Jue 09.10.2003

EL PAíS  › CON 40 VOTOS CONTRA 18 EL SENADO SUSPENDIO A MOLINE O’CONNOR

Para que el juez se acostumbre al ocio

De cara a los senadores, el magistrado acusado intentó victimizarse. Se elogió, amenazó pero sin gran éxito. Tampoco le sirvió la actitud del bloque radical que se opuso a la suspensión. Pasada la medianoche, la mayoría peronista, acompañada por cuatro radicales y Vilma Ibarra, votó la suspensión.

Por Felipe Yapur y Eduardo Tagliaferro

No le alcanzó al supremo Eduardo Moliné O’Connor advertir que si lo suspendían se estaba atacando a la Corte Suprema. Ni siquiera cuando aseguró que las instituciones republicanas corrían peligro de desaparecer si los poderes que la integran se atacaban mutuamente. Incluso, como les sucede a los condenados a la pena capital, recurrió al sinceramiento al reconocer que tenía miedo. Su estrategia no surtió efecto. Así, pasada la medianoche, Moliné se convirtió en el primer integrante de la tristemente célebre mayoría automática en ser suspendido hasta tanto se defina la sentencia del juicio político por mal desempeño que enfrenta. En consonancia con los discursos previos, el mayor número de voluntades fueron aportados por el justicialismo con el acompañamiento de los cuatro radicales escindidos del bloque, el Frepaso y el Frente Grande.
El bloque de la UCR, como anticipó Carlos Maestro a primera hora de la tarde de ayer, se opuso a la medida junto a los representantes de los partidos provinciales con quienes terminaron coincidiendo en los argumentos para rechazar la iniciativa.
No hay mejor defensa...
“Le pido permiso para sentarme frente a los senadores. Quiero ver la cara de mis jueces”, arrancó Moliné O’Connor cuando el titular del cuerpo, Daniel Scioli, le cedió la palabra. “Usted se dirige a la Presidencia”, respondió Scioli luego de decirle al magistrado que se podía ubicar como mejor le pareciera, dentro del espacio que tenía asignado. Así fue que el juez cambió sillas con su hijo Santiago Moliné O’Connor y se ubicó de frente a la bancada peronista. Concretamente frente al riojano Eduardo Menem, quien en varios pasajes del alegato defensivo asentía con su cabeza como coincidiendo con los dichos del juez.
Por la defensa comenzó hablando Badeni. El abogado insistió en la inconstitucionalidad que tendría una eventual suspensión de su defendido. Recurrió a ejemplos históricos. Entre ellos los juicios políticos realizados en 1947 contra tres integrantes del alto tribunal: Nazar Anchorena, Ramos Mejía y Zagarna. Insistió con pedidos de nulidades, incorporó una recusación contra el senador sanjuanino José Luis Gioja, afirmó que se incorporaron pruebas inexistentes y reclamó la presencia de varios testigos. Para el cierre de su exposición, Badeni reservó una cita de Bertrand Russell. En el contexto que fue planteada y con la línea argumental que luego siguió Moliné, el dicho levanta a los abogados a un pedestal. Al punto que habría que replantearse si la consigna de la revuelta estudiantil del mayo francés de 1968 que reclamaba: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, no fue escrita por abogados. Badeni, citando a Russell, concluyó diciendo “que los políticos hacen que lo posible se torne imposible y los hombres del derecho hacemos que lo imposible se haga posible”.
Palabras más, palabras menos, eso fue lo que en síntesis dijo Moliné. “El Poder Judicial pacificó a la sociedad. En lugar de darle una bomba o un pico, le dio la posibilidad a la sociedad de presentar pacíficamente un papel para que reclamen el derecho de propiedad. La Corte prestó un servicio”, señaló el magistrado con respecto al corralito financiero. Alternando la lectura de un escrito y guiándose con un ayuda memoria, Moliné arrancó diciendo que “desde los 17 años me despierto a las 6 de la mañana”. Luego de enumerar su carrera, sus estudios en la Escuela Modelo Argentina, el respeto a sus clientes en su bufete, Moliné llegó a este presente y se mostró sorprendido por estar sentado en el banquillo de los acusados. “Estoy pintado de alquitrán por difamaciones de las que espero que este Senado no sea cómplice”, dijo antes de enumerar los casos que dan motivo a la acusación por mal desempeño.
“A mí me tiran los 400 millones (del caso Meller) y a los otros ni pío”, comentó en otro pasaje de su defensa. Este fue uno de los puntos recurrentes de su exposición. Para el magistrado, los otros 7 jueces de la Corte Suprema acompañaron con su firma los fallos que dieron motivo a la acusación. “Acá hay una decisión política. No sólo ellos sino también sobre mi persona”, señaló para reafirmar sus dichos.
Desde la segunda bandeja del recinto, su mujer y sus hijas seguían atentamente sus palabras. Algunos cronistas fueron testigos del llanto de las hijas del magistrado. Moliné tuvo tiempo de dejar una amenaza rebotando en el recinto. “Esto es algo que va a recorrer el país, va a salir de las fronteras. Sabrá el mundo si se le pone una mortaja al Poder Judicial. Parece que, si se tiene el número, se puede hacer lo que se quiera (...) Las responsabilidad histórica será individual y no se podrá ocultar en los partidos políticos.”
...que un ataque radical
Desde que la acusación contra Moliné llegó al Senado, por una causa o por otra, el radicalismo fue funcional al magistrado. Primero retacearon el quórum a las sesiones inaugurales del proceso. Luego fueron las excusaciones planteadas por el mendocino Raúl Baglini. Ahora coincidieron con Moliné O’Connor al considerar inconstitucional la suspensión. A pesar de su oposición a la propuesta reclamada por los Diputados, los radicales se preocuparon de que sus números no pusieran en peligro la movida del oficialismo.
Así fue que llegado el caso de decidir la suspensión, el bloque siguió con su estrategia de aportar al quórum pero para cumplir el rol de alertar sobre los peligros que corre la República. Uno de los voceros de la posición del centenario partido fue el chaqueño Eduardo Moro, quien si bien consideró que la suspensión no puede ser considerada inconstitucional, sí consideró que “es improcedente”. Advirtió que de optar por esta medida se podía incluso a llegar en el futuro en avanzar con la suspensión de un Presidente en caso de someterlo a juicio político. “De esta manera podríamos generar un peligroso antecedente que en este caso, al no contemplar plazos, podría el juez o el Presidente estar suspendido por siempre.” El argumento no hubiera sido llamativo de no ser por absolutamente coincidente con el salteño Ricardo Gómez Diez, representante del procesista partido Renovador.
Mucho más coherente que los radicales, el riojano Eduardo Menem ejerció una firme defensa del cortesano. Consideró que es víctima de una “persecución” que tiene claros fines políticos. Trajo al recinto un estudio realizado por instituto de la UBA donde se sostiene que en el 91 por ciento de las acordadas “la famosa mayoría automática no actuó como tal”. Para el riojano no hay dudas que detrás de este proceso “hay una estrategia política del gobierno que no termina en el doctor Moliné. Ya les tocará el turno a los restantes”. Finalmente, Menem anunció su rechazo a la suspensión porque “no quiero ser instrumento de la venganza”.
Después del discurso de cierre de la senadora Cristina Fernández de Kirchner la votación arrojó 40 votos por la suspensión contra los 18 que se encolumnaron en la fallida defensa del cortesano.

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