El 25 de mayo de 2003 apareció el presidente que nos presentó una oportunidad histórica. Decía lo que pensaba y empezó a hacer lo que decía. Eso ya era un cambio de paradigma de la política para todos nosotros que veníamos de pelearla en los piquetes, en los barrios más humildes. Nosotros no creíamos en la política. Néstor nos mostró el camino de la política que nosotros estábamos reclamando. Empezó a reconstruir la confianza de la sociedad con la política.
La interpretación de la realidad y de las necesidades de nuestro pueblo que hicieron Néstor y Cristina cobra hoy un valor histórico incontrastable. Porque la significación de los derechos conquistados y el avance de la política sobre el Estado ha sido en pos de la recuperación estructural y la soberanía política y económica. El Estado ha dejado de ser un instrumento de las corporaciones y se convirtió en la herramienta de transformación del pueblo.
Sentimos que fueron diez años de recuperación y reivindicación permanente de las mayorías populares. Néstor y Cristina pusieron en foco al sujeto social: los trabajadores de la patria. Una etapa de reconstrucción que nos llevó a identificar y a enfrentar a los grandes poderes de la Argentina. Esa disputa de poder la protagonizó el pueblo en las calles, en las universidades, en los sindicatos. Recuperamos la esperanza de cambiar la realidad. Sentimos que hemos ganado mucho, que todavía nos falta y este proyecto político, con Cristina como conducción, es el único que puede garantizar las demandas del pueblo.
* Diputado nacional Movimiento Evita FpV.
Néstor Kirchner llegó al gobierno el 25 de mayo de 2003. Desde el primer momento su gobierno priorizó a los más débiles y la educación pasó a ocupar un lugar central. En estos diez años, la sanción de las leyes de Educación Nacional, Financiamiento Educativo, Educación Técnico- Profesional y la de garantía del salario docente y los 180 días de clase impulsaron la reconstrucción, transformación y fortalecimiento del sistema educativo.
Antes del 2003, la Argentina destinaba menos del 3 por ciento de su PBI a la educación, hoy destinamos el 6,5 por ciento al sector. Se edificaron más de 1800 escuelas y se están presentando planes para construir 1000 más; se crearon nueve universidades nacionales; se incrementó en un 19,171 por ciento el presupuesto de la educación técnica; se extendió a 13 años la escolaridad obligatoria, y retomamos la estructura unificada y a la vez federal del Sistema Educativo Nacional. Desde 2004 se distribuyeron 54 millones de libros y la Presidenta anunció este año la compra de 13 millones más. De 2005 a 2013 se alfabetizaron más de 274 mil mayores de 15 años, y desde 2008 logramos que más de 400 mil mayores de 18 años egresaran de nuestro Plan FinEs. Los salarios de nuestros maestros, congelados o recortados en años anteriores, crecieron hasta un 833 por ciento, mientras que el de los docentes y no docentes universitarios lo hicieron hasta un 1064 por ciento.
Esta propuesta de construir una educación que garantice oportunidades para todos y todas se vio impulsada por políticas inclusivas como la Asignación Universal por Hijo, que en 2010 incrementó en miles de jóvenes la matrícula en las escuelas y el Programa Conectar Igualdad, cuya meta, ya próxima a cumplirse, es la entrega de 3,7 millones de netbooks a alumnos y docentes de secundarias públicas, establecimientos de educación especial e institutos de formación de docente de todo el país.
Los logros alcanzados y las metas establecidas son el fruto de aquel sueño que comenzó a hacerse realidad el 25 de mayo de 2003. Hoy los derechos adquiridos son indiscutibles e irrenunciables y estamos convencidos de que el desafío para los próximos años será continuar trabajando para profundizar el camino de inclusión, justicia y libertad que elegimos como Nación.
* Ministro de Educación de la Nación.
La democracia tenía importantes deudas con la Defensa nacional y con la seguridad ciudadana cuando Néstor Kirchner accedió al gobierno hace diez años. Al honrarme con la conducción del Ministerio de Defensa en 2005 su mandato fue completar la arquitectura jurídica de la Ley de Defensa para consolidar la conducción política de las Fuerzas Armadas, modernizar su accionar y afirmar los principios democráticos y el respeto por los derechos humanos.
Así surgió la reglamentación de la ley, demorada 18 años, reafirmando la competencia de las FF.AA. sólo en caso de ataque estatal externo a la soberanía nacional, alejándolas definitivamente del conflicto interno. También se impulsaron el planeamiento y la acción militar conjunta, la modificación de los planes de las escuelas para garantizar una formación democrática, una firme política de género que modificó la discriminación a que eran sometidas las mujeres y sus limitaciones de carreras, la recuperación del astillero Tandanor y de la Fábrica de Aviones de Córdoba, inexplicablemente privatizados, para reactivar la industria nacional de la defensa. Cristina Fernández ratificó y profundizó esos cursos de acción a partir de 2007.
Tres años más tarde volvió a conferirme un reto importante, esta vez al frente del flamante Ministerio de Seguridad. La instrucción entonces fue terminar con la autonomía de las fuerzas policiales, modernizarlas, profesionalizarlas con capacitación permanente y sentar los pilares de un modelo argentino de seguridad democrática, indispensable para hacer frente a los desafíos del delito y la violencia en la sociedad moderna.
