EL PAíS › OPINIóN
› Por Graciela Karababikian *
Adelina de Alaye falleció el 24 de mayo y vamos a recordarla como una Madre de Plaza de Mayo, pero fue muchas otras cosas. Docente, directora de escuela, ama de casa, hija, hermana, madre “común”, fotógrafa amateur.
El secuestro y la posterior desaparición de su hijo el 5 de mayo de 1977 por parte de las fuerzas de seguridad represivas de la dictadura argentina la convirtió en aquello que le dio a la vez la tristeza y la fuerza más grandes de su vida: una Madre de Plaza de Mayo. Desde ese momento, el giro que cambió el rumbo de su vida la llevó por el interminable camino que miles de familias habían recorrido en esa época, y que, como ella misma, no lograron dar con el resultado esperado de descubrir qué pasó, cómo y cuál fue el destino de su hijo. No fue un fracaso. Ese mismo camino la llevó a conocer a otros, a conformar organizaciones y relaciones solidarias que potenciaron las búsquedas, los reclamos, el pedido de justicia, la memoria.
Adelina estaba llena de anécdotas. De cuando intentó quebrarse un brazo (sólo llegó a fisurárselo) porque no podía conseguir en su trabajo días personales de licencia para poder emprender la búsqueda de su hijo, de cuando conoció a Julio Cortázar y Ernesto Cardenal en aquel Coloquio en Paris en 1981, de cuando iba con una o dos Madres más a recorrer cementerios y trataban de distraer al cuidador con charlas interminables para poder mirar los libros de entradas de cadáveres, de cuando fingían cumpleaños, despedidas o jubilaciones, llevando flores y guirnaldas a parques públicos para poder reunirse sin levantar las sospechas de la policía.
Tuvimos la ocasión y el privilegio de conocer a Adelina cuando, generosa, ofreció su archivo para que Memoria Abierta lo organizara con el fin de que pudiera ser consultado. Intuitiva como era, sabía que las fotos que ella había sacado (en plena dictadura, a escondidas, en marchas de Madres, en sus viajes para denunciar los hechos) iban a ser importantes. Adelina tenía fotos que poca gente tenía, porque nadie documentaba “desde adentro”. Figuraban en sus registros, por ejemplo, una inicial ronda de Madres en La Plata, o la procesión a Luján donde ya se podían ver los pañuelos blancos. Pero su archivo documental, aquel acervo que había reunido “inintencionadamente” a partir de la desaparición de Carlos, iba a ser esencial para conocer la historia.
Esta cierta “fama” que ya tenían sus fotos (“muchas de ellas fotos de trastes”, le gustaba contar, explicando que ante la imposibilidad de levantar la cámara para evitar que la vieran, sacaba las fotos desde abajo, y una vez reveladas muchas mostraban sólo “puros trastes”), nos llevó a su archivo. Aída Sarti, quien estaba a cargo del archivo de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, nos contó acerca de las fotos de Adelina y allí fuimos, a La Plata, a trabajar con ellas. Y al descubrir su garaje (“un depósito de documentos viejos”, nos dijo) supimos rápidamente que no sólo las fotos eran importantes. En cajas de archivo, apiladas, sueltas, en carpetas, estaba allí la historia de su vida, atravesada por la desaparición de Carlos. Un archivo personal impresionante, tan fundamental para contar la lógica de la represión estatal desde su propia experiencia vital, tanto que hoy constituye parte del registro de Memoria del Mundo con que la Unesco destaca a aquellos archivos esenciales para conocer la historia. Documentación jurídica, correspondencia personal e institucional, registros de viajes, su militancia en organismos de Derechos Humanos (Madres de Plaza de Mayo de La Plata, APDH, Comisión Provincial por la Memoria), su carrera docente y su vida personal y familiar, su “vida normal” como decía ella antes de la desaparición de Carlos. También estaban los documentos que muestran cómo su vida dejó de ser “normal”: su búsqueda, su militancia, su solidaridad, los homenajes, los reconocimientos.
Adelina quiso donar su archivo –que ayudamos a organizar y clasificar– a Memoria Abierta. Sin embargo, le insistimos en la importancia de que -dado que su historia transcurrió en La Plata– quedara, de ser posible, en su lugar de origen. Hoy se encuentra disponible para la consulta en el Archivo histórico de la Provincia de Buenos Aires.
A través de un archivo es posible conocer distintas dimensiones: el contexto histórico en el que se produjo, información institucional, relaciones entre personas y organizaciones, la historia de su creador. A través del archivo de Adelina conocimos su lucha, su coraje, su inteligencia, su solidaridad. Y su generosidad que hace que hoy esos documentos puedan ser consultados por cualquier persona interesada.
* Memoria Abierta
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