EL PAíS › PANORAMA POLITICO
› Por Luis Bruschtein
“Hoy vine a flashear ser pobre/ necesito flashear ser pobre/ pero si cae la yuta/ soy un pibe de barrio norte” cantan los pibes de Poxyclub en las redes. Son youtubers y tienen otra canción que se llama “Bailando en el búnker de Macri”. El dúo se separó en el 2014, pero con el triunfo de Macri, sus videos siguen dando vueltas. Los adolescentes consumen Poxyclub y lo viralizan. Los radares les funcionan mejor que a los adultos. Ven a Macri en Cresta Roja, como ayer, rodeado de obreros en un escenario artificial, para anunciar, “por el bien de los trabajadores”, el veto de una ley que busca frenar los despidos. Ven eso y se ponen a escuchar esta canción para reírse. Igual que cuando Macri dice que su primera entrevista de trabajo fue cinco veces peor que la de cualquiera, incluyendo a los pibes pobres, porque el entrevistador fue su papá millonario. Entonces los pibes se ponen a cantar “vivir una vida de lujo/ nos puede aburrir/ no quiero presumir/ pero me gustaría probar algo nuevo/ quiero flashear ser un pibe/ de barrio más”. Y la canción se viraliza y circula. Los pibes que siguen haciéndolos circular no son politizados, ni ka, ni PO, ni nada, pero la canción les cuenta lo que ven: caretaje.
Son señales de la cultura. O, si se quiere, los anticuerpos en una sociedad donde los más burros desinformados hacen fila entre los más informados. Son hechos espontáneos. A Rorro y Mate, nadie les pagó para que escriban estas canciones que van a contrapelo de la letra de los medios oficialistas que muestran excavadoras en el desierto tras el increíble tesoro enterrado de los Kirchner o perros que fruncen la nariz cuando huelen un bolso kirchnerista donde semanas atrás hubo “millones” en billetes. Ayer La Nación anunciaba con alborozo que se había allanado la tumba de Néstor Kirchner en Santa Cruz y que Aerolíneas había prohibido los contratos con los hoteles de los Kirchner en el Sur. Y el miércoles, periodistas de investigación habían falseado cifras sobre los arreglos que los Kirchner hicieron en la quinta de Olivos, que en realidad fueron mucho menos onerosos que los del matrimonio Macri. Y más respetuosos del patrimonio cultural que destruyó el actual presidente con sus remodelaciones.
No hay canción sobre tesoros enterrados o fantásticos bolsos de billetes y si la hubiera sería pagada por la billetera PRO. Los Poxyclub ni siquiera circularon en las radios o la televisión. Hicieron su paso fugaz y gasolero con clips en YouTube. Sin billetera de por medio. Son fenómenos espontáneos de la cultura.
El estómago donde se digieren estas señales que escurren entre las grietas de una cultura dominante tiene su misterio. Pero son formaciones más duraderas, es lo que se va a decir en el futuro cuando se convierta en la descripción explícita de esta época. El bombardeo forzado de algunos temas como la excavadora ridícula no irá nunca a la canción porque no resiste un minuto de reflexión. Es puro efectismo. Pero Macri es real cuando anuncia como un logro maravilloso para los trabajadores jóvenes el acuerdo casi esclavista con McDonald’s. Tiene una densidad poderosa de verdad. Para la mentalidad de Macri está perfecto que el primer empleo se pague la mitad de un salario mínimo. Y es tan bueno (para él) que, encima, una parte de ese salario lo va a subsidiar su gobierno. Y así más de cuatro mil jóvenes desplazarán a trabajadores que cobrarían por lo menos el doble. Lo más careta, lo más hipócrita es que el sindicato gastronómico de Dante Camaño y Luis Barrionuevo se ha convertido en aplaudidor oficialista mientras sus afiliados sucumben por las políticas que ellos aplauden. La Cámara de Restaurantes denunció que en la CABA está cerrando un restaurante por día, pero Camaño, el líder de los que se quedan sin trabajo, en vez de defenderlos, está feliz y proclama: “por primera vez en 44 años de gremialismo soy oficialista”.
