EL PAíS
Solá pasó por la Rosada a ver a Kirchner y a bajar los decibeles
El Presidente le había pegado muy fuerte al gobernador el viernes. Después Beliz dobló la apuesta. Se generó un abismo entre el Gobierno y el peronismo bonaerense. Ayer Solá se reunió con Kirchner y hubo cierta distensión.
› Por Diego Schurman
El desfile de Felipe Solá por la Casa Rosada tuvo una unívoca carga simbólica: despegarse de las acusaciones del propio Gobierno que vinculan al aparato bonaerense con la corrupción policial. Pero por si la foto no hubiese sido suficiente, el propio gobernador se preocupó en refrescar el significado que buscó darle a su encuentro de ayer con Néstor Kirchner. “No hice jamás pactos con la policía ni los voy a hacer”, dijo.
Las aclaraciones de Solá no fueron ociosas. La semana pasada el Presidente lo pintó como un prototipo de la dirigencia argentina por la manera de afrontar el tema de la inseguridad. Dicho en criollo, lo acusó de hacer mucho ruido y conseguir pocas nueces. “No basta con implementar discursos, hay que implementar acción”, lo retó desde Puerto Madryn, en el mediodía del viernes.
Pero lo que parecía una gragea más del estilo K, por esto de romper con lo políticamente correcto, se convirtió en una dosis insoportable entre los bonaerenses cuando a la ofensiva se sumó Gustavo Beliz. El ministro de Justicia y Seguridad de la Nación habló de “complicidades” entre dirigentes políticos y policías de la provincia.
“Cuando se generaliza, por más que se pueda tener razón en algunos casos, la gente honesta se pone muy mal y reacciona en consecuencia, porque puede que se sienta aludida”, aludió Solá sobre la frase que hizo correr frío en la espalda de más de un bonaerense.
La generalización de Beliz obligó a varios funcionarios a mostrar chapa de inocentes. El intendente de Lanús, Manuel Quindimil, fue uno de ellos. Y hasta abrió la posibilidad de renunciar a la titularidad del peronismo provincial si Kirchner no disponía el relevamiento de Beliz del cargo. Por la noche, Quindimil logró el aval del Consejo del PJ provincial a su ofensiva (ver aparte).
Lo de Quindimil, en rigor, aparece como coletazo de un conflicto que fue saldado políticamente el lunes, durante un encuentro entre el mandamás del distrito, Eduardo Duhalde, y el propio Kirchner. Los socios estratégicos del poder acordaron no transformar la inseguridad en un campo fértil para la “guerra fría” entre los grupos que representan dentro del justicialismo.
El propio Solá terminó de confirmar que uno de los acuerdos alcanzados en la Casa Rosada fue despolitizar el tema, como si la inseguridad no fuera consecuencia de las políticas aplicadas. Lo hizo después del desayuno con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, que fue el preámbulo a su encuentro con Kirchner.
La tregua alcanzada entre la Nación y provincia por ahora logró frenar los ataques personalizados y también las generalizaciones que alcancen al aparato bonaerense. Sin embargo, el tema hizo implosión en la propia Casa Rosada, que tuvo su propia interna entre Beliz y el ministro del Interior, Aníbal Fernández.
Públicamente, Fernández le pidió a Beliz que cuando acuse a la provincia lo haga con nombre y apellido. El ministro del Interior, duhaldista al fin, tiene ambiciones de suceder a Solá en la gobernación y no quiere quedar enfrentado con los intendentes, siempre potenciales proveedores de votos.
Kirchner debió intervenir ayer para que no hablaran más en público. Pero en privado siguieron los roces. Fernández defiende la vieja política, e insiste en que no hay vasos comunicantes entre la política y la policía. Beliz, en cambio, al igual que el Presidente, está convencido de que los hay.
A la hora de las formalidades, Solá dijo que va a trabajar en línea con Kirchner. Y que va a actuar inmediatamente “afecte a quien afecte”. Aunque, para no levantar polvareda en su territorio, aclaró que eso no significará hacer una “caza de brujas”. Y el gobernador sabrá por qué lo dice.