EL PAíS › OPINION
El Consejo del Salario, la saludable continuidad y los problemas de la etapa. La estabilidad de la década. Crecimiento y legitimidades sólidas, correlato en las listas. El peso del pasado en los armados electorales. Insaurralde versus Massa: apuntes, encuestas, detalles. La gobernabilidad en juego.
› Por Mario Wainfeld
La oposición política y los medios dominantes se enfadaron porque el Gobierno “adelantó” la convocatoria al Consejo del Empleo, la Productividad y el Salario Mínimo Vital y Móvil (en adelante, “el Consejo”). El año pasado se congregó a fines de agosto, ahora se anticipó un mes. Es más que factible que se haya tenido en mira el calendario electoral, en especial para la restitución del Impuesto a las Ganancias sobre el medio aguinaldo. Pero la mínima antelación (una jugada que no damnifica a nadie) empalidece ante lo central, que es la saludable continuidad de la institución. Diez años consecutivos, con aumentos secuenciales.
La suba pautada en esta ocasión empalma con las de las convenciones colectivas y es un reconocimiento tácito a la existencia de alta inflación. Si se repasa la crónica del Consejo anterior, se repite la ausencia de la CGT y la CTA opositoras, consolidando una fragmentación del movimiento obrero que sigue siendo preocupante y resiente la representatividad del cónclave.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner señaló, en su discurso del año pasado y en el del jueves, que los trabajadores informales son el 32 por ciento del total. Sin discutir en detalle el guarismo, la persistencia subraya una dificultad del “modelo”: un amesetamiento del nivel de empleo formal, llevado a un piso alto y preocupante a la vez, respecto del cual no ha habido avances cuantificables.
Un año atrás se habló de acciones tripartitas para combatir el empleo “en negro”, no las hubo en sustancia. La movida más interesante del Estado se orienta al “campo”, el sector donde más cunde la informalidad. El Registro Nacional de trabajadores y empleadores agrarios (Renatea), de cercana creación, se empeña en una tarea compleja y solo concretable en el mediano plazo. Es tener datos fiables sobre la cantidad de trabajadores, que varía mucho según regiones, tipos de actividad y tamaño de las empresas. La tarea de procurarlas combina investigaciones, inspecciones (que realizan el Ministerio de Trabajo y la AFIP). Del relevamiento puede surgir un mapa que ariete batidas fiscales contra la evasión y explotación patronales.
El Consejo, supone este cronista, sirve como maqueta para pensar el estadio actual de los gobiernos kirchneristas. Años de crecimiento, de estabilidad política y económica, creación de instituciones progresistas sin precedentes históricos equiparables. Y, en la última etapa, una serie de dificultades de “segunda generación” más difíciles para resolver que la emergencia de la crisis. Y, especialmente, de tracto prolongado.
Así las cosas, lo deseable es sustentar y mejorar lo existente. Tal es la oferta electoral del oficialismo, la única coherente en ese aspecto crucial. Tal vez le falten señales acerca de cómo lo hará o, así más no fuera, dar cuenta de los desafíos surgidos como consecuencia de los propios avances.
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La década estable: La década ha sido, comparada con los precedentes nacionales, de alta estabilidad política y sustentabilidad económica. La gobernabilidad es elevada, tanto como la legitimidad de la mayoría de los gobiernos: el nacional y los locales. Una panorámica sobre el diseño de las boletas y las candidaturas corrobora que gobernadores e intendentes acompañan el “buen momento” que tuvo hasta ahora el Ejecutivo nacional.
Los intendentes Martín Insaurralde y Sergio Massa competirán por el primer puesto en Buenos Aires. Sus pares del Frente para la Victoria (FpV) incidieron mucho en el armado provincial oficialista, en el massismo también pesan en la lista y en el despliegue territorial.
Los dos primeros candidatos a diputados del FpV en Mendoza son intendentes. El radicalismo cordobés lleva alguno en lugares expectables.
A su vez, varios ex gobernadores compiten: el socialista santafesino Hermes Binner, el cordobés delasotista Juan Schiaretti, los radicales mendocinos Julio Cobos y Roberto Iglesias. Salvo este último, todos tienen buenas perspectivas en sus territorios.
La legitimidad, que se confirmó también en 2011, beneficia también a mandatarios opositores al gobierno nacional, trasunta grados de aprobación consistentes con poblaciones conformes. Gestionar es redituable en términos electorales, lo que pinta la valoración ciudadana sobre las variables socioeconómicas.
Claro que la democracia se construye con estabilidad pero se conmueve con las instancias electorales, que redefinen escenarios. Cada dos años, el padrón ciudadano dicta su veredicto y reorienta la acción política. Fortalece o debilita a los mandatarios, instituye o destituye liderazgos.
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Creatividad y raíces: La confección de las listas y las campañas son trances de novedad y creatividad pero dentro de un contexto que delimita las opciones. Cada cual se mueve dentro de las fronteras que construyó, por así decir.
El FpV es el único partido competitivo en casi todas las provincias, el de mayor representación parlamentaria, el que suma más gobernadores. Es una fuerza dominante, que suma cuadros estatales más militancia añeja o joven. Juega con enormes ventajas comparativas pero topa con una limitación que no pudo superar desde 2005, el comienzo de su hegemonía en las urnas. Le faltan dirigentes con potencial electoral nacional y aun provincial en los distritos grandes, figuras que traccionen votos más allá de su pertenencia y su bandera. Y aun que sean masivamente reconocidas. Insaurralde es en este sentido un caso piloto, una muestra de una dificultad mayor. Imposible descifrar en pocas líneas las causas de esa carencia, que han de ser múltiples y algo tributarán al modo de liderazgo y de construcción política.
