EL PAíS
Demolieron la escuela pero no la construyeron
La EGB Número 7 de Villa Udaondo, Ituzaingó, empezó las clases con paredes electrificadas, patios inundados y baños clausurados. Desde hace dos años espera que llegue la plata para el nuevo edificio.
“La situación es gravísima. Los chicos se desmayan del hambre. Tenemos chicos de familias muy numerosas que arman rutinas turnándose para comer. Los chicos naturalizan esto de que hay días que no les corresponde comer porque les tocó a los hermanitos. Lo mismo pasa con las zapatillas. Poco a poco van pudiendo venir cada vez menos. Acá hay necesidades básicas insatisfechas en la mayoría de los chicos y además vienen a la escuela y no tienen el edificio que se merecen en las condiciones mínimas para formarse”, se lamenta Silvana Llans, la vicedirectora de la EGB Número 7 de Villa Udaondo, Ituzaingó. Desde la escuela no pueden cambiar la situación social pero sí tienen derecho a reclamar que, por lo menos, les construyan la escuela que les prometieron.
Barrio pobre, escuela precaria, recursos limitados o inexistentes y la pobreza que crece a niveles desesperantes. La situación de la EGB 7 se multiplica en toda la provincia de Buenos Aires. Las escuelas públicas no tienen un presupuesto asignado para su mantenimiento y dependen de lo que la cooperadora recaude. Si los colegios están ubicados en una zona en donde la mayoría de las veces no se come, la cooperadora no consigue recursos y las reparaciones de la escuela son sólo esperanzas.
Este colegio con paredes electrificadas, patios inundados y baños clausurados consiguió a fuerza de firmas, radios abiertas, panfleteo e incansables notificaciones a las autoridades, que la Dirección General de Escuelas le asignara una partida de 180 mil pesos para su reconstrucción completa. La demolición comenzó, pero la construcción no. El empresario nunca recibió un peso, así que la obra se paró.
El edificio original, del cual todavía quedan algunas áreas en funcionamiento, fue construido en 1956. Muy poco había cambiado desde entonces. Pero su actual vicedirectora, Silvana Llans, no se resignó a que la pobreza siguiera avanzando adentro de la escuela. “Reclamamos al Consejo Escolar a través de notas que se remiten a la Dirección General de Escuelas en La Plata. Se clausuraron aulas, la dirección, secretarías, salas de maestros. Nos íbamos acomodando como podíamos. En 2000 clausuramos las aulas definitivamente porque los chicos tocaban la pared y sentían cosquillitas en las manos.”
El año pasado comenzaron las clases en aulas modulares “que tienen un nombre muy pintoresco pero, en realidad, son cuartos de chapa en los que en invierno te morís de frío y en verano te morís de calor. También hubo que demoler los baños y los chicos ya se acostumbraron a usar baños químicos. Es lamentable porque un pibe no tiene que ir a un baño químico sino a uno como se merece”.
Con respecto a los alumnos la vice es contundente. “Apostamos a los mensajes claros con los chicos, que entiendan que un edificio no es un favor que les hacen, sino un derecho que se les garantiza.” Lo mismo ocurre con el comedor. “Acá tiene que haber un comedor porque alguien les tiene que devolver lo que se les sacó a sus padres: la posibilidad de trabajar.” Si bien la remodelación del colegio incluye la construcción de un comedor escolar, todo tarda. “Esto tiene que ver con que no está en la mente de los que gobiernan sostener la escuela pública”, asegura Llans.
Por su parte, el intendente Alberto Descalzo (peronista) se hizo presente al inicio de clases del año pasado “y este señor dijo públicamente que se comprometía que la EGB 7 iba a tener el edificio que necesita y ya se ve cómo estamos, en peores condiciones, porque la escuela sigue deteriorándose”.
Otra de las voces oficiales del conflicto es Norma Pecchenino, presidente del Consejo Escolar de Ituzaingó, quien reconoció que la construcción fue detenida por falta de pago, y aseguró que el viernes pasado “se canceló la deuda del empresario y se pagaron 27 mil pesos por lo hecho hasta ahora”. También auguró que “se continuará con la construcción dentro de los plazos que correspondan”, y se atajó: “Todo depende de la situación financiera y económica de la provincia”. Ayer empezaron las clases. Pero la docente aseguró que “en realidad este es un inicio virtual, es como hacer que empiezan las clases, pero enseñar no es llenar este espacio de gente y que se arreglen como puedan. No tenemos ni mástil donde izar la bandera el primer día”.
Además la docente relata que cuentan con una biblioteca y se socializan los libros y los materiales de aprendizaje. “Un lápiz se parte y se transforma en tres, es una regla básica de consumo en esta escuela. Además los maestros tienen una caja con lápices y papeles para garantizar que en clase los chicos puedan escribir, porque en la casa a veces ni siquiera tienen una mesa donde hacer la tarea”, cuenta la vicedirectora.
Silvana Llans se queja de la burocracia y la hipocresía oficial. Sin embargo parece incansable. “Es una cuestión de compromiso –explica–, esto es gravísimo, pero vamos a seguir luchando porque creemos en la escuela pública y la vamos a seguir sosteniendo. Creemos totalmente en que la cosa tiene que cambiar y va a cambiar.”
Informe: Gimena Fuertes
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