EL PAíS
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Kirchner, Solá y el aparato
Por Jorge Rivas *
Las encuestas dicen que un alto porcentaje de los argentinos juzga positivamente a Néstor Kirchner y tiene expectativas puestas en su gestión. Lo que se valora en el Presidente, según parece, es lo que se juzga como una acertada lectura de las demandas sociales y su declarada intención de gobernar de acuerdo con ellas. Si la mayoría de los ciudadanos presume que ése es el rumbo del gobierno de Kirchner, a pesar de ciertas contradicciones en las que ya ha incurrido, parece inobjetable que lo apoye.
Sin embargo, al Presidente no le basta con ese consenso. Por lo menos, eso se deduce de sus evidentes esfuerzos por acumular otra clase de poder político, que tal vez considere más sólido que la adhesión individual de sus gobernados. Curiosamente, ese poder no es otro que el que ofrecen los aparatos de la política vieja, que Kirchner habría venido a renovar. En efecto, el premio que espera obtener cuando se mete de cuerpo entero a hacer campaña en los comicios provinciales, en sostén de tal o cual candidato, no puede ser otro que un juego de lealtades partidarias propias. La percepción de que esa actitud lleva a Kirchner a enredarse con prácticas y figuras que la mayoría condena, además, empieza a producir fisuras en la imagen presidencial.
En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, Kirchner apuesta todo lo que tiene a la reelección de Felipe Solá. Como se sabe, el gobernador está muy lejos de parecerse al futuro que auguran los gestos más populares del Presidente, y no sólo porque arrastra un pasado como funcionario de Carlos Menem. Sobre todo porque desde hace cuatro años, primero como ladero de Carlos Ruckauf y después como titular del Ejecutivo, ha tenido un desempeño protagónico en la tarea de gobierno que ha completado el viaje de la provincia hacia el colapso. El es, en otras palabras, un miembro estable del elenco que ha destruido al país y a la provincia a lo largo de la última década infame.
No obstante, en esa historia no se agotan las malas noticias para el Presidente. “Sin Kirchner gano igual”, lo desdeña Solá, que tiene muy claro quién es su jefe: “Pero sin Duhalde no se puede hacer nada”, aclara. No es poca confesión para un gobernador que por otro lado finge que hace su trabajo con independencia. Pero si él no tiene inconvenientes en reconocer que es hechura y rehén del aparato duhaldista, es poco probable que Kirchner esté dispuesto a admitir que en sus tres meses como Presidente él tampoco ha conseguido liberarse de esa condición.
* Candidato a gobernador de Buenos Aires por la coalición Izquierda Unida-Partido Socialista.