Lunes, 20 de julio de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mario Wainfeld
Horacio Rodríguez Larreta será el próximo jefe de Gobierno en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El candidato de PRO se impuso a Martín Lousteau (ECO) por tres puntos porcentuales. Una diferencia mucho más estrecha que las que presuponían las encuestas, el resultado de la primera vuelta y los márgenes conseguidos por Mauricio Macri en los ballottages de 2007 y 2011.
La convalidación y el margen exiguo fueron los datos salientes de una jornada tranquila transcurrida en un clima entre otoñal y primaveral.
La participación se redujo con relación a la primera ronda, el 5 de julio. Mermó del 73 por ciento al 69,38 por ciento. Por ahí incidieron una leve dosis de desinterés y bastante más las vacaciones de invierno que muchos porteños emprendieron.
El voto en blanco subió del 1,9 por ciento al 5,50. Esto implica que se redujo la suma total de votos válidos (en rigor afirmativos) emitidos. Sobre ellos, exclusivamente, se calcula el 100 por ciento que se reparte entre los candidatos para relatar el score final.
En una elección ejecutiva lo más relevante es quien gobernará la CABA. El PRO prolongará su hegemonía hasta 2019 completando tres mandatos: la marca record en la corta historia del distrito.
La Legislatura se conformó en la primera vuelta. El PRO conservará una holgada primera minoría, el ECO de Lousteau tendrá la segunda. Nada indica, a priori, que haya dificultades para gobernar, sobre todo teniendo en cuenta que el grueso de la coalición ECO forma parte del espacio Cambiemos que sigue comandando el jefe de Gobierno Mauricio Macri.
Ese fue el motivo central del festejo macrista de ayer que recorrió sus ritos habituales aunque se dosificaron el baile y los globos acaso pensando en la mirada de argentinos de otros distritos.
El partido amarillo seguirá controlando su bastión germinal e histórico. Posiblemente el 10 de diciembre, cuando asuma Rodríguez Larreta, se haya olvidado el sofocón que pasaron ayer mientras se iba dando a conocer el ajustado escrutinio definitivo. Las repercusiones nacionales asoman como potencialmente más fuertes.
Uno de los hechos más contundentes de la jornada es que PRO apenas creció desde dos semanas atrás en número real de votos: 858.681 contra 832.619. Si eso “vale” seis puntos porcentuales más es porque se achicó “la torta” sobre la cual se calcula.
Casi puede decirse que el buen desempeño en la primera vuelta edificó antes un techo que un piso del delfín de “Mauricio”.
No se repitió la costumbre PRO de imponerse en todas las comunas (reiterada dos semanas atrás), el opositor lo batió en nueve de las quince.
El mejor parcial para el macrismo fue la Recoleta donde se congrega la mayor riqueza y “alcurnia” de los porteños.
Habrá que mirar mejor el mapa en días venideros, pero en trazos gruesos Lousteau se afianzó en las zonas donde supieron primar el Frente Grande primero, el Frepaso y la Alianza más luego: en particular el corredor de la avenida Rivadavia, cobijo de clases medias mayormente. En aquel entonces el diseño era algo distinto: 28 circunscripciones que devinieron las 15 comunas de ahora.
Lousteau se puso eufórico y prometió construir una alternativa para 2019. Es un recorrido largo y ripioso para quien arranca desde el llano sin un arraigo institucional. No se pueden hacer profecías acerca de cómo le irá. Está escrito en el manual de la política que debe intentarlo una vez que se “instaló” como protagonista, consiguió buen nivel de conocimiento público y obtuvo una derrota envidiable (el oxímoron vale).
Construyó el piso en la primera vuelta. El padrón porteño es amigable con sus jefes de Gobierno (dos reelegidos, uno que llegó a presidente) pero también se da margen para apoyar de modo pendular a figuras de “terceras fuerzas”. Sin agotar la lista evoquemos a Carlos “Chacho” Alvarez, Aníbal Ibarra, Gustavo Beliz, Luis Zamora, Fernando “Pino” Solanas. Todos fueron estrellas durante un tiempo, algunos se proyectaron a la escena nacional, otros no lograron trasladar su legitimidad electoral más allá de la Avenida General Paz.
Lousteau obtuvo derecho a la segunda vuelta ubicándose con destreza en ese andarivel conocido que supo capitalizar la extinta coalición FA-Unen en 2013. Los números cantan que ayer su caudal fue engrosado –básicamente y sin ninguna duda– por votantes que migraron desde el Frente para la Victoria (FpV). Y acaso en mínima fracción por votantes de los partidos de izquierda.
