EL PAíS
› CRECE EL DEBATE SOBRE RIESGOS
Y BENEFICIOS DEL ALCA. LA IGLESIA OPINA
Ahora el lobo del ALCA es un corderito
Argentina y Brasil consensuaron con EE.UU. una versión light del ALCA, privilegiando los acuerdos bilaterales, al archivar la ambiciosa apertura comercial irrestricta de la región. Mañana y pasado, en Miami, salvo imponderables, se definirá esa línea. Por lo pronto, aquí avanza la ola opositora al ALCA, con un documento crítico de la Iglesia.
› Por Claudio Scaletta
Mañana y pasado representantes de todos los países americanos, excepto Cuba, se reunirán en Miami para un nueva ronda de acercamientos con miras a la conformación del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). En Argentina, mientras tanto, se consolida una fuerte oposición a la apertura comercial irrestricta que tuvo su clímax en los ‘90 y que incluye a una gran variedad de actores sociales, desde el movimiento “No al Alca”, que organizará una consulta popular en rechazo a la unión hemisférica, hasta la Iglesia Católica, que ayer dio a conocer un documento sobre los riesgos del libre comercio (ver aparte). No obstante, el escenario internacional parece haber cambiado. Pocos imaginan a enero de 2005 como el comienzo de la gran liberación comercial continental ambicionada por Estados Unidos durante la administración de Bill Clinton. El incumplimiento de las promesas de apertura agrícola realizadas en la Ronda Uruguay del Gatt, con su desenlace en el fracaso de la última reunión de la OMC en Cancún, dejó una enseñanza: un ALCA en el que Estados Unidos continúe subsidiando a sus productores agrícolas e imponiendo medidas paraarancelarias mientras los países con industrias incipientes se abren sin más a la competencia hemisférica ya no será posible. En este contexto, el debate de fondo, la discusión sobre las ventajas y riesgos de la liberalización comercial, continúa faltando a la cita.
La ambiciosa propuesta plus de apertura comercial continental apenas para dentro de poco más de un año ha comenzado a ser reemplazada por una alternativa minus en la que las concesiones de apertura serán recíprocamente compensadas. En los encuentros preparatorios para la reunión de Florida los países del Mercosur, especialmente Brasil y Argentina, propusieron un nuevo esquema de integración por etapas, y con mayor flexibilidad en los tiempos y formas de ingreso de los distintos estados de acuerdo a sus necesidades de adaptación.
La realidad es que, en materia de apertura, la falta de reciprocidad evidenciada en el pasado, en especial la resistencia estadounidense a terminar con los subsidios agrícolas a pesar de las promesas formuladas en la ronda Uruguay del Gatt, durante los prolegómenos de la constitución de la OMC, ha dejado algunos resquemores entre los interlocutores, quienes ya no parecen dispuestos a hacer concesiones a cambio de nada. Frente a la propuesta de Estados Unidos de derivar el tema agrícola a la OMC, los países del Mercosur contraofertaron mandar al organismo regulador de los intercambios también los temas que le interesan a la potencia hegemónica, esto es, servicios, compras del Estado, inversiones y propiedad intelectual. De esta manera quedaría en el ALCA sólo el “resto”, es decir, la industria.
La pregunta que entre los cuidados de la jerga diplomática nadie formula en voz alta es cuáles pueden ser los efectos de la completa liberalización comercial sobre las manufacturas de los países menos desarrollados del continente. En este punto existen dos argumentos clásicos, el “proteccionista” y el “aperturista”. Al primero, que destaca los problemas de competitividad y asimetrías entre industrias desarrolladas e incipientes, se le opone el segundo, que sostiene que la eliminación de la protección traerá como resultado benéfico la especialización en aquellos productos en que los países tienen ventajas comparativas. En el caso de Argentina, por ejemplo; los agrícolas.
Al respecto, el especialista Enrique Arceo, economista de la CTA, recordó que durante la última década la libre fuerza del mercado produjo de hecho esta especialización. En ese período, la producción agrícola local creció el 80 por ciento. Sin embargo, el sector no generó empleo, antes bien expulsó mano de obra. “Tanto en Argentina como en Brasil se produjeron especializaciones en producciones altamente intensivas en capital y recursos naturales, lo que, como ya demostró Raúl Prebisch, resulta ineficiente en términos sociales”, consideró. Para Arceo, lo que está en juego en el ALCA es un modelo productivo. En un país desarrolladoo la mano de obra que se expulsa de un sector es, en alguna medida, absorbida por otro. Para que esto suceda en una economía globalizada tendría que existir libre movilidad de la mano de obra entre las distintas naciones, una alternativa absolutamente excluida en las negociaciones y el espíritu del ALCA. En consecuencia, al no poder acomodarse en otros sectores, la existencia de mano de obra excedente deteriora el salario, profundizando la distribución regresiva del ingreso.
El argumento de la asimetría, en tanto, sostiene que para una industria incipiente, como la Argentina, sería muy difícil poder competir con la primera potencia mundial, cuyo Producto Interior Bruto de más de 10 billones de dólares, duplica la suma de los PIB de los otros 33 estados que integrarían el ALCA. En este punto vale recordar que no existe ejemplo en el mundo de economía que se haya desarrollado en un contexto de libre comercio, sino más bien haciendo todo lo contrario. China y el sudeste asiático constituyen los casos más recientes.
Para la economista Débora Giorgi, quien participó de la génesis de las negociaciones para la integración comercial hemisférica, el ALCA es una opción deseable, aunque no a cualquier precio. Según la especialista en industria, los efectos favorables de tener como mercado al continente y de acceder a la demanda de Estados Unidos, sólo podrán conseguirse si se respetan algunos principios económicos básicos de los procesos de integración. Entre ellos, el de “nación más favorecida” de los países del continente frente a terceras economías y el de “economías en desarrollo”, pues los tiempos de sumar a países como Paraguay no pueden ser los mismos que los de Canadá o Brasil. No obstante Giorgi consideró que actualmente el ALCA no entraña los mismos riesgos que en el pasado, pues el esquema actual es “muy poco ambicioso”, respeta las bilateralidades y, si bien se mantiene la voluntad de integración, “se está pensando en tiempos más largos”, concluyó.
Por último, existe una perspectiva que va en contra del ALCA, pero que lo excede: la guerra de los subsidios agrícolas, por lejos el tema más delicado de cualquier integración exitosa, es en realidad, según la define Arceo, una “puja interimperialista”. Si hoy las principales potencias eliminasen los subsidios agrícolas, Japón y Europa se volverían dependientes de Estados Unidos en materia alimentaria. Y por ahora, un ALCA sin cuestión agrícola parece poco viable.
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