La institucionalización de los sistemas de Defensa y de Seguridad propios de la democracia, logro de estos diez años de gobiernos kirchneristas y de la firme conducción de Cristina, es el reaseguro de las garantías conquistadas y la respuesta adecuada de cara a los desafíos del futuro.
* Ministra de Seguridad de la Nación.
Del largo inventario de cuestiones que emergen de los últimos diez años de la Argentina elijo las emociones. De verdad, las prefiero a los datos y los números que, por importantes que sean, nunca expresan acabadamente la evolución ni los cambios, probablemente porque, como decía Lincoln Freire, “las cifras son como los bikinis: muestran casi todo, pero esconden lo principal”.
La pasión y la emoción como vehículo, para transitar una década plagada de acciones y decisiones que nos dejan esta Argentina distinta que hoy vivimos.
Primero, la sensación especial/orgullo de haber acompañado a Néstor Kirchner en campaña. De ir incorporando de a poco su determinismo, su entusiasmo, su exaltación por momentos... Lo escuchaba y no podía creerlo: ¡Tan lleno de convicciones, de proyectos, de reivindicaciones! Un tipo lleno de “sueños de pizzerías y de cafetines” al decir del Negro Dolina, que luego se irían cumpliendo uno por uno.
Después, el símbolo del día de su asunción: la máquina de un fotógrafo hiriéndolo en la frente. ¿Habrá sido un símbolo de lo que luego sería la relación entre el gobierno y cierta prensa que no puede acostumbrarse a la pérdida de poder...? Y la satisfacción de escucharlo decir que no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno.
Y más adelante el inmenso orgullo de ver que, en su condición de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, diera la orden de bajar el cuadro del asesino Videla, de las paredes del Colegio Militar... O la satisfacción cuando anunció el pago de la deuda con el FMI, para no tener que soportar sus intromisiones.
Después del Flaco, la responsabilidad de acompañar a la Presidenta en su primer gobierno y la profunda admiración de verla ponerse el país al hombro y de enfrentarse al nuevo-viejo enemigo del Pueblo: las corporaciones.
Y también el entusiasmo de avanzar contra la adversidad. De obtener logros como la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual o la recuperación de Aerolíneas Argentinas o la restitución del Sistema Previsional o YPF en manos del Estado...
Y luego el dolor. El más profundo, el más total. El de la muerte del amigo, del compañero, del conductor. Y la entereza de Cristina. Y su compromiso. Y su decisión. Y ese hueco que se le hace a uno en el medio del pecho, llenándose del optimismo de ver a los más jóvenes ganando las calles, apropiándose del hoy, proyectándose hacia el futuro en nombre de la Política.
Y seguramente muchas cosas más. Intimas. Personales. Pero sobre todo, la inimaginable emoción de haber sido parte del Gobierno que nos devolvió la Argentina a los argentinos.
* Senador de la Nación.
Si el 24 de mayo de 2003 alguien me decía que se iban a derogar las leyes de Punto Final, Obediencia Debida y el Indulto, que los genocidas iban a sentarse ante la Justicia ordinaria, que se iba a hacer una quita del 75 por ciento de la deuda externa, que íbamos a terminar con el FMI y se iba a cambiar la matriz neoliberal por otra productiva, que volvían las paritarias, que reestatizábamos los fondos jubilatorios, YPF y Aerolíneas, que cada chico iba a tener su computadora y cada madre una asignación, que iban a cobrar jubilación el 95 por ciento de los adultos mayores, que los científicos iban a volver al país, que se iban a crear más de cinco millones de puestos de trabajo, que finalmente íbamos a tener una ley de medios de la democracia, que el matrimonio iba a ser igualitario, que las parejas del mismo sexo podrían adoptar y que íbamos a tener una política junto con América latina para fortalecer las democracias populares y que íbamos a impedir los futuros golpes de Estado o de mercado; lo abrazaba, le daba un beso en la mejilla y me iba pensando que soñar no cuesta nada.
Y es que ese día todavía resonaban fuerte las imágenes de millones de compatriotas mendigando por comida, el Estado reprimiendo las protestas sociales, los jubilados reclamando por $400 de mínima contra $150 que cobraban, los científicos lavando platos y las madres mandando a los hijos al colegio para que coman una vez al día.
No fue un milagro, fue la política, la voluntad, el trabajo y la convicción. Romper el paradigma neoliberal que había reemplazado la noción de injusticia por el de la ineficiencia del excluido y que nos prometía una posmodernidad a costa de millones de pobres, no era sencillo. Por un lado, se debía dar una batalla cultural, de cambio hacia nuevos/viejos valores como el trabajo, la solidaridad, la justicia social, la equidad y, por otro lado, había que desarmar la concentración económica que producía un ejército de desocupados.
Néstor Kirchner comprendió la necesidad de los cambios y lideró un proceso nacional, popular y profundamente democrático que se consolidó una vez que salimos del “infierno” y fuimos un país normal. La profundización estructural del modelo lo lidera nuestra presidenta y la acompañamos millones de compatriotas, por convicción, porque seguimos creyendo en nuestros sueños y porque queremos seguir construyendo un país mejor.
A 10 años de aquel 25 de mayo, ganamos una década para todos y todas.
* Subsecretario general de la Presidencia, presidente de Forja.
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