Mar 21.05.2013

EL PAíS  › EL REPRESOR PRóFUGO FUE DETENIDO EN MAR DEL PLATA

La captura de Wolk

› Por Irina Hauser

A un año de fugarse de su casa en Mar del Plata, donde gozaba del beneficio de la prisión domiciliaria, el represor Juan Miguel Wolk fue capturado otra vez por la Gendarmería y trasladado al penal de Marcos Paz. Lo hallaron en la casa de un hermano, en la misma ciudad balnearia. Wolk, un ex comisario de 79 años, fue jefe del centro clandestino de exterminio conocido como Pozo de Banfield entre 1976 y 1979, donde lo apodaban “el Alemán” o “el Nazi”. Su huida se produjo cuando la Suprema Corte bonaerense acababa de revocar el arresto en su casa para mandarlo a una cárcel común. En su momento desató el reclamo de organismos de derechos humanos de mecanismos más efectivos y permanentes, y la preocupación creció este año cuando otros dos represores fueron descubiertos violando la detención domiciliaria.

Wolk está procesado por apropiación de niños, privación ilegal de la libertad y tormentos sufridos por más de 300 víctimas de la última dictadura. Comandó el Pozo de Banfield en la época en que pasaron por allí los estudiantes de la Noche de los Lápices, de los cuales seis están desaparecidos, entre otros cientos. Ese centro clandestino funcionó en la Brigada de Investigaciones de la Policía Bonaerense y fue parte de la red de campos de concentración denominada Circuito Camps. Su detención había sido ordenada por el juez platense Arnaldo Corazza, quien le concedió el arresto domiciliario. Pero el 14 de mayo del año pasado, apenas la Corte bonaerense ordenó que fuera alojado en una cárcel común, se escapó.

El viernes pasado, producto de tareas de Inteligencia que la Gendarmería llevaba adelante y del descuido de alguien cercano a Wolk en una conversación telefónica, lo encontraron en la casa de un hermano en la misma ciudad de Mar del Plata, en la calle Lebensohn 5942, y fue trasladado a una unidad de máxima seguridad en Marcos Paz.

El ex comisario mayor había sido condenado en los años ’80 a 25 años de prisión, pero terminó eximido de castigo por efecto de las leyes de impunidad. En el año 2000 el juez español Baltasar Garzón intentó juzgarlo en Madrid junto con otros 80 represores, pero el gobierno de Fernando de la Rúa no quiso extraditarlo. Cuando fue citado para declarar en los Juicios por la Verdad, fue presentada un acta falsa de defunción suya. Sin embargo, la hermana de Noemí Ungaro, desaparecida del Pozo de Banfield, denunció ante Corazza que estaba vivo y que vivía cerca de la playa, mientras cobraba jubilación de comisario retirado.

El año pasado, cuando se escapó del arresto domiciliario, su hija –también policía– era quien oficiaba como garante del cumplimiento de su detención. La mujer, María Luján Wolk, terminó procesada por el delito de “favorecimiento de la evasión y quebrantamiento” de la prisión de su padre, mientras él permanecía fugitivo.

Este año se conocieron otros casos de represores que, si bien no se escaparon, violaron el arresto domiciliario, lo que llevó a los organismos de derechos humanos a reforzar su reclamo de medidas para que cumplan con la detención.

Uno de esos casos fue el del médico Jorge Luis Magnacco, el capitán de navío que atendía los partos clandestinos en la ESMA, quien se fue caminando desde los tribunales de Comodoro Py junto con su esposa el día de su indagatoria en el megajuicio por los crímenes en ese centro clandestino.

Otro caso fue el del represor Carlos del Señor Hidalgo Garzón, apropiador de Catalina de Sanctis Ovando, a quien ella misma vio andando en bicicleta por Palermo, pese a que tenía prohibición de salir del geriátrico donde estaba internado por supuestos problemas de salud.

El Ministerio de Seguridad elaboró un protocolo específico para rastrear el paradero de represores prófugos y desde 2012 halló una treintena de los sesenta buscados. Ayer se conoció también la detención de Carlos Lafuente, un comandante mayor retirado de Gendarmería que estaba prófugo desde abril de 2011 y está imputado por su participación en crímenes de lesa humanidad en el centro clandestino que funcionaba en la Compañía de Arsenales Miguel de Azcuénaga, en Tucumán.

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