EL PAíS
Kirchner y Duhalde acordaron bajar el tono político a la disputa
El encuentro se produjo en la Casa Rosada con la excusa de un plan de obras públicas, pero siguieron reunidos una hora. Acordaron no transformar problemas como el de la inseguridad pública en una discusión entre corrientes internas del peronismo. Hoy Kirchner recibe a Solá.
› Por Diego Schurman
Es curioso. Se puede concebir una tregua entre claros contendientes. Bush y Bin Laden, por ejemplo. O Bilardo y Menotti, si se habla de fútbol. Pero no entre quienes son socios políticos. Eso, sin embargo, ocurrió ayer con Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. El ex y el actual Presidente, que mantienen una alianza estratégica, tuvieron que firmar una acuerdo de “paz social” y bajar los decibeles del enfrentamiento que se desató entre Nación y provincia por el flagelo de la inseguridad.
La necesidad de calmar las aguas no se limitó a la foto que los retrató en la Casa Rosada, con la excusa del lanzamiento de un plan de obras públicas. Hubo, además, un encuentro de una hora en el despacho presidencial para avanzar en el camino de la depuración policial pero sin generar nuevos cortocircuitos en el plano político.
“No pelearse en público; ante la necesidad de priorizar una discusión técnica y no política; no transformar esto en una disputa de corrientes internas del peronismo”, fue el punteo que un conspicuo duhaldista hizo del pacto entre Duhalde-Kirchner.
En la Casa Rosada no se contradijo ni se confirmó la versión. El hermetismo suele suceder a todo contacto con el duhaldismo. No fue esta vez la excepción.
Sí hubo preocupación por la curiosa modalidad que adoptaron los secuestros. Kirchner y Duhalde coincidieron en que conlleva un mensaje implícito. “¿Cómo es eso de que van cortando en pedacitos al secuestrado?”, inquirieron.
–Acá hay intencionalidad de generar un clima de tensión –fue, en boca de un vocero duhaldista, la conclusión de la charla de su jefe con el Presidente.
Sea o no una mirada conspirativa, la inseguridad creciente ya convoca a protestas ciudadanas. Para este viernes, o a más tardar para el próximo, se hará un cacerolazo en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano, en intenciones mucho más contundente que el que ya se efectuó la semana pasada.
Duhalde quiere crear un cerco para que la depuración policial no arrastre a los políticos. En la Casa de Gobierno están convencidos de la complicidad entre unos y otros. Y deberán evaluar ahora si avanzar a fondo o preservar la alianza política con el poder fuera del poder. Sin tener cargo propio, desde el 10 de diciembre el ex presidente manejará los hilos del Congreso.
El testeo de Duhalde sobre cómo viene la mano no se limitó a Kirchner. Hubo un encuentro previo con el secretario privado de la presidencia, Juan Carlos Mazzón, a la sazón el funcionario que ocupó el mismo cargo durante su mandato. Mazzón es una suerte de nexo político entre el Gobierno y el peronismo.
No es la primera vez que Duhalde va a la Rosada para diluir una crisis cada vez más evidente y que tarde o temprano terminará en un reposicionamiento político.
La última visita a Balcarce 50 fue cuando Kirchner decidió desplazar al jefe de la Federal, Roberto Giacomino. En ese oportunidad, el interlocutor fue Alberto Fernández. Ayer, el jefe de Gabinete otra vez tuvo un papel protagónico junto a Kirchner.
“Nosotros queremos despolitizar esta discusión. No es Duhalde vs. Kirchner, ni Kirchner vs. Solá ni Solá vs. Duhalde”, insistió un duhaldista paladar negro, repitiendo –según dijo– la línea argumental de su jefe territorial.
En el encuentro de la Rosada no estuvo Felipe Solá. Un versión lo hacía presente. A esa hora el gobernador estaba lanzando un plan de seguridad en el Teatro Argentino de La Plata ante cientos de testigos. Allí resaltó que se encuentra en “la misma vereda” que Kirchner y que se buscarán “soluciones conjuntas”. No es un dato menor. Solá fue el primero en recibir el cachetazo oficial. Fue la semana pasada, cuando Kirchner le recordó al gobernador que “no basta con implementar discursos, hay que implementar acción”, lo que también podría leerse contra una supuesta inacción del encargado de la seguridad en la provincia, el duhaldista Juan José Alvarez.
Cerca de Solá, hicieron ayer su propia interpretación. “Lo que reclama Kirchner es mayor visibilidad de las acciones. El quiere que todo sea a su estilo, al estilo K, que las cosas se vean”, tradujeron ante Página/12. Hoy podrá saber la intención del Presidente de primera mano. Solá lo verá por la mañana. Para abordar tan delicado tema, el gobernador recibirá después al jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra.
En la guerra Nación-provincia que Duhalde quiere enfriar hay un protagonista excluyente: Gustavo Beliz. El ministro de Seguridad habló primero de la “narcodemocracia”. Y después vinculó el aparato político bonaerense con la corrupción policial. En ambos casos fue reprendido desde el propio Gobierno.
Dispuesto a no atizar el conflicto, Duhalde ordenó a los bonaerenses que no contesten por los medios. Ni así logró frenar la ira de históricos como Manuel Quindimil o Hugo Curto. Al participar en un acto en La Plata, los intendentes de Lanús y Tres de Febrero le dijeron a Beliz de todo menos lindo.
Duhalde hubiera preferido que la respuesta al ministro de Seguridad se circunscribiera a algún funcionario de la propia estructura de la administración nacional. Fue, al fin, Aníbal Fernández el que le hizo el favor: el ministro del Interior es un reconocido duhaldista. Pero además ambiciona suceder a Solá en la provincia. Ergo, debe defender las posturas de Kirchner pero sin entrar en choque con quienes le podrían proveer potenciales votos.
“Hay que diferenciar, si no esto se resolvería matando a todos los políticos”, cruzó Fernández a Beliz, en una prédica contra las generalizaciones. Se supone que desde hoy, tras la tregua alcanzada entre Kirchner y Duhalde, no habrá nuevas agresiones, al menos verbales.