Jue 17.07.2003

EL PAíS  › CHIRAC PUSO EN EL PRIMER PLANO DE LA VISITA A ALFREDO ASTIZ

Cuando Francia siente vergüenza ajena

El primer ministro francés le dijo al Presidente que el “caso” Astiz indigna y causa irritación, lo que estableció un nivel de acuerdo con Kirchner. También hubo reclamos por las tarifas de las privatizadas, pero los matizó con promesas de apoyo a Argentina.

› Por Fernando Cibeira

El presidente conservador Jacques Chirac fue quien convirtió a los derechos humanos en el principal tema del encuentro. “Para la sociedad francesa el caso del capitán Astiz indigna y causa irritación”, lanzó. Néstor Kirchner se repuso de la sorpresa con una broma. “Si usted estuviera en mi país mucha gente diría que es un presidente de izquierda”, respondió. Chirac rió. También mencionó la “dudosa constitucionalidad” de las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final. Los derechos humanos se llevaron buena parte del encuentro entre el presidente argentino y el francés. Anfitrión experimentado, Chirac puso sobre la mesa el congelamiento de las tarifas pero, como haría un gourmet al que no le gustaría arruinar una buena comida con una gaseosa, enseguida aclaró que entendía el momento que vivía el país y que imaginaba que el problema se solucionaría el futuro. Para qué arruinar un buen momento.
El Palacio del Eliseo estaba engalanado con la guardia de honor formada como si se tratara una visita de Estado. Aunque la gira que está realizando Kirchner por Europa no reviste ese carácter a Chirac le gusta obsequiar a sus visitantes con todo el brillo que sea posible. El presidente francés bajó las escalinatas que dan al patio central del palacio para recibir a la comitiva argentina. Tiene esos baldosones tan estudiados que ya sabe dónde debe pararse para dar la mano, en cuál ofrece el mejor perfil para las fotos y cuándo se pierde de vista.
Entonces termina la actuación pública y comienza la privada. Fue conduciendo a la fila india argentina encabezada por la senadora Cristina Fernández de Kirchner, impresionada por el lujo de la decoración que veía. Hacía preguntas sobre las habitaciones, sobre los cuadros y las alfombras, Chirac respondía. Apenas se sentaron, hacia ella dirigió el primer elogio. “Estoy muy orgulloso de tener aquí presentes al Poder Ejecutivo y al Poder Legislativo”, tiró, en alusión a la condición de senadora de la primera dama. “No, no. Aquí estoy sólo acompañando a mi marido, el Presidente de los argentinos”, aclaró Cristina. La comitiva la integraron también el canciller Rafael Bielsa, el ministro Roberto Lavagna, el jefe de la SIDE, Sergio Acevedo, y el gobernador de Santa Cruz, Héctor Icazuriaga.
Chirac mencionó su preocupación por los familiares de desaparecidos franceses durante la dictadura militar, que siguen luchando porque se haga justicia. Kirchner le respondió que había hablado con ellos esa misma mañana (ver aparte). “Nosotros pensamos lo mismo: queremos que vuelva la Justicia”, subrayó el Presidente. En ese momento fue que Chirac habló sobre la irritación francesa por la situación de Astiz, dos veces detenido, dos veces libre, uno de los más probables casos de extradición cuando se derogue el decreto que las impide.
Kirchner comenzó exponiendo cómo estaba la Argentina hasta la debacle y en el momento que se encuentra ahora, con los indicadores económicos ofreciendo algún respiro. Chirac le dio todo el apoyo. El francés le explicó que siempre estuvo en desacuerdo con las relaciones que los gobiernos argentinos anteriores habían mantenido con los organismos de crédito, así que ahora apoyaba el nuevo acuerdo que buscaba negociar la gestión Kirchner. Eso sí, cuando se pueda hay que aumentar las tarifas de los servicios públicos porque de lo contrario las empresas podrán aumentar su enojo. “Las empresas francesas, que se quedaron en los momentos de crisis, ahora se van a quedar también”, aclaró Chirac.
Kirchner, que ya había relacionado a las empresas con el poder político que condujo al país al colapso, apretó el freno. Reconoció que la devaluación le había producido un daño a las empresas, lo que dejó a Chirac más tranquilo. A la salida, Chirac hizo su pas de deux habitual: se sacó una foto más con las visitas y les explicó que él no suele enfrentarse a los micrófonos después de reuniones de ese tipo. Kirchner entendió la indirecta y salió a hablar. “Fue una reunión muy buena. El presidente Chirac apoyó nuestro proyecto de reactivación”, dijo.
Al mediodía, el Presidente se encontró con el primer ministro Jean Pierre Raffarin, quien también se mostró muy conforme con las explicaciones de la crisis y su solución. “El objetivo es conseguir un país normal, con justicia normal, instituciones normalizadas, índices económicos normales”, le dijo el Presidente. Raffarin, elegido el año pasado por el Partido Conservador, les dejó una frase para pensar: “Los mejores gobiernos son los que tienen más capacidad para hacer reformas”.
Raffarin fue diplomático y jamás se le ocurrió demostrar su enojo para la breve pero incómoda impuntualidad de Kirchner para cumplir con la cita, algo que se encargó de transmitir su oficina de prensa. En general, Kirchner es elástico con los horarios y la informalidad forma parte de su personalidad. Pero en los estrictos criterios del protocolo galo dejar a un primer ministro siete minutos esperando la llegada de visitas en la puerta es como para tirarse de los pelos.
Peor le pasó al jefe opositor, François Hollande, secretario general del Partido Socialista. Entre que el encuentro con los familiares de desaparecidos se prolongó más de la cuenta y que Lavagna quiso comentarle cómo le había ido a la mañana con un grupo de empresarios, Kirchner dejó esperando a Hollande en el hall del Hotel Crillon poco más de media hora. Quienes le vieron la cara dicen que no estaba contento.

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