Macri encuentra dirigentes obreros falseados para confundir, pero los pibes se mandan de celular a celular la canción de los Poxyclub: “necesito flashear ser pobre/ andar en bondi por la calle/ comprar ropa en sale/ ir al cíber a chequear los mails/ comer en McDonald’s”. La canción se alimenta con lo que queda en el subconsciente colectivo. Es un mecanismo espontáneo que decanta. Implacable, como el Micki Vainilla de Capusotto.
El ministro de Trabajo, Jorge Triaca, cuyo padre homónimo ocupó la misma función en el menemismo, niega que haya una ola masiva de despidos. Dijo que solamente los hubo en algunas ramas de la industria. El ministro estudió en el mismo colegio para ricos al que fue el presidente. Pero él era hijo de un dirigente del sindicato del plástico con una fortuna personal millonaria que explicaba por una herencia de su mujer. Su padre no quiso declarar contra los represores de la dictadura y fue duramente criticado por otros dirigentes sindicales porque cuando lo convocaron a declarar ni se acordó de mencionar a sindicalistas desaparecidos como Oscar Smith o Jorge Di Pasquale y otros. Esta semana el ministro Triaca hijo, que niega que haya una ola de despidos, denunció penalmente a los empleados de su ministerio que protestaban porque fueron despedidos.
Macri insistió con que no hay despidos. Lo dice con una convicción que no lo ayuda. Cada vez que lo dice, su credibilidad cae en picada. Y cuanto menos le cree la sociedad al Presidente, más crece el miedo a perder el empleo. Hay un Indec de la calle difícil de discutir. Empiezan a ser más los taxistas kirchneristas que los macristas. Ellos reproducen un clima que los tironea entre la propaganda de los periodistas oficialistas, sus propias observaciones y los comentarios de sus pasajeros. Solamente en la provincia de Jujuy, y solamente en el mes de abril, se registraron 3500 despidos en el Estado provincial, en los municipios donde ganó el radicalismo, en empresas de transporte donde hubo más de 70 despidos, en el cierre de la mina Las Pirquitas, donde despidieron a 600 trabajadores, o en Aceros Zapla. donde se anunciaron 30 despidos. El fideicomiso que administraba el ingenio La Esperanza se retiró sin poner un peso y la industria tabacalera se ha declarado en emergencia. La represión ilegal del gobierno del radical Gerardo Morales contra Milagro Sala tuvo como trasfondo esta política de despidos y precarización del empleo y los salarios.
Fuera de los oficialistas como el Momo Venegas, Camaño y Barrionuevo, el PRO no le ofrece tranquilidad al mundo gremial. La política económica no hace una sola concesión. Es todo para los ricos, como se dice en la calle. Así como el triunfo electoral de Macri provocó un reacomodo de la política, el plan económico de su gobierno está provocando otro a nivel gremial. Los procesos de convergencia en ese contexto no son buena señal para el PRO. No parece un movimiento para consentir al nuevo gobierno sino todo lo contrario. El olfato de los sindicalistas ya les marcó que este gobierno no tiene registro social y desconoce al mundo obrero. Para el viejo Vizcacha que todos llevan dentro, ese desconocimiento siempre ha sido mal presagio. Nadie cree que la situación vaya a mejorar en el segundo semestre o el año que viene. Muchos de los dirigentes están molestos con el kirchnerismo, pero sus bases no tienen esos pruritos. El desgaste del gobierno se acelera pero la recomposición de una opción opositora se retrasa. Sin embargo, todos coinciden que el PRO tiene que perder en 2017, lo que presiona fuertemente para encontrar puntos de contacto. El cuadro de reacomodo está abierto ahora en un sentido inverso al del principio del gobierno, cuando todos le sonreían. El mismo Sergio Massa es tironeado por ese fenómeno. Parte de su voto seguirá apoyando a Macri y otra parte se va a una oposición enojada. El lugar del medio es cada vez más estrecho. Tendrá que decidir entre dos caminos cada vez más distanciados. El equilibrio que trató de hacer en el debate parlamentario por la ley de emergencia laboral, fue arriesgado para su bloque. Si no cree que habrá una mejora en la economía que llegue a la gente de a pie, el gobierno no tiene nada que ofrecerle y habrá pasado el tiempo de aislar al kirchnerismo. Tendrá que buscar una estrategia diferente, más cerca de un PJ y un kirchnerismo que todavía se lamen las heridas de la derrota.
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