EL PAíS › MARK JONES, EXPERTO EN SISTEMAS ELECTORALES EN AMERICA LATINA
“Con las listas sábana disminuye el clientelismo”
Contra la opinión generalizada, está a favor de las listas sábana y en contra de una reforma política que imponga el voto preferencial, porque –dice– “aumenta la corrupción”. En un reportaje con Página/12 explica y fundamenta su posición.
Por Mariana Carbajal
Habla español con un fuerte acento anglosajón. Nadie dudaría de que es extranjero. Pero Mark Jones ya tiene incorporado a su vocabulario palabras tan autóctonas como “trucho”. Es porque hace diez años viene a la Argentina dos veces por año. Es profesor del Departamento de Ciencia Política de la Michigan State University, de Estados Unidos. Y visita el país no sólo porque le “encanta” su gente sino para estudiar el sistema político y el impacto de la ley de cupo femenino, un tema que investiga tanto aquí como en el resto de Latinoamérica. Sobre la cuestión ha publicado un libro y alrededor de quince artículos. A contramano de la opinión pública, Jones defiende las listas sábana y crítica con dureza la implementación del voto preferencial. “No es más que una ley de lemas con mejor prensa y maquillada”, señala en un reportaje con Página/12 y detalla sus aspectos negativos: “Aumenta el clientelismo político, la corrupción y el mal uso de los fondos públicos. Además, genera que menos mujeres lleguen a una banca”. Más que de una reforma política, Jones es partidario de mejorar la democracia interna de los partidos y sugiere que sea el Gobierno el que se encargue de controlar las elecciones internas.
–Las listas sábana están desprestigiadas en el país. En cambio, usted las defiende. ¿Por qué?
–La gente que está en contra de las listas sábana está en contra de la clase política en general, no creo que la crítica tenga fundamentos técnicos. Si hubiera un sistema de voto preferencial, seguramente tendríamos las mismas críticas. De todas formas, hablar de listas sábana no es adecuado porque se meten dos cosas en la misma bolsa: técnicamente, sábana es la boleta, la lista es cerrada y bloqueada.
–¿Cuál considera que sería el sistema más adecuado para la Argentina?
–El primer error que se comete con frecuencia es criticar el sistema vigente y proponer alternativas sin evaluar cuáles son las ventajas y las desventajas de cada opción.
–¿Cuáles son las ventajas de las listas cerradas y bloqueadas?
–La gente puede votar más por un partido, por ideas. En cambio, en el caso del voto preferencial, se vota por personas y es menor la posibilidad de controlar qué hacen los candidatos que resultan elegidos. En la Argentina ya hay experiencia con el voto preferencial: no es más que una ley de lemas con mejor prensa y maquillada. Pero el impacto sobre el comportamiento de los diputados y la relación entre los legisladores y los votantes es la misma.
–¿Cómo es esa relación?
–El voto preferencial aumenta el clientelismo político, la corrupción y el mal uso de los fondos públicos porque funciona de la siguiente manera: hay una lista de candidatos, por ejemplo del PJ, que compiten entre sí. No pueden distinguirse por el partido. Lo que tienen que hacer es ganar votos personales. La única manera de conseguirlo es a través de plata, del clientelismo, de la ayuda de grupos de presión para llegar a los medios, porque hay que proyectar una identidad personal. Por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires en lugar de tener una elección entre el PJ, ARI, UCR, Patti, habría una elección entre 35 candidatos peronistas, 35 del ARI, 35 de la UCR, 35 del partido de Patti. Si soy dueño de 10.000 planes de Jefas y Jefes puedo usarlos para conseguir votos preferenciales.
–Pensaba que el voto preferencial favorecía la posibilidad de que los electores elijan realmente al candidato que quieren.
–En algunos aspectos sí, da la oportunidad de votar por una persona. Pero si voto por un candidato, esos votos preferenciales suman para el partido, y para distribuir las bancas en el partido: si el partido gana cinco bancas, los cinco candidatos que saquen más votos serán elegidos. Puedo votar por un candidato pero eso no significa que vaya a ser elegido, además de un listado de 35 candidatos, es probable que yo conozca uno, y al resto no. Si voto por el Partido Justicialista, puedo evaluar después lo que hacen como partido. Pero si un diputado llega suelto es más difícilcontrolarlo y medir la calidad de su representación. Si se quiere ver cómo funciona el voto preferencial sólo basta ver cómo funciona la ley de lemas en las legislaturas: hay más fragmentación, más internas en cada partido, menos disciplina partidaria.
–Organizaciones de mujeres están alertando que la eliminación de las listas sábana afectará la representación parlamentaria femenina.
–Ese punto es claro. El voto preferencial tiene un impacto muy, muy negativo sobre el funcionamiento de la Ley de Cupo. Si tenemos un distrito en el cual se eligen diez legisladores y un partido gana seis bancas y otro cuatro, mínimamente se van a elegir tres mujeres. Con el voto preferencial no hay ninguna garantía de que se vayan a elegir al menos esa cantidad de mujeres. La experiencia de la última elección de concejales en Ushuauaia (donde se aplicó el voto electrónico y preferencial) nos muestra lo mismo que pasa en países como Brasil, Panamá, Perú, República Dominicana y Ecuador: cuando hay voto preferencial menos mujeres llegan a una banca que las que hubieran llegada con una ley de lemas como la que rige a nivel nacional.
