Mié 28.05.2003

EL PAíS  › LA IMPRESIONANTE DESPEDIDA DE ALFREDO BRAVO

Al maestro, con mucho cariño

“Nos va a seguir queriendo y a seguir retando”, dijo Elisa Carrió. “Luchador contra cansancios”, lo llamó Laura Bonaparte. Aníbal Ibarra lo recordó “íntegro, protestón y cascarrabias”. Un acto multitudinario.

› Por Martín Granovsky

A un gorila como él, la comparación no le hubiera gustado. Pero sí quién la dijo. “¿Sabe?”, preguntó el hombre. “El velatorio de Perón en el Congreso fue impresionante y no se puede comparar con nada, pero después de ése, el de hoy es el más grande que yo recuerdo.” La frase pertenece a un viejo empleado del Parlamento, que ayer parecía tan triste como los mozos del Congreso y las miles de personas que durante dos días despidieron a Alfredo Bravo en el Salón de los Pasos Perdidos.
Todo el lunes, el día que Bravo murió, el desfile fue interminable. Y ayer la gente siguió entrando y saliendo, hasta que en el momento de los discursos se quedó y llegó a cubrir las escalinatas que dan sobre Rivadavia y buena parte de la calle.
Bravo fue funcionario de Raúl Alfonsín. Renunció por la ley de Obediencia Debida. Eran muy amigos. En su discurso, Alfonsín recordó que él mismo denunció el secuestro de Bravo a manos de la dictadura, y que cuando Bravo recuperó la libertad fue primero a la casa del líder radical antes de ir a la suya. Contó que con Bravo compartían asados y “charlas interminables”. Que discutían “para pelearse y volver a amigarse cada vez que se encontraban”.
“Estaba tan convencido de lo que creía que caía en la intolerancia, porque no soportaba la autonomía de los otros, pero igual siempre lograba el apoyo de todos y el acuerdo”, dijo Alfonsín, que remató con una despedida conmovedora: “Estoy seguro de que pronto nos vamos a volver a encontrar para compartir un asado juntos”.
En nombre de la bancada del Partido Justicialista habló el antiguo ferroviario Lorenzo Pepe. “Parafraseando a Balbín, este viejo adversario despide a un amigo”, dijo con la misma frase de Ricardo Balbín en el entierro de Juan Perón.
Laura Bonaparte, de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, leyó un texto que se dirigía al “querido compañero socialista, compañero maestro, compañero maestro de la educación laica y gratuita, compañero socialista, senador nacional por elección del pueblo, compañero defensor de los derechos humanos, compañero articulador de diferencias”. Y seguía: “Te elegimos y te nombramos senador nacional, compañero defensor de los derechos de la mujer, compañero luchador contra cansancios, vientos y mareas, compañero doblegador de torturas y torturadores, compañero de ideales llevados a la práctica”.
Bravo murió como diputado, después de pelear en la Justicia desde el 2001 la banca de senador nacional con Gustavo Beliz. La decisión definitiva podría conocerse mañana. Ayer el ex juez Juan Ramos Padilla, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, se quejó de que La Nación no quiso poner “senador electo” en las necrológicas.
“Bravo decía la verdad frontalmente, y no le importaba cómo cayese esa verdad”, dijo Ramos Padilla.
Horacio Ravenna, de la APDH, hizo mezclar risas con lágrimas cuando recordó que “los tacheros le gritaban fuerza, profesor, y él replicaba: maestro, maestro de grado”. Ravenna dibujó la imagen de Bravo “con su Taunus amarillo modelo ‘81, su único traje o su guayabera y la carterita siempre en la mano izquierda, con los documentos y los anteojos”.
Hugo Yasky, secretario adjunto de la Confederación de Trabajadores de la Educación, habló de la fundación de la CTERA, el 11 de septiembre de 1973, “el golpe contra Allende en Chile, el Día del Maestro acá”. Estuvieron juntos. “Y después, como diputado desde 1991, Alfredo no se equivocó nunca en ninguna votación; votó siempre bien cuando se trataba de la escuela pública y de los trabajadores.”
Bravo tuvo una discusión dura con Elisa Carrió después de que ambos arrancaron con el ARI y terminaron en distintas fórmulas para Presidente. Carrió tuvo un recuerdo familiar, cercano. Y, como Ravenna, arrancó sonrisas cuando contó que un día, en medio del proceso al juez Francisco Trovato, llegaron a un estudio y Bravo empezó a contar a la primera que encontró, mientras esperaban a otra, qué pruebas tenían. “Yo lo pateaba, pero él seguía hablando. Después, al salir, le dije por qué lo pateaba y nos reímos mucho. Eramos el Superagente 86 y Noventa y nueve.” Carrió dijo, con suavidad: “Alfredo está colgado de una estrella. Y nos va a seguir queriendo, y nos va a seguir retando”.
“Es la primera vez que públicamente vengo a despedir a un amigo”, dijo el jefe de Gobierno Aníbal Ibarra. Definió así a Bravo: “Coherente, íntegro, inflexible, protestón, cascarrabias, insobornable, defensor de los derechos humanos, honesto, riverplatense”.
Susana Rinaldi, que podría ser la senadora por la Capital, lo llamó “profesor de tantas conductas de vida” y dijo: “Quizás seas el último rebelde que nos queda”.
“Es al único al que la peor broma la estaba permitida”, dijo Jorge Rivas, del bloque socialista de diputados, y lo describió como “un tipo que no conocía de matices, lo cual era su mayor defecto y su mayor virtud, pero esa falta de grises hacía que Alfredo luchara siempre contra quien había que estar luchando”.
Rubén Giustiniani, secretario general del Partido Socialista, rindió homenaje a Bravo por la unidad del PS, después de 44 años. Lo ubicó “entre nuestras grandes figuras”. Nombró a Juan B. Justo (fundador del PS), a Alfredo Palacios (primer diputado socialista de América), a Alicia Moreau de Justo y a Guillermo Estévez Boero, el líder del socialismo popular muerto hace poco.
Cuando los amigos, los militantes socialistas y uno de sus hijos, Daniel Bravo, bajaban el ataúd por la escalinata del Congreso, un grupo cantó a los gritos, llorando, La Internacional. “Me gustan estos chicos”, dijo una socialista más veterana que ellos. Después, el ataúd quedó bajo un tapiz de claveles rojos.

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