EL PAíS › CASI DOS TERCIOS DE LOS ARGENTINOS TIENEN BUENA O MUY BUENA IMAGEN DE HUGO CHAVEZ
Apenas un 26,7 por ciento opina mal o muy mal del ex presidente venezolano y muy pocos lo califican de dictador. La gran mayoría también cree que Venezuela elegirá continuar con su modelo.
› Por Raúl Kollmann
Un 63,4 por ciento de los argentinos tiene una opinión buena o muy buena del fallecido Hugo Chávez, mientras que apenas un 26,7 opina mal o muy mal. Muy pocos ciudadanos lo califican de dictador –como lo presenta parte de la derecha política– y son muchos más lo que lo ubican como un líder que peleó por una Latinoamérica más justa. Hay una mayoría nítida que considera que Venezuela seguirá por el mismo camino y no cambiará de modelo.
Las conclusiones surgen de una encuesta realizada por la consultora Ibarómetro, que conduce Doris Capurro, aunque este estudio fue dirigido por el sociólogo Ignacio Ramírez. En total fueron entrevistadas mil personas de todo el país a través de un relevamiento telefónico, respetándose las proporciones por edad, sexo y nivel económico-social.
“El amplio reconocimiento a la figura de Chávez que surge de la encuesta podría ser interpretado como un subproducto piadoso de su muerte, por aquello de que ‘la muerte purifica’ –analiza Ignacio Ramírez–. Se trata, sin embargo, de un razonamiento falso o de una interpretación equivocada. No es la muerte en sí la que produce el impacto, sino lo generado en torno del fallecimiento, es decir: el impacto social y colectivo de su muerte. Al igual que lo ocurrido con Néstor Kirchner, el despliegue de cariño popular y juvenil produce la crisis de una serie de percepciones y estereotipos que estructuraban la imagen que muchas personas tenían de Chávez y que no se ajusta a semejante demostración de afecto. Es decir, se produce lo que en opinión pública conocemos como disonancia cognitiva, cuando una representación muy arraigada que tenemos sobre algún tema es desafiada por lo que vemos y sentimos a nuestro alrededor: ¿cómo es posible que un dictador inspire semejante respaldo? ¿Cómo puede ser que haya jóvenes y humildes de Venezuela y otros países que lloren a un presidente, a un dirigente político? Por ello, este tipo de episodios alienta procesos de revisión colectiva muy profundos.”
“Uno de los datos más revelantes que surgen reside en la inclinación por la continuidad del modelo –agrega el director del estudio–. Sobre este aspecto, el chavismo y muchos de los procesos políticos que transitan la región no pueden ser definidos como una suma de políticas públicas, un conjunto de funcionarios o una sucesión de administraciones. Son más que la suma de las partes; allí reside la principal fortaleza política del chavismo y del kirchnerismo, para trazar una coincidencia. El modelo consiste en un conjunto de valores y convicciones que la mayoría de la sociedad comparte e identifica con el ciclo político que decide acompañar. Entre otros rasgos, cabe resaltar: intervención del Estado, justicia social, integración latinoamericana. Por estas razones, procesos como el chavismo, más que suscitar una imagen positiva, generan una adhesión, una identificación en vastos sectores de la sociedad.”
Hay algo de asombro en la situación, dice Ramírez: “Ningún libro de ciencias políticas de fines del siglo XX contenía la posibilidad de que en el siglo XXI amplios sectores de una sociedad pudieran llorar a un presidente ni que segmentos tan importantes de la juventud exhiban una vitalidad tan politizada. Si tuviera que actualizar su conocida tesis, probablemente hoy Fukuyama diría que la historia ha resucitado”.
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