EL PAíS
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Diez años de impunidad
Por Daniel Das Neves*
Hace diez años el cuerpo sin vida de Mario Bonino apareció flotando en el Riachuelo. Generoso, solidario, muy buen compañero, Mario era un periodista que había decidido colocar su capacidad militante y profesional en el camino de la construcción cotidiana de una organización, la UTPBA, cuyas ideas abrazaba y enriquecía. Lector inteligente, la política internacional lo atrapaba, tuvo en el periodismo deportivo –sentía pasión por el fútbol– una excusa elegante para hacerse de compañeros y amigos con quienes debatir temas que él proponía, provocando discusiones que nunca perdían de vista la necesidad de afianzar lazos solidarios. Ese espacio le quedó chico y, sin abandonarlo, encontró en la UTPBA el lugar para hacer explotar más intensamente sus condiciones humanas y políticas.
Su cara, inmune al paso del tiempo, lo deschavaba cuando un hecho injusto se le cruzaba en el camino y era el adelanto de una batería de argumentos, a tono, eso sí, con la medida del destinatario. Maestro en la polémica y en el mano a mano, persuadía, convencía, amortiguaba. Militaba y trabajaba, trabajaba y militaba, a toda hora.
La Justicia jamás esclareció el crimen de Mario, como tampoco lo hizo con tantos otros. Pero el país en el que mataron a Mario era aquel en el que su muerte era atribuida a un “suicidio”; era aquel que registraba, durante ese año 1993, la mayor cantidad de ataques a la prensa; era aquel en el que dos meses antes de su muerte 10.000 personas, convocadas por la UTPBA, se habían expresado en la Plaza de Mayo “Por la Vida, Contra la Impunidad”, a raíz de las amenazas, intimidaciones y agresiones al periodismo; era aquel del triunfo del menemismo en las elecciones a diputados realizadas en octubre; era aquel de la firma, un día antes de la aparición del cuerpo de Mario, del Pacto de Olivos, salvoconducto para la segura reelección de Menem; era aquel en el que tres personas pretendían ingresar de madrugada a la UTPBA y golpeaban al sereno, mientras una amenaza de muerte llegaba por vía telefónica, todo en el mismo momento en que buscábamos desesperadamente a Mario.
Fue esa impunidad la que asesinó a Mario. Con la Justicia de rehén, con la verdad pasada a retiro. Años de menemismo rabioso –expresión local del neoliberalismo criminal–, con un consenso que tornaba inaudibles gritos que exigían el esclarecimiento del crimen de Mario Bonino. Porque tenemos memoria, porque nunca dejaremos de rebelarnos contra todo tipo de injusticia y porque Mario siempre será una bocanada de vida en esta lucha sin tiempo: La Impunidad No Será Eterna.
* Secretario general de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA).