones de dólares, 1240 de ellos de la Argentina. También aumentaron las exportaciones: de 278 millones de dólares a 1562 millones en 2010. O sea que el volumen total de comercio pasó entonces en esos siete años de 1194 a 7453 millones de dólares. Aumentó en más de seis veces.
2 La venezolana Pdvsa y la brasileña Petrobras, asociadas, podrían convertirse en la primera empresa petrolera del mundo. Una YPF reconstruida, aun en otra escala, podría ser parte de ese conglomerado gigante.
3 Venezuela pertenece a la Corporación Andina de Naciones. El Mercosur se enriquece con un socio abierto hacia otro bloque que no es incompatible, como sucede con Brasil y su pertenencia al grupo negociador multilateral de los Brics junto con Rusia, India, China y Sudáfrica.
4 Brasil y Venezuela son países limítrofes que ya desarrollan cuatro proyectos importantes de integración física: la carretera que comunicará a la ciudad amazónica de Manaos con Venezuela, la interconexión ferroviaria del sudeste de Venezuela al norte de Brasil y la interconexión eléctrica entre la empresa venezolana del Gurí y Manaos, que además es zona franca y centro industrial.
5 Más allá de la molestia que sintieron los gobiernos de la Argentina y Brasil por la ocasión utilizada por Samuel Pinheiro Guimaraes para renunciar a su cargo de Alto Representante del Mercosur –la cumbre dedicada por fuerza al caso paraguayo–, en el documento que escribió figura un argumento como para poner en la discusión pública: “A pesar de su importancia política, la Unión Suramericana de Naciones no puede ser la piedra fundamental para la construcción de un bloque económico de América del Sur”. También recomendó la incorporación de Venezuela y la adhesión gradual de Ecuador, Bolivia, Surinam y Guyana. Perú y Colombia tienen firmados tratados de libre comercio con terceros países. En un mundo cada vez más multipolar, el fortalecimiento de un bloque económico propio debería apoyarse en el desarrollo de infraestructura común y en la industrialización. Ambas contrapesarían el hecho, negativo, de que “las facilidades de importaciones y la gran demanda de productos agrícolas y minerales quita estímulos a nuevos emprendimientos en la industria y a la atracción de mayores inversiones en los sectores minero y agropecuario”.
6 El gobierno paraguayo fue suspendido del Mercosur hasta las elecciones de abril próximo. No expulsado ni bloqueado, dos alternativas que en verdad ni siquiera se barajaron a nivel de gobiernos. El ex presidente Fernando Lugo apunta ahora a aprovechar la suspensión para ganar un margen de maniobra mayor en su plan de reconstruir o edificar fuerza propia que le permita afrontar las elecciones quizá como candidato a senador en tándem con un candidato a presidente que podría ser el ex periodista Mario Ferreiro.
7 Mientras Paraguay afronta su futuro, es interesante leer el comienzo de un artículo de Alfredo Boccia Paz (uno de los médicos que trató a Lugo, historiador, periodista) en el diario Ultima Hora de Asunción: “La crisis actual ha dividido de manera profunda a la sociedad paraguaya. Solo en las décadas del treinta o el cuarenta del siglo pasado hubo conflictos políticos con un sesgo ideológico tan marcado. Fue la resolución dramática de una extraña singularidad nacional: un presidente que se decía socialista, al frente de un país con una matriz social y política extremadamente conservadora. (...) A la coalición conservadora se sumaron poderosas fuerzas externas, como los gremios empresariales, la jerarquía católica y buena parte de la prensa comercial. Esto contrasta con una realidad soterrada: la enorme desigualdad social que puede llevar a una espiral de violencia en el campo. Recuerde que fue en Curuguaty donde detonó la conmoción pública que aprovecharon los oportunistas políticos para cargarse al gobierno de Lugo”.
8 Otro apunte para la historia reciente es que Lugo no modificó el régimen agrario. Según la especialista Lorena Soler, del Conicet, los pequeños y medianos campesinos no fueron regularizados, el 3 por ciento de los propietarios de tierras siguieron teniendo el 80 por ciento de la superficie cultivable y las exportaciones de soja sólo aportan fiscalmente el 0,1 por ciento del Producto Bruto Interno.
9 Al mismo tiempo, Lugo no fue un mal gestor. Según datos de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) que procesó el periodista brasileño Paulo Daniel, “en 2007, cuando el Partido Colorado comandaba la política y la economía de Paraguay, las inversiones líquidas internacionales llegaron a 199 millones de dólares”. Ya con Lugo, saltaron a 225 millones en 2009, 389 en 2010 y 566 en 2011. De 2010 a 2011 los salarios aumentaron un 8,7 por ciento y el salario mínimo en 2,7, hasta alcanzar los 330 dólares. La inflación se redujo de un 7,2 por ciento en 2010 a un 4,9 en 2011. Aumentó el superávit de las cuentas del Estado, las exportaciones crecieron un 23,1 por ciento, las importaciones 21,5 y el déficit de cuenta corriente cayó un 2,1 por ciento del PBI.
10 Para Daniel, como para Boccia, el problema era que “la mayoría de los diputados son propietarios de latifundios” y percibió que se le podía complicar el futuro por el solo hecho de que Lugo hablara de la reforma agraria.
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