Dom 22.06.2003

EL PAíS  › OPINION
EL VIAJE DEL TITULAR DEL FMI TRAS OTRA SEMANA PROPICIA PARA EL GOBIERNO

Koehler viene a Argentina año verde

El estilo presidencial, visto por los suyos. Sus logros actuales y algunos riesgos virtuales. La reforma antievasión y el contexto de la inminente discusión con el FMI. Nazareno, en preembarque y otros remojando barbas. El PAMI, el problema empieza ahora. Santiago del Estero, un posible “caso piloto”. Y un sueco que la pasa bomba.

› Por Mario Wainfeld

“El Presidente es como un gerente general. Está encima de todos los temas, pide información sobre cada una de las decisiones, controla todo.”
u “Me reclama las posibles medidas a adoptar sobre alguna cuestión concreta, las escucha y siempre, siempre, elige la más dura. Me corre siempre por izquierda. Estuve en varios gobiernos, jamás viví algo así.”
u “Le expuse las tres posibles formas de encarar un conflicto. Decidió. Le pregunté ‘¿qué hago, instalo la medida, convoco a los protagonistas para irlos empapando de su contenido?’. Me indicó que la anunciara, sin trámite previo.”
u “La única ocasión en que puedo ver a otros dos ministros o más es en los viajes. El resto, son todas charlas radiales con Kirchner.”
u “Duhalde me llamaba quince veces por día, por cosas importantes o pequeñas. Kirchner me habla dos o tres, máximo, pero las reuniones cara a cara son más frecuentes que con el anterior presidente. Y son muy operativas.”
Las frases antecedentes corresponden a variados integrantes del gabinete, que no compartieron anteriores experiencias de gobierno con el Presidente. Para éste ha de ser halagüeño el cuadro que pintan las palabras de sus hombres: un gobernante decidido (y decisionista), dispuesto a imprimir un rumbo preciso a su gestión. Un concentrador del poder y la información, receloso de las filtraciones y hasta de las discusiones.
Su agenda completa el retrato: Néstor Kirchner persiste en su voluntad de no remedar el estilo promiscuo del menemismo y aun de la Alianza con quienes los dueños del poder económico eran cohabitantes de la Casa Rosada y adyacencias. Por eso se ha esmerado en evitar encuentros con empresarios y otros representantes del establishment. Un criterio que ha generado oleadas de bronca, lindante con los celos, en los integrantes del sector y sus corifeos periodísticos. Los diarios de la city rezuman veneno porque sus representados están lejos del centro de decisión política y este extrañamiento explica (determina) parte del macartismo rayano en la bajeza que pulula en sus páginas. Una parte. Porque, también, el macartismo alude a que la derecha económica argentina es, más allá o acá de sus relaciones con el Gobierno, autoritaria, nostálgica de las dictaduras y (cuando los celos enardecen a Otelo) hasta del terrorismo de Estado.
Pero volvamos al núcleo. Varios riesgos virtuales anidan en el estilo presidencial, si éste se instala como matriz definitiva para los cuatro años y cinco meses que le quedan por delante: una centralidad excesiva, dificultades de delegación, falta de figuras que “hagan política” más allá de su permanente control. Obsesionado válidamente por no seguir el rumbo que imprimió Carlos Menem y por no repetir la pasividad de Fernando de la Rúa Kirchner puede asomarse al precipicio de ser un “Menem bueno”, el titular de una democracia delegativa de otro signo. Obsesionado por no negociar por debajo de la mesa, el Presidente elude negociar “por arriba de la mesa” a la luz del día, lo que es válido y hasta necesario. El poder del Gobierno no es la nada a la que lo redujo la Alianza pero tampoco es lo que hoy parece. Es más: no tiene por qué serlo, ni debe ser así. Una democracia moderna es, bien mirada, un sistema de negociación permanente en el que la decisión y la apelación al número son el final de un proceso y no su eterno inicio. El “toma y daca” que fustiga el discurso presidencial no puede aludir eternamente a todo mecanismo de debate y negociación.
