EL PAíS › OPINIóN
› Por Eduardo Aliverti
Da la sensación, creciente, de que ni siquiera el Mundial sirvió para establecer una pausa en el andar político, gracias a las alternativas con los fondos buitre y el procesamiento de Amado Boudou. Cabe entonces reforzar la pregunta de si la potencia de esos temas es tal como para afectar no ya la política sino la economía de todos los días y sus perspectivas macro. Porque una cosa son los avatares partidario-institucionales, con intereses mediáticos que juegan un rol preponderante, y otra, la relación entre eso, los problemas objetivos y la temperatura social.
En el caso de la batalla con sede en Nueva York, también conviene dividir entre los aspectos jurídico-financieros y el estrictamente político. Para empezar por el segundo, Argentina viene cosechando una cantidad y calidad de apoyos internacionales que, en alguna medida, son impactantes. Si acaso el respaldo de la Organización de Estados Americanos y del G-77 más China puede ser visto como insípido, debido a la escasa significancia de esos organismos en el concierto internacional, nadie en su sano juicio diría lo mismo sobre las muestras de alarma que, ante el fallo adverso al país, exhibieron el FMI, el Banco Mundial y la propia administración de Obama. Acerca de esta última, por cierto que se abstuvo en la votación de la OEA. Pero lo hizo con una mera nota al pie, en que la representante estadounidense, Roberta Jacobson, aclara que se inhibe por tratarse de un asunto de tramiterío judicial ajeno a su gobierno. Con nada de insólito, la prensa opositora argentina tradujo esa abstención como rechazo a secas o directamente ignoró la resolución de la OEA en sus primeras planas. Fue una tosquedad análoga a la mostrada frente al resto de los sostenes que recibió Argentina. ¿Es lícito seguir hablando de un país aislado del mundo al cabo de un conjunto de respaldos que exceden largamente a los gobiernos latinoamericanos amigos? ¿Con qué rigor informativo y solidez intelectual pueden decir esta vez que Argentina no tiene más compañía que Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador? Francia, el Papa y algunos de los diarios más influyentes de Estados Unidos e Inglaterra, entre otros, ¿serán parte del eje del mal o de los vectores decadentes en que se acuesta el gobierno argentino?
Agregados a esa notable concepción de “aislamiento”, los sacrosantos mercados locales e internacionales no expresan ni el más mínimo gesto de grave preocupación (acéptese: por el momento, pero justamente es ese ahora lo que se analiza, porque es ahora cuando el coro de algunos medios y dirigencia opositora hablan de una Argentina amenazada en irreversible barranca abajo, gracias a las chiquilinadas y falta de profesionalismo con que Gobierno y negociadores habrían encarado el proceso de choque con los buitres). Se ve un palo y palo en el que no parece que haya improvisación permanente, más allá de los errores reales o presuntos en la previa del fallo. La movida de depositar el pago a los bonistas entrados al canje, con el riesgo de que el juez buitre embargara los fondos, fue sorpresiva para quienes pensaban que tras el dictamen de la Corte estadounidense no había más nada que hacer. Y el viernes pasado, en línea con la lógica de una catarata de demandas cruzadas, Argentina intimó al Banco de Nueva York para que pagara la deuda. Ya Griesa no había embargado sino “inmovilizado” esos fondos. El mismo día, cualquiera de los indicadores que quisieran tomarse demostró muy buena salud de los bonos y acciones argentinos, con ingreso de divisas en apuesta favorable. El dólar blue bajó. Ambito Financiero dio cuenta de que no descendió más todavía porque sobran pesos en la plaza; porque el mercado está “positivo”; porque hay “una bicicleta Giant imperdible para quienes tienen dólares atesorados en cajas de seguridad o cuentas de bancos”; porque los banqueros tienen diálogos optimistas. No sólo no hay la debacle anunciada, sino que los hombres de negocios estarían de festejo porque, al fin y al cabo y coyunturas aparte, casi todos tienen confianza en que el arreglo será inevitable gracias al enorme potencial emergente de Argentina. Es decir: la visión de largo plazo de una dialéctica capitalista que no come el vidrio vendido por ciertos intereses mediáticos. De hecho, al momento de leerse estas líneas, estaría concretándose en Nueva York la reunión de partes que coordina Daniel Pollack, el intermediario designado por Griesa para una negociación que –según los pronósticos catastrofistas– era imposible. Jay Newman, jefe de abogados del fondo NML, anunció que están dispuestos a cobrar una parte en efectivo y el resto en bonos. Este escenario financiero puntual y global debe contrastarse con inquietudes internas que sí deberían suponer o ratificar un alerta embarazoso. A pesar de que sigue observándose un Estado activo, con medidas de inclusión social que son un sello distintivo de la gestión oficial aunque se las denueste como asistencialistas, la economía no ofrece signos reactivantes. La creación de empleo y fuentes laborales continúa detenida y hasta en retroceso. Hay señales de caída de consumo, y una enorme mayoría de paritarias culminadas exitosamente disimulan poco que la devaluación de comienzos de año, los ajustes tarifarios y el decurso inflacionario significaron un golpe para el bolsillo de sectores bajos y de clase media. Sin embargo, ¿algo de todo eso tiene que ver con el fallo a favor de los buitres?
