EL PAíS › A DOS AñOS DE LA MUERTE DEL EX PRESIDENTE
Por Alejandro Demichelis *
Hace dos años, centenares de miles despedíamos a este gran hombre, sencillo y desacartonado, gran compañero, gran presidente.
Llegó y en su primera intervención dejó perplejos a millones de argentinos que lo escuchábamos en la Plaza del Congreso, en los bares, en las casas: “Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé a las luchas políticas, creyendo en valores y convicciones que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”.
Sus palabras acompañaron sus políticas de gobierno: renovación de la Corte Suprema, derogación de las leyes de obediencia debida y punto final, juicio a los genocidas, generación de trabajo, nueva Ley Nacional de Educación y más inversión en educación, fortalecimiento de la relación con los países de América latina, freno al intento de implementar el ALCA, valoración de la juventud como motor de las transformaciones... los hechos fueron centenares...
El, que se proclamó hijo de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, expresó estas palabras que nos conmovieron: “Como presidente de Argentina, vengo a pedir perdón en nombre del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia tantas atrocidades”, palabras que vinieron a refundar la democracia argentina.
Aquel 27 de octubre de 2010 nos dolió al alma, el corazón, la cabeza... se iba un presidente que por primera vez desde 1983 había puesto la política en su justo lugar: siendo él quien definía los destinos de la economía, quien ejercía el mando de comandante en jefe, quien decidía la política exterior, quien no se subordinó a los grupos económicos, mediáticos y de poder.
Estos días, el sentimiento es de profunda alegría y agradecimiento. Alegría por todo lo que sembró, agradecimiento por habernos devuelto la esperanza a un pueblo castigado, sufrido, diezmado.
“Vengo a proponerles un sueño: quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero, además, quiero un país más justo. Anhelo que por estos caminos se levante a la faz de la Tierra una nueva y gloriosa Nación: la nuestra.”
Estos días festejamos en las plazas del país a este hombre, a este compañero, a este presidente que se quedó para siempre con nosotros.
* Secretario de Prensa de la Confederación de Trabajadores de la Educación Argentina (Ctera).
Por Oscar González *
Hace dos años, mientras miles de personas llegaban a la Casa Rosada para expresar su dolor y rendir tributo a la memoria de un hombre excepcional, un lúcido testigo y protagonista privilegiado de las transformaciones experimentadas por nuestro país en la ultima década decía que Néstor Kirchner les había devuelto la autoestima a los argentinos. Era el entonces presidente Lula da Silva, que había compartido con él una etapa inédita para la región, caracterizada por la emergencia de gobiernos progresistas en casi todos los países y por la materialización de la tantas veces proclamada integración latinoamericana.
La conmoción provocada por la repentina desaparición de Kirchner hizo que millones de argentinos valoraran en su verdadera dimensión la importancia de este hombre llano, abierto, valiente y convencido, que renegaba de la grandilocuencia y la solemnidad, pero que con sus acciones dejó marcas indelebles en la historia nacional.
Néstor Kirchner fue el presidente justo en el momento preciso. Para una Argentina diezmada por la aventura neoliberal, quebrada por una lacerante fractura social y abrumada por la impotencia o la complicidad de sus gobernantes con los poderes concentrados, esa recreación de la autoestima estaba necesariamente asociada a la posibilidad de construir un futuro en común, contradiciendo de ese modo el “sálvese quien pueda” heredado de la década anterior.
Esa posibilidad, como lo advirtió y reafirmó rápidamente Kirchner, iba de la mano de la recuperación de la política como herramienta de transformación, como ámbito de debate y decisión, como instancia donde el interés general prevalece sobre el privilegio sectorial. La famosa transgresión que caracterizó su actitud no fue mera iracundia sino serena indignación frente a la injusticia, y por ello desde 2003 pasó al olvido aquel mandato neoliberal que asignaba a la política el papel de mera facilitadora y garante del fundamentalismo de mercado.
Como encarnación de esa desobediencia, con decisiones inesperadas que sorprendieron a propios y extraños, Kirchner fue cimentando la nueva etapa institucional argentina, signada por una creciente participación social y política, que fue el inicio de un largo itinerario de reformas irreversibles y ampliación de derechos que continúan desplegándose hoy en las iniciativas de Cristina Fernández.
La autoestima de que hablaba Lula no era vanidad ni arrogancia. Era confianza en las capacidades y la propia fuerza. Era, y es, la convicción de que es posible avanzar, construir un destino y crecer como sociedad y como país. Es, finalmente, la decisión de animarse a encarnar un sueño colectivo, rechazando el mandato del poder que prescribe sólo la resignación. Ese es el gran legado de Néstor Kirchner.