Esos riesgos, valga resaltarlo, son acechanzas a futuro. En el breve lapso transcurrido desde su elección (Kirchner empezó a gobernar el día siguiente a la fuga de Menem) el estilo presidencial ha generado pura ganancia. Con el sencillo, cuan olvidado, arte de restaurar la política Kirchner hizo suyos el 70 por ciento de los votos que iban a consagrarlo el 18 de mayo. Suyos y no ya mera oposición a Menem. Si las elecciones se hicieran hoy, cinco semanas después, posiblemente sacaría esos votos, ya no mirando el pasado en plan de rechazo sino de cara al futuro en plan deesperanza. Un clima distinto se respira en la sociedad, para sorpresa de casi todo el mundo, aun del hombre que lo generó: cuentan sus circunstantes que la emoción y una emotiva perplejidad cambiaron el rostro del patagónico cuando volvía de Rosario tras haber sido recibido en triunfo por miles de argentinos que le pedían fuerza y persistencia mientras pujaban por tocarlo o pedirle autógrafos. Una imagen de Argentina año verde, tres días antes de la cena con Horst Koehler.
Pelea de Fondo
“Vamos a dejar en claro que pagaremos sólo en cuanto lo permita un crecimiento sustentable de la Argentina, previa quita de capital e intereses.” El discurso del sector político del gobierno transmite una convicción que en ciertos casos se emparenta con el voluntarismo. Lo real es que el viaje del mandamás del Fondo Monetario Internacional (FMI) da un contexto a la inminente negociación con el organismo. Y que, amén de que Koehler quiera “vistear” a Kirchner, conocerlo personalmente, su viaje indica que ha mejorado la reputación de Argentina en el último año. Tanto que el propio alemán admitió que habrá quitas y que John Taylor aceptó frente al ministro de Economía Roberto Lavagna que están dadas las condiciones para un acuerdo a largo plazo.
El gobierno argentino, empero, no quiere jugar todas sus fichas a la sola baraja de un acuerdo “largo”, medida que remite a las condiciones políticas: un trienio no es tanto en materia económica pero es casi todo el mandato de Kirchner. Es que mantener la posibilidad de celebrar un acuerdo “corto” aumenta las posibilidades de negociación de Lavagna. El gobierno argentino tiene entre ceja y ceja que éste es un año electoral y el 2004 no. Los manuales que enseñan que un menú de opciones mejora las posibilidades del negociador incluyen asimismo en su bolilla uno que, si hay que ajustar, que sea cuando no hay comicios cerca.
La visita de Lula a Estados Unidos, su discurso allí y el homérico superávit primario que está buscando en detrimento de sus planes sociales, darán contexto a la discusión que comenzará poco después de que Koehler ahueque el ala. “No va a ser problema para nosotros que atravesamos una coyuntura distinta a Brasil. El propio Lula le dijo a Néstor que peleara otras condiciones para la Argentina”, dice un incondicional del Presidente. Haya existido o no el incorroborable consejo –que se parece a una versión brasileña del criollo “animémonos y vayan”– lo real es que el accionar de Lula será puesto de resalto por los emisarios del FMI y formará parte de la discusión.
Hablando de Lula, la reunión del Mercosur pintó un rictus de desazón en el rostro presidencial. Kirchner esperaba avances más profundos que los que refleja el documento final, que bien podía haberse suscripto cuando gobernaban Fernando Henrique Cardoso y Eduardo Duhalde. Y en la intimidad lo escucharon apostrofar contra el uruguayo Jorge Batlle por haber puesto obstáculos al proyecto común que lo liga con Lula. Pero el aguafiestas y casi caricatural presidente uruguayo acaso pruebe sin quererlo un dato que el Gobierno deberá empezar a procesar: las decisiones unilaterales no lo son todo, los consensos son difíciles y toma su tiempo articularlos. En Mercosur, Argentina integra el par de los grandes pero deberá confiar (Kirchner reza para eso, y algún gesto hará que ocurra) que Tabaré Vázquez gane las próximas presidenciales. Si es difícil lograr consensos siendo mayoría, lo que costará cuando la correlación de fuerzas es menos generosa...