–¿Cuántas mujeres resultaron elegidas en Ushuauaia?
–Ushuauaia tiene una ley de cupo del 50 por ciento y los sexos deben estar intercalados. En la última elección local obtuvo una banca sólo una mujer, entre siete lugares en disputa. Mientras si hubiera habido una elección por lista cerrada y bloqueada hubieran ganado tres: 14 por ciento, contra 43 por ciento. Incluso en un distrito en el que haya mucha conciencia de género se plantea el problema de a cuál candidata mujer ponerle el voto. Es un problema de coordinación. Podríamos tener muchas mujeres que quieran votar a mujeres, pero si todas votan a la misma candidata, ella entra y ninguna otra. Y al mismo tiempo, si se hace un reparto de votos demasiado plano ninguna entra. En Noruega, donde tienen voto preferencial para las elecciones municipales, a ese nivel se eligen menos mujeres que a nivel nacional, con listas sábana. Y estamos hablando de Noruega: si en ese país no hay igualdad entre hombres y mujeres, se puede imaginar qué puede suceder en la Argentina.
–¿Qué sucede en las provincias donde todavía no hay ley de cupos?
–Entre Ríos y Jujuy son las únicas que todavía no la incorporaron. En Entre Ríos se eligen 28 diputados: 15 para la mayoría y el resto se reparte entre las minorías que surgen a través del Sistema D’Hont. Es decir, en las listas hay 15 candidatos. En la del PJ había sólo una mujer, en el octavo lugar. En el radicalismo, tres mujeres en los primeros lugares y en Nuevo Espacio, también tres. Al final se eligieron cuatro mujeres de 28 bancas en pugna, mientras que con la ley de cupos que rige a nivel nacional hubieran sido como mínimo nueve, más del doble.
–¿Cuál es el sistema que favorece el vínculo entre el votante y el legislador?
–Generalmente cuando hay distritos más chicos y un sistema de internas más democráticas, más abiertas.
–Pero los distritos más pequeños perjudican a los partidos más chicos.
–Sí, es cierto, hay que encontrar un balance. Cada opción tiene aspectos positivos y negativos.
–¿Usted, entonces, no es partidario de la reforma del sistema electoral en la Argentina sino de un cambio en la elección de los candidatos dentro de los partidos?
–Apuntaría mucho más a mejorar la democracia interna de los partidos. No me parece que haya una gran necesidad de cambiar la forma de elegir los diputados y senadores. Podría perfeccionarse un poquito, pero no vale la pena encarar una reforma. Las internas deberían ser abiertas y obligatorias. Lo más razonable es que sean abiertas a los independientes y a los afiliados al partido. Y al mismo tiempo que el Gobierno se encargue de hacer la elección. Si el partido se encarga de hacer la elección no hay muchas garantías para las minorías. Es como jugar de visitante en el fútbol. El sector que ostenta la presidencia del partido es el que imponelas reglas y juega de local: establece cuándo es la elección, bajo qué reglas y se encarga del conteo de los votos. Al mismo tiempo, la experiencia argentina de internas abiertas obligatorias no es muy alentadora. La idea es muy buena, pero en la provincia de Buenos Aires ocurrió que los partidos decidieron no hacerla: la mayoría se quedó con todo y la minoría armó su propio partido. Casi lo mismo pasó en Misiones, la otra provincia que tiene internas abiertas obligatorias. En Buenos Aires, Duhalde se quedó con todo y la gente de Rico se fue para un lado y la de Patti y Menem para otro. Y al final, el sistema tuvo un impacto contrario al que se quería. Una reforma en sí misma suena muy lindo, pero las experiencias de internas abiertas y obligatorias que hay en el país hasta ahora han sido muy desastrosas. La ley puede ser muy buena, pero no hay ninguna garantía de que su aplicación práctica tenga el efecto deseado. Eso ocurre con los sistemas electorales.
–Plantea que el gobierno garantice la transparencia en las internas.
–Claro. En la situación actual es imposible que una minoría gane una elección interna. Para encontrar un ejemplo de un gobernador que pierde la interna hay que ir al 1995 cuando Jorge Sobisch perdió frente a Sapag, en Neuquén, pero casi no pasa. Porque los que están en el poder partidario tienen el aparato, más los recursos de Estado, más el control del partido. El gobierno puede permitir que el recuento de votos no sea trucho, que las urnas no se vuelen ni se quemen. La reforma que algunos sectores están planteando quizá suene bien para la Capital Federal, para Barrio Norte y Belgrano, pero su traslado a las provincias es otra cosa, allí la realidad es muy distinta. La idea de internas abiertas obligatorias es que hay una gran masa de independientes que se va a inclinar por candidatos que no sean del aparato. Es muy difícil que eso ocurra fuera de Capital. En el interior no hay masa crítica de independientes, que tengan su propia fuente de ingresos, sin relación con el Estado provincial o municipal.
–La clave pasa, entonces, por la democratización interna de los partidos políticos ...
–Es lo ideal. Pero hoy en día lo que se observa es que la interna no es una elección entre los mejores sino una batalla entre aparatos. Siempre van a ganar los que ya tienen el poder en los partidos.