El radicalismo apela esta vez a un haz de alquimias electorales, ya reseñadas en notas previas. Más allá de cómo “paguen” en octubre, son síntoma de un debilitamiento perdurable y, a la vez, un rebusque para combatirlo. Fueron hitos previos, ensayo y error, la candidatura presidencial del peronista Roberto Lavagna (2007) con los colores de la UCR hasta el insólito pacto entre los diputados Alfonsín y De Narváez (2011). Los bloques de diputados y senadores se vienen reduciendo, el de Corrientes es el único gobernador boina blanca, que expone su cetro este año.
A los émulos de Alem e Yrigoyen les cuesta hacer un trasvasamiento generacional: sus aspirantes suelen repetirse, incluso aquellos que han sufrido varias derrotas duras. Buenos Aires es un ejemplo, no exclusivo.
La única novedad fuerte de estas elecciones es la irrupción de Massa pero tampoco nace de gajo.
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Del alicate a la ambigüedad: El intendente de Tigre va por el resultado que obtuvo De Narváez cuatro años atrás. Mucha agua corrió bajo los puentes desde entonces pero ahí se percibió un espacio virtual para el peronismo disidente. El gobernador Daniel Scioli atisbó la perspectiva que lo tentó demasiado no bien falleció el ex presidente Néstor Kirchner. El establishment económico y mediático, que también se percató, lo vino chuceando desde entonces para que cruzara el Rubicón y enfrentara al kirchnerismo. Scioli caviló lo suyo y resolvió quedarse en la orilla. Massa procura capitalizar ese espacio. Más del 60 por ciento de los bonaerenses elige una variante del peronismo desde 2003 inclusive. Las encuestas sugieren que esta vez serán más del 70 por ciento, acaso las tres cuartas partes. Hay terreno para incursionar, Massa se coloca ahí. Y elige un carril de ambigüedad que, según sugieren sondeos de todos los “palos”, le rinde.
Massa no quiere definirse políticamente. O, mejor aún, quiere no definirse.
La campaña del FpV está signada por la necesidad de alejar a Massa de las preferencias de kirchneristas o filokirchneristas. También de aumentar el nivel de conocimiento de Insaurralde. El activismo de Cristina Kirchner se traduce en los spots tanto como en actos diarios o más que diarios. La foto-estampita junto al papa Francisco será otro recurso, tratando de hacer sinergia con el rating que sabe obtener el Pontífice.
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El arte de medir: El kirchnerismo retacea las encuestas que encomendó y consulta con avidez. El massismo tampoco es muy pródigo. Alguna información se filtra o se deja filtrar. Los números son divergentes pero se puede trazar una media con toda la relatividad del caso: Massa arrancó muy fuerte y sigue llevando la punta. Pero la diferencia parece haberse acortado. Eduardo Fidanza, sociólogo e integrante de la consultora Poliarquía, la estimó el miércoles en 6 o 7 puntos porcentuales, con una merma de alrededor de cinco puntos en alrededor de tres semanas. La mayoría de los trabajos que llegaron a la Casa Rosada rondan esa cifra o una ligeramente menor. Hay alguna encuesta más “pesimista”. Hay alguna que da primero al intendente de Lomas, aunque en el margen del empate técnico.
Cerca de Massa predomina el optimismo. Uno de sus artífices de campaña formula un deseo raro, inmanejable a los ojos del cronista. “A Sergio le conviene ganar las PASO por poco. Lo atacan desde varios flancos, si se distancia mucho puede ser más duro.”
Las preguntas formuladas a los entrevistados son todo un intríngulis para la certeza de los sondeos. Insaurralde “saca” menos si se lo menciona solo y crece si se menciona su vinculación con Cristina Kirchner, comenta un profesional que asesora al Frente Renovador.
El hombre alza la guardia respecto de las consultas telefónicas, que se comunican a aparatos fijos. Están en retroceso frente a los celulares. Celulares tienen todos, solo el 70 por ciento de los argentinos disponen de teléfonos fijos: son menos frecuentes en los sectores populares.
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En tono de espera: Nada es inexorable a tres meses de los comicios generales, pero algunas tendencias parecen firmes. Distintas fuerzas opositoras puntean en tres de las provincias más pobladas: Ciudad Autónoma, Córdoba y Santa Fe. Mendoza y Buenos Aires están en disputa. Los medios dominantes se entusiasman augurando que el FPV será vencido en las cinco, lo que no es imposible pero mucho menos seguro. Aun si así ocurriera, los ganadores podrían ser de cinco vertientes políticas diferentes. La “oposición” está fragmentada en partidos a los que les cuesta mucho tener desempeños competitivos más allá de un distrito. Esa condición se mantendrá, aunque la fuerza relativa puede mutar.
Para el kirchnerismo, lo esencial es sostener la gobernabilidad que garantizó la estabilidad de la década, sus conquistas y avances. El óptimo sería conservar la ajustada (y trabajosa) mayoría que consiguió este bienio en el Senado y en Diputados. Un second best sería mantenerla en una Cámara y neutralizar una hipotética resurrección del Grupo A.
Massa es el favorito del Grupo Clarín, mientras se especula cuándo y cómo se pronunciará la Corte Suprema sobre la ley de medios. Y si los supremos serán sensibles al clima político o si especularán para medirlo mejor.
El veredicto popular influirá en el devenir político futuro. Para el kirchnerismo la campaña, en especial la bonaerense, puede ser una suerte de laboratorio para pensar en si Cristina Kirchner designará a su candidat@, algo similar a lo que hizo con éxito el ex presidente brasileño Lula da Silva.
Faltan dos semanas para las Primarias Abiertas, que darán una lectura palpable de las preferencias ciudadanas. Está por verse si su resultado se cristalizará hacia octubre o en qué proporción lo hará.
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