* Dirigente de la Confederación Socialista Argentina. Secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional.
Por Fernando “Chino” Navarro *
En la Plaza saltó las vallas y destruyó el protocolo. En la Plaza se lastimó la cabeza y siguió estrechándose con la gente, plantado sobre sus mocasines. Néstor era de las plazas, de las calles, de los barrios, de los lugares que habita día a día el pueblo. Así lo recuerdan los vecinos lomenses de La Loma y El Faro cuando caminó junto a ellos desde el jardín de infantes hasta la Plaza de la Paz. Los miles de testimonios que recibimos para su película corroboran que él, como señaló Alejandro Dolina, “se atrevió a recorrer el camino que nadie se atrevía a transitar, y que parecían alejarse de la concurridas avenidas centrales que recomendaban los poderosos del mundo global, y se metió entonces por unas callecitas ya olvidadas, cuyos nombres sólo se pronunciaban en foros estudiantiles, o en las reuniones de obreros soñadores, y en rincones que siempre estaban alejados del poder político”. Se metió por esas callecitas en cada decisión que tomó y en cada paso que dio.
Era de las plazas y de las calles en las buenas y en la adversidad.
El 14 de junio de 2008, Néstor Kirchner estuvo en la Plaza junto a las argentinas y argentinos que nos movilizamos para defender al gobierno de Cristina. El 28 de junio de 2009, luego de la derrota electoral, Néstor vino a debatir a Parque Lezama a un plenario abierto convocado por Carta Abierta. Recuerdo que aquella vez ingresó caminando en medio de aplausos, se quedó en el medio del anfiteatro aplaudiendo con nosotros y así estuvimos, un larguísimo minuto, aplaudiendo sin parar, quizá tomando conciencia de que nos disponíamos a remontar una cuesta que nos querían dibujar como infranqueable.
Los hogares, las calles y las plazas fueron testigos del amor de su pueblo aquel día de censo nacional en que amanecimos con la noticia de su muerte. Aunque no terminamos de sobreponernos a la pérdida, seguimos adelante liderados por Cristina, construimos una victoria electoral inolvidable y, en medio de una crisis mundial sin precedentes, seguimos sosteniendo esta nueva patria y enfrentando los obstáculos que día a día nos ponen las minorías que no quieren desprenderse de sus privilegios.
El linchamiento mediático sigue, con más desparpajo, mintiendo sin rubor, procurando horadar cada día el consenso del gobierno, apostando a cada instante a su derrota.
Creían que una victoria de Capriles sería la llave que abriría la puerta a un retroceso del renacimiento de Sudamérica, como alguna vez lo fue el golpe a Salvador Allende en Chile. Pero el pueblo venezolano les dijo no, por el mismo porcentaje que obtuvo Cristina Kirchner en nuestra patria.
Sabemos que son muy poderosos. Sabemos que tienen mucho para perder. Sabemos que harán lo imposible para defender sus intereses. Si en el pasado desaparecieron, mataron, robaron, mintieron, enajenaron el patrimonio nacional, ¿qué nos puede asombrar de lo que sean capaces ahora para terminar con este proyecto?
Por eso, el mejor homenaje que le podemos brindar a Néstor Kirchner es ganar las plazas y las calles de todas las ciudades y pueblos de nuestra patria. En las plazas donde juegan los pibes, matean nuestras familias y ensayan o actúan nuestros artistas. En las calles que se llenan de gente que sale a pasear, a hacer las compras, a trabajar o a hacer lo que quedó pendiente de la semana. Allí, Néstor tiene que estar desde nosotros, que tenemos el desafío de construir el Néstor colectivo.
No es una tarea que nadie deba acaparar: allí debemos estar las mil flores, unidos y organizados, demostrando que los jóvenes, los trabajadores, las mujeres, los jubilados, los estudiantes y todos aquellos que luchan por más y mejores derechos nos sentimos expresados por este proyecto.
Nos encontraremos desde el compromiso militante y la alegría en cada rincón de nuestra Nación, demostrando que estamos de pie y preparándonos para demostrar, cuando sea necesario, que hay una multitud dispuesta a dejar en claro que no queremos volver al pasado, que no hay poder ni privilegio que nos aparte del desafío de ir por más. Será la mejor manera de reafirmar que somos consecuentes con la enseñanza y el legado de Néstor Kirchner.
* Diputado provincial por el Frente para la Victoria.
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