Algo de cabotaje
Pasemos, brevemente, a la economía de cabotaje. En territorio local el Gobierno anunció un plan antievasión que, según predican en Hacienda, cambia el esquema elegido por todos los anteriores. “Primero venía elblanqueo o la moratoria (hubo once en la década del 90) y después el aumento de los impuestos”, explica Lavagna. El ministro se precia de haber hecho exactamente lo contrario, aumentar la presión sobre quienes evaden para luego bajar las tasas fiscales. “O sea, justo al revés que Machinea”, explican cerca de Lavagna a quien siempre le complace cotejarse con sus precursores en el cargo. La percepción oficial es que se propone un cambio de cultura y el proyecto de tipificar la asociación ilícita de quienes trabajan profesionalmente para burlar las leyes fiscales es concebida como un núcleo esencial en ese cambio.
Frente a Nazareno
La autolimitación presidencial en lo que concierne a la elección de futuros integrantes de la Corte Suprema es otro hito en ese camino. “Es irreversible –se entusiasma, a riesgo de exagerar, un ministro–, ¿quién se va a atrever a derogar esa norma?” Nada es definitivo, pero es cabal que hay cambios que hacen época y ése tiene el tinte de serlo.
Las vacantes para que tan grato escenario deje de ser virtual no se han producido aún pero todo sugiere que acontecerán muy pronto. Julio Nazareno está acorralado y es bien factible que dimita después de haber presentado sus descargos, el jueves próximo. Para facilitar la cuestión el Gobierno deja trascender que la ofensiva no ha cesado. El caso Meller, uno de los que integran la acusación de Diputados podría –explican en Justicia– derivar en responsabilidades penales para el supremo en desgracia. Recuérdese que el juicio político en el Congreso sólo puede terminar en la remoción del cargo y que las eventuales responsabilidades penales o patrimoniales de los cortesanos deben ser tramitadas ante los tribunales.
Quienes deben poner las barbas en remojo son Guillermo López, muy bajoneado por su estado de salud y por el incendio de su fastuoso domicilio, y Eduardo Moliné O’Connor, “el cerebro” de lo que queda de la mayoría automática según piensan en la Rosada. El oficialismo nada anticipa de qué hará a su respecto pero es claro que su estrategia “paso a paso” incluye, como la de su inspirador Mostaza Merlo, la intención de no dormirse en los laureles.
Nada de “relax and enjoy” en el Gobierno pero sí de disfrutar viendo cómo el Congreso actúa en línea con los deseos del Ejecutivo. Diputados ya aprobó la acusación le dio un plazo escueto a Nazareno para su defensa. Y el Senado, otrora temible por su proliferación de quioscos políticos, hoy parece un jardín de infantes. “¿Usted se imagina a alguien enfrentando a Cristina (Fernández de Kirchner, la senadora) para defender a Nazareno?”, interroga un ministro. El imagina que no habrá nadie tan osado y tan suicida. Malicia que Nazareno ha de ahorrarse ese debate. Y todo indica que presume bien.
Frente a Barrionuevo
La autorización para intervenir el PAMI espejó que el Senado no quiere interponerse ante la topadora oficial. Luis Barrionuevo se defendió, ahorrando en ese ámbito bravuconadas y amenazas revelando al unísono que es un cuadro político dotado de variopintos recursos y que se sabía derrotado de antemano. Obtenido el instrumento legal necesario para disciplinar a la díscola línea gerencial del Instituto, al Gobierno le queda por delante lo más peliagudo: determinar qué hará ahora. Conseguir que ese elefante blanco esté al servicio de la salud y el bienestar de los viejos es bastante más complicado que shotear a un impresentable. Meter mano en las enmarañadas redes de prestadores maridados con el poder político es un segmento de la solución. Pero sólo un segmento, porque lo esencial sería cambiar el modo en que se concibe la atención médica de los aportantes, prestar atención especial a la prevención y una tendencia al trato personalizado son puntos mínimos que concitan coincidencias entre quienes conocen el paño. Bienarduo resulta cambiar estructuras enquistadas por años, mucho más que ganar una batalla política bien planteada. “No me parece que cambiando algunos directores estemos cambiando el PAMI. Vamos a tener que legislar un organismo distinto y que intervenir para instrumentarlo”, deslizaron ante Página/12 al menos dos funcionarios de primer nivel. La ley le da al Gobierno una espada de Damocles por 180 días, no hay por qué dar por hecho que está definitivamente enfundada.