La determinación política y la muñeca que tenga el gobierno argentino es lo que dictaminará cuál es el futuro del destino kirchnerista de corto y mediano plazo. No semejan que lo serán un anclaje tribunalicio neoyorquino ni el transcurso kilométrico que le espera a la causa Ciccone –y a las demás que involucran al vicepresidente– en la suma de impugnaciones y apelaciones que sobrevendrán. En todo caso, las complejidades favorables o negativas que se sucedan en torno de ambos asuntos cabalgarán, para acá o para allá, según lo que el Gobierno decida bien o mal respecto de la economía cotidiana. Ni los buitres ni Boudou influirían en eso por su volumen per se. Sobre el affaire que compromete al vice, el firmante se permite reiterar que hay decenas de turbaciones similares, en su rango, en el tiempo y forma en que quiera hallárselas. Y que no necesariamente –más bien lo contrario– significaron porrazos demoledores contra la estabilidad y perspectivas de los Ejecutivos de turno. Puede y debe subrayarse lo volcado por Horacio Verbitsky en su revelador artículo del domingo 15 de junio pasado, en este diario, acerca del trasfondo político de la causa judicial contra Boudou. Se copia a continuación un tramo arrollador, que sucede a lo acontecido tras que el senador Eduardo Duhalde, en su interinato a cargo del Poder Ejecutivo, quitara a la Casa de Moneda la exclusividad que siempre tuvo para proveer impresiones de seguridad al Estado Nacional: “El ente oficial perdió entonces la impresión de padrones electorales, billetes de lotería, pasaportes, cartones de bingo y estampillas fiscales para cigarrillos. Como consecuencia de este proceso sus balances arrojaron pérdidas operativas cada vez mayores, lo cual obligó a imprimir la moneda argentina en Brasil, desde donde era remitida en aviones cargueros. Esto creó una sensación de crisis en el verano de 2009-2010. Uno de los reproches que se formulan al ex ministro de Economía es haber frenado un plan de reequipamiento de la impresora estatal. En su defensa, Boudou dijo que de haberse aplicado ese plan la Casa de Moneda habría estado paralizada durante dos o tres años, ya que implicaba desmontar la maquinaria existente y recién entonces instalar la nueva en el mismo lugar, lo cual hubiera agravado en forma extrema la dependencia del abastecimiento externo de la moneda nacional. Durante su gestión en el Ministerio de Economía este grave desmedro fue remediado por dos vías: la recuperación de la capacidad de producción de la Casa de Moneda por medios más racionales y económicos, a lo que se refirió en su indagatoria, y la contratación de parte del proceso con Ciccone Calcográfica, de lo que no habló. La reparación de una máquina que había sido desechada en 2008 por obsoleta y destinada a la provisión de repuestos para las restantes se realizó en 2011 en cuatro meses, con personal propio y apenas la compra de piezas de reemplazo por 100 mil dólares, cuando el programa de reequipamiento hubiera insumido 147 millones de francos suizos. Esto permitió incrementar de 450 a 600 millones de billetes por año la producción de Casa de Moneda, cuyo resultado operativo volvió a ser superavitario. El vicepresidente y el resto del Gobierno aplicaron durante demasiado tiempo las recetas del manual kirchnerista con la prensa, con la discutible idea de no amplificar operaciones insustanciales: no sabe/no contesta. Esta conducta dio lugar a equívocos y privó al Gobierno de exponer con claridad por qué era importante que la principal imprenta de seguridad del país reforzara la capacidad de producción de Casa de Moneda, sin necesidad de recurrir a la importación de billetes”.
Como el autor lo remarca, ninguna de esas consideraciones objetivas va en perjuicio de la responsabilidad o culpabilidad individuales que puedan caberle a Boudou. La Justicia se pronunciará, mientras por lo pronto se refuerza el interrogante de cuánto de intocable tiene este “régimen”, señalado como tal por los republicanistas que no aciertan a salir de su condición de bolsa de gatos. Volviendo al principio, entonces, las cosas son y serán por lo que son y no por lo que les parezca a algunos jugadores de prensa. Si es por jugar, jugamos todos. Si es por informar y opinar con cierto rigor, mejor diferenciemos.
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