› Por Fernando Cibeira
El escritor y periodista inglés John Carlin se hizo conocido en el mundo gracias al libro en el que narro cómo Nelson Mandela buscó unir Sudáfrica a partir de su selección de rugby. Luego de eso, Carlin continuó escribiendo artículos en los que intenta llegar a definiciones políticas o sociológicas a partir de cuestiones relativas al deporte, jamás de manera tan acertada como con aquella historia de Mandela y el mundial de rugby que luego popularizó la película Invictus.
Locos del fútbol, los argentinos solemos ser objeto de sus columnas. A Diego Maradona, por ejemplo, le dedicó más de una, siempre en el mismo tono despectivo y liviano, pero generoso en adjetivos desparramados por aquí y por allá. Todo le viene bien al diario El País, donde escribe, siempre dispuesto a la crítica a los gobiernos progresistas y de izquierda de la región, a los que detesta.
En su último artículo, “El fútbol versus la estupidez”, Carlin utilizó la nueva proeza del Barcelona de Lionel Messi al vapulear al Milan para desvirtuar el reclamo argentino por las islas Malvinas luego del referéndum de los kelpers. Carlin no pareció tomarse mucho trabajo en el asunto y la combinación de las dos ideas nunca termina de cuajar, pero, bueno, es algo que a veces pasa. Más irritante es que no se explique por qué es “estúpido”, y también “idiota”, el reclamo argentino. Convengamos en que en esta breve y finita vida todo puede ser estúpido desde algún punto de vista, pero se debería fundamentarlo.
En un momento dice que “a Francia nunca se le ocurrirá reclamar Inglaterra” junto a otros ejemplos por el estilo. La cuestión es que Francia queda en Francia, Inglaterra queda en Inglaterra y las islas Malvinas quedan en territorio argentino. No es necesario, como sostiene, que nos laven el cerebro desde chiquitos diciéndonos que “las Malvinas son argentinas” porque nos alcanza con agarrar un mapa y ver dónde queda el 10th de Downing Street y dónde la plataforma continental argentina para llegar a esta conclusión por nosotros mismos.
En todo el artículo de Carlin subyace la idea de “nosotros tenemos más aguante y te la tenés que bancar”. Lo cual es interesante porque hace a los códigos futboleros, pero no justamente a los de honestidad y nobleza que enaltece en Messi, sino más bien al de los hooligans, los barrabravas ingleses que popularizaron la violencia en los estadios a escala global. La prepotencia del más fuerte que pretende el terror y la sumisión del más débil, algo que Inglaterra ha sabido explotar a lo largo de su extensa historia de potencia colonial.
Ante eso, Argentina ha resuelto responder con un persistente y pacífico reclamo de diálogo en cuanta ocasión se le presente, hasta, si se da, en una reunión de la Presidenta con el Papa. Así, de manera paulatina, ha venido consiguiendo el apoyo de buena parte de los países del planeta, especialmente entre nuestros compañeros de ruta, los de la región y los en vías de desarrollo. Puede que a ojos de quienes se mueven con la filosofía de los hechos consumados suene estúpido e idiota, pero es lo que sabemos hacer, así como Messi sabe hacer goles.
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