EL PAíS › OPINION
› Por Martín Granovsky
Si es por asuntos de impacto global, Cristina Fernández de Kirchner no se puede quejar. La Argentina comenzó ayer el mes en que le toca presidir por vez número 15 en la historia el Consejo de Seguridad de la ONU. Justo ayer, también, el ex agente de Inteligencia y denunciante norteamericano Edward Snowden inició en Rusia su año de asilo temporal concedido por el régimen de Vladimir Putin. El martes 6 la Presidenta hablará en el Consejo de Seguridad con este marco particular de las relaciones entre Washington y Moscú.
En la misma semana en que un tribunal condenó al soldado profesional Bradley Manning por las filtraciones que nutrieron WikiLeaks, los Estados Unidos no pudieron menos que mostrarse “decepcionados” por el paso de Snowden del sector de tránsito del aeropuerto de Moscú a territorio ruso. Según puede leerse en la página del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Acnur, “el derecho de asilo exige de los países que, por lo menos de manera temporal, se reciba en algún lugar a las personas que huyen de la persecución o el peligro”. Es decir que Putin consideró a los Estados Unidos como un peligro para Snowden. Agrega el texto que “un componente esencial de la institución de asilo es el principio de no devolución”, o sea, poner al refugiado “en las fronteras de territorios donde su vida o su libertad peligre por causa de su raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social o de sus opiniones políticas”. Uno de los peligros contemplados es “la interceptación”.
Obligado, igual que el ex oficial del KGB Putin, a demostrar un liderazgo fuerte ante un tema de seguridad nacional como el espionaje y las filtraciones, Barack Obama sólo tiene a mano un consuelo: la palabra “temporal” del asilo brindado por Rusia. Aunque, al menos por la letra de la doctrina de Acnur, la transitoriedad en el caso Snowden queda más bien relativizada.
Ni la Presidenta ni su embajadora en la ONU, la ex senadora Marita Perceval, cuentan con la facilidad de reeditar la Tercera Posición en términos idénticos a la segunda posguerra. La traba no es ideológica sino de hecho. Rusia está lejos de ser la superpotencia que era la Unión Soviética de la Guerra Fría. En cuanto a los Estados Unidos, aunque su poder está bajo el desafío chino, y tal vez ésa sea una explicación más para la actitud desafiante de Putin, son una hiperpotencia única que los historiadores no registran desde el Imperio Romano. No hay dos ordenadores del mundo ubicados al mismo nivel. Hay un mundo que Sudamérica y la Argentina desean más multipolar pero que aún presenta la existencia de una potencia con capacidades militares y estratégicas muy distanciadas del resto y de los países de desarrollo intermedio.
La llegada de Snowden a Moscú introdujo en las relaciones con Washington una fricción que se había lubricado cuando los servicios secretos norteamericanos y los rusos trabajaron juntos frente al atentado de Boston, en abril último. Los que pusieron bombas en el maratón fueron dos hermanos chechenos. La neutralización del independentismo checheno fue la gran causa de Putin y uno de los motivos que lo convirtió en líder popular a fines de los años ’90. También la fuente de acusaciones a Rusia por presuntos crímenes de lesa humanidad en la represión del terrorismo checheno, que a su vez decidió cometer atentados también fuera de su territorio.
La dura reacción legislativa contra Putin en los Estados Unidos, mucho más dura aún que la de Obama, permite conjeturar que en los próximos tiempos cualquier tema estará teñido por la concesión del asilo al ex empleado de la consultora Booz Allen, contratista de la Agencia Nacional de Seguridad. Sobre todo si se trata de temas en los que las diferencias entre Washington y Moscú ya son agudas, como la crisis en Siria.
La presidencia del Consejo de Seguridad será un buen punto de observación –o de decisiones, nunca se sabe, porque las escaladas no siempre avisan– de un mundo que no es bipolar con el de la Guerra Fría pero que no está exento de contradicciones. Cómo aprovechar esas diferencias sin quedar en medio de una balacera es uno de los temas a ser afrontados por la Presidenta, por la Argentina y por los socios del país en la región.
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