Dom 03.03.2002

EL PAíS  › QUE DISCUTEN HOY LAS ASAMBLEAS INICIADAS CON LOS CACEROLAZOS

Un menú bien bien variado

La marcha de los viernes a Plaza de Mayo dejó de ser la única y principal actividad de las asambleas barriales. Ya discuten en detalle sobre educación, salud, cultura, ahorros y seguridad, y comienzan a ampliar las acciones concretas más allá de la discusión de cada tema.

› Por Irina Hauser

“Esto es un genocidio planificado”, irrumpió a los gritos un grupo de cien vecinos en medio de una reunión de jefes y directores del Hospital Durand. La frase había germinado en las asambleas barriales de la zona, y fue acompañada con una advertencia: nadie toleraría que los médicos y enfermeros siguieran atendiendo emergencias con guantes de cocina o las manos al descubierto y que los enfermos no tuvieran alimento endovenoso. La asamblea de Corrientes y Medrano formó una red de electricistas, gasistas, ingenieros y obreros calificados que oficiarán de reconectores de servicios públicos cortados en el barrio. En Saavedra hay maestros que ofrecen clases de apoyo escolar todos los sábados a la tarde. Los caceroleros de Villa Crespo están en pleno armado de una canasta de útiles escolares económica para las familias de la zona. Los de Parque Rivadavia impulsan la fabricación de medicamentos genéricos. La Asamblea del Cid Campeador instaló una huerta orgánica.
Llevar del dicho al hecho las mociones que se votan en los encuentros barriales no parece una tarea fácil, pero da señales de querer concretarse. La educación, la salud, el trabajo, los ahorros y la seguridad de los propios asambleístas, son algunos de los temas centrales que empiezan a cobrar sentido en acciones puntuales. Las asambleas comenzaron estableciendo proclamas y consignas de impacto nacional –desde el rechazo al ajuste, el no pago de la deuda, que renuncie la Corte, la renovación de la dirigencia política hasta la elección popular de los jueces– y ahora también se vuelcan con fuerza a resolver necesidades del barrio. Esa conjunción de lo nacional con lo local es hacia dónde evolucionaron las asambleas en sus dos meses de existencia.
Los caceroleros que arremetieron en el hospital de Parque Centenario planteando la falta de insumos soportaron que algunos directores les gritaran “subversivos” en la cara, pero a los pocos días recibieron la noticia de que su reclamo había surtido efecto. Desde entonces siguen colaborando y participando de las asambleas de los profesionales de la institución. “Así nos fuimos enterando, entre otros temas, que a los médicos los amenazan a través de volantes donde les advierten ‘cuide su fuente de trabajo’. Nosotros trataremos de mejorar todo eso”, relató Romina, de 25 años, estudiante de sociología y desocupada, de la asamblea de avenida San Martín y Gaona.
Otras asambleas barriales trabajan en el mismo sentido, cada una con el hospital más cercano. La salud ocupa un lugar clave en sus agendas. La Multisectorial Vecinos de San Cristóbal invitó al director del Hospital Ramos Mejía a una asamblea dedicada exclusivamente a la salud en la que podría, además de responder preguntas, escuchar el testimonio de pacientes, médicos y enfermeras. En la asamblea de Corrientes y Medrano un grupo está avocado a redactar un proyecto de ley de emergencia sanitaria y mantiene reuniones periódicas en la Legislatura Porteña. Los vecinos de Rodríguez Peña debaten la idea de no pagar Alumbrado, Barrido y Limpieza y destinar una cuota similar a los hospitales. Los vecinos de Flores Sur fogonearon un escrache al ex ministro de Salud Héctor Lombardo, quien se reincorporó al Hospital Piñero en diciembre como jefe de servicio e inmediatamente se tomó licencia, pero cobra un sueldo de 3.200 pesos. La iniciativa fue apoyada por la asamblea interbarrial de Parque Centenario y será este jueves.
Ya hay cientos de asambleas en todo el país, y cada una es un mundo. Todos quieren hablar, proponer, opinar, explorar una forma de participación para muchos hasta ahora desconocida y al final de las largas horas de reunión el listado de propuestas es inmenso. Para amortiguar y resumir las discusiones, la asamblea de Saavedra, por ejemplo, creó una comisión de reflexión “para limar asperezas”, explica Jorge Cappas, uno de sus integrantes. En algunos grupos surge a la vez cierta preocupaciónsobre cómo hacer para no perder el nivel de convocatoria, e incluso aumentarla.
La división en comisiones les ayuda a organizarse y atender cuestiones urgentes que surgen de las mociones elegidas. Las dificultades económicas se afrontan con todo tipo de tácticas de supervivencia. El reclamo contra el corralito, escraches a los bancos mediante, no es todo. Los vecinos del Cid Campeador, por ejemplo, van todas las semanas al Mercado Central y compran alimentos a bajo costo para todos los asambleístas, están armando una bolsa de trabajo y un relevamiento de los desocupados del barrio. La asamblea de Saavedra exige la entrada gratuita al Parque Sarmiento todos los domingos a la mañana en la puerta del predio. Las autodenominadas “ovejas descarriadas” de Longchamps acordaron movilizarse contra la privatización del alumbrado, y lograron que se suspendiera el proceso; están también en plena conformación de cooperativas de trabajo y proyectan una huerta comunitaria.
El rechazo al corte del suministro de servicios públicos y el reclamo de reducción de tarifas, son axiomas básicos de muchas asambleas. Los escraches a las privatizadas también. Algunos vecinos de Almagro le buscaron una vuelta más al tema: están formando una especie de equipo de rescate –formado por desocupados o subocupados– destinado a reponer, ante todo, electricidad y agua. Una imagen que recuerda al personaje que interpretaba Robert De Niro en la película “Brazil”. Paralelamente los mismos vecinos montaron una red solidaria que junta leche, alimentos no perecederos y ropa “para los excluidos del barrio”, explican, y para un comedor de chicos. La asamblea de Caballito-Primera Junta es bastante nueva, pero ya acordó crear su propio comedor para niños y jubilados. Los clubes de trueque, donde se intercambian bienes y servicios, son otra constante en decenas de asambleas. Y los vecinos de Parque Rivadavia están analizando en comisiones un proyecto revolucionario: la posible creación de un banco de los vecinos “para ahorrar con seguridad”, explican. La entidad sería manejada por la asamblea de vecinos-clientes, tendría estructura horizontal, y el manejo de los fondos sería totalmente público. Detrás de todo el inmenso espectro de mociones que surgen parece haber, sin embargo, una idea tácita que las reúne: “ocupar y ocupar espacios públicos”, traduce Ayelén, de Flores, con musculosa de hilo clarita y jeans ajustados. “Y recuperar la solidaridad y el sentido de pertenencia”, le apunta una de sus compañeras. Cada acción de las asambleas contiene una búsqueda que Octavio, 35 años y analista de sistemas, define como “qué clase de país queremos”.

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