EL PAíS › MICHELLE BACHELET RECIBIó LOS ATRIBUTOS PRESIDENCIALES DE MANOS DE SEBASTIáN PIñERA E INICIó SU SEGUNDO MANDATO
Luego de un interregno de cuatro años de gobierno conservador, Bachelet reasumió ayer la presidencia de Chile en el Congreso, en Valparaíso. Tomó juramento a sus ministros y retornó a Santiago, donde anoche siguieron los festejos.
› Por Christian Palma
Desde Santiago
Luego de cuatro años –interminables para muchos– en el poder, el ahora ex mandatario de Chile Sebastián Piñera concluyó un ciclo que tuvo de todo, pero que se caracterizó principalmente por protestas masivas en las calles, debido fundamentalmente al débil sistema educacional chileno. Ahora, su sucesora, la presidenta de la Nueva Mayoría, Michelle Bachelet, toma por segunda vez las riendas de Chile, pero se encontrará con un país muy distinto al que dejó en 2010, cuando en su primer paso por La Moneda tuvo que ceder la presidencia a la derecha, esto por más que se despidiera con un gran apoyo ciudadano. “Queremos un Chile mejor para todos y todas”, sostuvo Bachelet en su primer discurso, por la tarde, a la multitud que se congregó en la Plaza de la Constitución, en Santiago.
La administración de Piñera, que no logró las transformaciones profundas que propuso y estuvo más lejos que cerca de ser un gobierno de “excelencia”, como rezaba uno de sus eslóganes de campaña y la derecha en general, no pudo contrarrestar el tremendo favoritismo que Bachelet despierta en la gente, lo que finalmente le permitió convertirse otra vez en la jefa del Estado chileno. Con todo, esta aprobación ciudadana ha levantado enormes expectativas, que de no ser cumplidas levantarán duras críticas y mucha protesta en la calle.
Temas como una gran reforma tributaria, desde donde se descolgarán proyectos claves para mejorar la educación, la protección social y la salud, así como también acortar la gran desigualdad social que exhibe Chile, son temas que estarán en la palestra y que la población no pasará por alto. También hay temas políticos, como el cambio a la Constitución, herencia de Pinochet que sigue penando al país y que debe ser modificada, según lo planteó Bachelet en campaña.
Con todo, la atención ayer se centró en Santiago y Valparaíso, ciudad-puerto, sede del Poder Legislativo chileno y en las cuales se desplegó un completo aparataje policial. Temprano, en La Moneda, Piñera dio su último discurso, donde agradeció a los chilenos que lo votaron. “Siento que nos vamos con la cabeza en alto, porque cumplimos con la tarea que nos dieron: Chile es un mejor país que hace cuatro años”, dijo.
Y, como otra veces, también pidió perdón “por, a veces, la impaciencia, por las ganas de avanzar más rápido”. Al mismo tiempo, emplazó a Bachelet a “que trabaje para lograr un mejor país que el que le entregamos”, sostuvo Piñera, que si bien no lo ha hecho público, espera volver a la presidencia en 2017. Luego se trasladó al puerto, donde llegó con un leve retraso arriba del clásico Ford Galaxy descapotable (1966), el auto oficial para transportar a los presidentes chilenos.
Ya en Valparaíso y con un Congreso nacional engalanado y repleto de invitados de lujo, a las 12.25, la senadora Isabel Allende, flamante nueva presidenta de la Cámara alta (tal como lo hiciera su padre, Salvador Allende, entre 1966 y 1969) entregó la banda presidencial a Michelle Bachelet. “Sí, prometo”, dijo Bachelet, que vestía un traje oscuro, y un caluroso aplauso se hizo sentir unos segundos antes de firmar el decreto que la convertía en presidenta. Luego, el propio Piñera colgó la piocha de Bernardo O’Higgins (un medallón con forma de estrella de cinco puntas) en la banda, vieja tradición republicana que simboliza la obtención del poder. Acto seguido, el líder de la derecha abandonó el salón principal seguido por sus adherentes y manejando su propio vehículo: “Tuve el honor de ser presidente, pero la vida continúa”, dijo a la pasada.
Pero la escena más importante y llena de simbolismos estaba en el Congreso, pues estaban juntas por primera vez en Chile dos mujeres liderando los principales poderes de la Nación, ambas socialistas y con un dramático pasado común producto del golpe de Estado de 1973.
Atentos miraban los tres hijos de Michelle Bachelet, los futuros ministros (nueve mujeres y catorce hombres) y las autoridades nacionales y extranjeras presentes, entre las que se ubicaban en primera fila Cristina Kirchner, presidenta de la Argentina; José Mujica, de Uruguay; Evo Morales, de Bolivia, Ollanta Humala, de Perú; el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, entre otros representantes. En total, fueron 303 invitados del extranjero los que participaron en las actividades entre los que se cuentan presidentes, vicepresidentes, ministros y embajadores.
La ceremonia continuó con la toma de juramento a sus ministros y asesores que la acompañaran en estos cuatro años. Luego, Bachelet recibió a los jefes y jefas de Estado y de Gobierno en el palacio presidencial de Cerro Castillo, se tomó la fotografía oficial y volvió a Santiago. Ya instalada en La Moneda dio su primer discurso, delineó su hoja de ruta y se comprometió a cumplir su programa. Durante el resto del día siguió recibiendo saludos protocolares y terminó la jornada con una gala cultural en la Estación Mapocho.
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