El debate entre dirigentes y militantes kirchneristas acerca de si era mejor votar tácticamente en blanco o a Lousteau fue resuelto numéricamente en favor de la segunda opción. Tal vez primó el pragmatismo. Por ahí incidió también la proverbial inclinación de los argentinos (kirchneristas o no, militantes o no) a participar. En este caso, a implicarse en las elecciones y “votar positivo”. Aunque sea por el mal menor o el second best, como cada quien describa.
Imposible corroborar científicamente qué sucedió. Es diáfano que hubo una traslación masiva de sufragios. “La gente” se empecina en implicarse e influir cómo y dónde puede... intuye uno.
En simetría con esta lectura, el número de votos en blanco no ascendió taaanto dadas las contingencias y la convocatoria de partidos y referentes a ejercitarlos.
La proyección nacional de las elecciones provinciales es una tentación en la que debe caerse de modo moderado. La CABA, como la mayoría de los territorios que ya se pronunció, revalidó a su Ejecutivo. Fue del modo más apretado que recuerde el PRO.
Indicios de explicación sobran. El más evidente es que Rodríguez Larreta no es Macri, el líder del partido y referente del centroderecha argentino. Dista de ser una figura carismática o apenas agradable. Ni siquiera era el posible relevo más taquillero dentro de las filas de PRO. Macri se jugó por él, en detrimento de Gabriela Michetti.
De cualquier modo el macrismo no tiene por qué quejarse de los porteños que lo relegitimaron en las PASO y las generales.
Su desdicha fatigó otras comarcas: Santa Fe y Córdoba son las más conspicuas. Allí se confiaba en ganar según los presagios de hace contadas semanas. No hubo tal y la “ola amarilla” se hace esperar. Tanto que ayer rozó su cota más baja, en condición de local.
Rodríguez Larreta y su vicejefe Diego Santilli honraron a pies juntillas el instructivo de Jaime Durán Barba para los candidatos cordobeses, aplicable a todo el mapa argentino.
Transcribimos algunas ideas fuerza gozosos, porque es divertido e instructivo:
“Reforzar la idea de cambio.
- No importa hablar de propuestas, importa emocionar a la gente que está escuchando, mostrar a los candidatos humanos, cercanos.
- (...) Pensar en el oyente y repetir el mensaje que queremos que el oyente escuche.
- Hablar de la gente.
- Tono conciliador, basta de peleas, la prioridad es la gente.”
Macri se apartó de ese jugoso libreto, lo que comprueba que su equipo de campaña está atento y reactivo. Habló de política e innovó con un relato novedoso, para él. Relegó a un lugar subalterno la idea de (y hasta las menciones enfáticas al) “cambio”. Reconoció como positivas una ristra de medidas centrales del kirchnerismo desde la Asignación Universal por Hijo hasta la recuperación de Aerolíneas Argentinas e YPF.
El líder de PRO recalculó, enfilando por la “ancha avenida del medio” de la que suele hablar el tercero en discordia, el diputado Sergio Massa. El Frente Renovador que nada pudo celebrar en la ronda de votaciones locales ayer seguramente pasó un buen momento viendo el score final.
En el FpV también cundió el buen humor aunque sus dirigentes porteños deberían preguntarse si no es hora de pelear mejor ese territorio esquivo. Procurar ser o hacer “mejor” piensa el cronista en muchos órdenes de la vida empieza por ser o hacer “distinto”. En este caso, distinto de una acción política espasmódica con candidatos que no caminan la ciudad día tras día durante cuatro años. La CABA es una rara avis institucional y fáctica, con derechos de provincia (no todos) y características de ciudad. “El territorio” existe todos los días, su población también, tanto como sus necesidades, problemas, organizaciones, dolores y fiestas. Construir de otro modo frisa con el imperativo sobre todo porque otro formato de construcción naufragó por tercera vez consecutiva, más allá del digno desempeño de Daniel Filmus o Mariano Recalde, arrancando ambos de muy atrás.
El resultado comprobó que Lousteau tenía razón al presentarse el ballottage. Menoscababan a las instituciones los periodistas y dirigentes que lo presionaron para que se retirase. Y anticipaban de modo exagerado las tendencias “inexorables” que se confirmaron por una uña, en el borde mismo.
Fue floja la actuación de los encuestadores: seguramente la peor desde que comenzaron las votaciones 2015. Un alerta para ellos y también para los que (desde cualquier bandería) dan por concretados los resultados leyendo sondeos y no recontando voto por voto.
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