Frente a casos piloto
En Santiago del Estero, en Arequito, en Arrecifes gentes del común pierden la paciencia y llenan las calles exigiendo justicia. La sincronía de las puebladas remite a algo ya habitual, la imitación de conductas catalizada por la analogía de situaciones y por el expeditivo aprendizaje de otras experiencias vía medios masivos de difusión. La presencia de los medios nacionales en feudos genera un súbito efecto de luminosidad democratizante y movilizadora. También funge de protección a minorías activas que siempre existieron pero que eran sojuzgadas por las reglas de juego parroquiales y a nuevas mayorías que encuentran en micrófonos y cámaras tanto repercusión como un escudo contra la prepotencia.
Santiago es el caso más impactante porque se vincula a un régimen local vigente durante añares que sobrellevó incluso una pueblada mayúscula hace casi una década. La opacidad del régimen de los Juárez se puede probar con una anécdota aparentemente menor: la mayoría de los santiagueños vio por primera vez el rostro del patibulario Musa Azar en fotografías publicadas en diarios de circulación nacional. El dueño de la vida y la honra de miles de personas durante treinta años decidió ser desconocido en su pago chico y lo logró, lo que testimonia la medida de su poder.
Tal como adelantó ayer en este diario el periodista Raúl Kollmann el Gobierno baraja la posibilidad de incidir más claramente en Santiago. Varias encuestas requeridas por la Rosada y Justicia comprueban que la aprobación de alguna medida en tal sentido contaría con una aprobación aplastante. Los problemas que pueden imaginarse son básicamente dos: a) los Juárez apoyaron a Kirchner en las elecciones y b) cualquier intervención pone nerviosos no solo a los lugareños sino a gobernadores de otras provincias, siempre temerosos de las injerencias del poder central.
La primera dificultad casi no podría contar. Primero porque a Kirchner le fue muy mal en Santiago por lo cual, aun a la luz de los códigos más compinches del PJ, nada tiene que retribuir. Pero, lo que es más importante, es obvio que el Presidente, si es consistente con su proyecto de gobierno, deberá ser muy avaro en las lealtades partidarias que contradigan sus objetivos.
La eventual oposición o malestar de mandatarios provinciales queda como un escollo importante, porque concierne a figuras tan oscuras y peronistas como Juárez y a algunos que no reúnen una o dos de esas condiciones. De cualquier modo la tendencia oficial predominante parece ser “hacer algo”. Consideran al doble crimen un “caso piloto” que no permite hacerse el distraído o el federalista. “La seguridad y la justicia no pueden ser un tema metropolitano” es el slogan de quienes proponen alguna forma de intervención, sea de todo o parte del Poder Judicial provincial o de los tres poderes incluso.
La víscera sensible
“Nos va fenómeno y eso que todavía no tocamos la víscera más sensible”, musita un hombre del Presidente, aludiendo a las medidas de mayor impacto del Gobierno, mucho más vinculadas a la transparencia y la institucionalidad que a lo social o a la microeconomía.
“¿Cuál es la víscera más sensible? No sé nada de anatomía,” inquiere elpasante noruego al politólogo sueco que hace su tesis de posgrado sobre Argentina. “Perón decía que la víscera más sensible es el bolsillo”, replica, erudito, superior, el sueco. “Hay que conocer el peronismo para estudiar este país”, regaña a su pasante mientras lo gasta con entusiasmo. El sueco es hincha de Boca. Su pasante, por fastidiarlo, se ha hecho de River y todo pinta que ha elegido mal el año. El politólogo tiene otros motivos de euforia: la política ha vuelto a dar un giro copernicano en estas pampas y ha derivado del “que se vayan todos” a la “kirchnermanía” lo que le permite seguir pidiendo euros a sus padrinos de tesis, en Estocolmo. “Vamos a torcerle la muñeca al Fondo, profesor”, escribe al decano de la facultad de Estocolmo, “y vamos a ganar la Copa”. El decano ni le cree ni lo entiende del todo pero sigue queriendo tener información de primera mano de esa tierra de milagros y autoriza un giro por un puñado de euros. “Cuénteme cómo les va con Koehler, y no me engañe, porque ya se sabe que los alemanes no son tan seducibles como los suecos.”
Ni son contendores tan fáciles de vencer como Barrionuevo o Nazareno, discurre nuestro politólogo. Pero de eso se trata la política, aun en Argentina año verde, una victoria sólo da derecho a pasar de pantalla para encontrarse con rivales más duros de vencer o convencer.

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