Martes, 16 de agosto de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Juan Gabriel Tokatlian *
La mayoría de los especialistas y observadores de la política internacional de la Argentina ha señalado, con razón, que la palabra-tema más recurrente en los discursos, pronunciamientos y comunicados, adentro y afuera, del gobierno del presidente Mauricio Macri es inversiones. La diplomacia actual parece orientada, prioritariamente, a lograr recursos externos; capital, deuda, créditos, para apalancar el crecimiento en un delicado escenario interno. Al comienzo de la administración de Cambiemos parece haber un marcado énfasis en las relaciones económicas externas. Esto no es, sin embargo, una novedad. Al inicio de las respectivas presidencias de Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner se debió hacer frente a complejas y graves dificultades socio-económicas y la atención principal se ubicó en superarlas mediante el respaldo económico externo. A través del logro de inversiones productivas, el acceso al mercado financiero, la reprogramación de la deuda, el impuso a las exportaciones y la negociación con los acreedores multilaterales y privados, entre otros. De modos bien diferentes, pero con propósitos similares, todos los gobiernos de la reciente democracia argentina entendieron que sin una mínima base material la política internacional se debilita, el país pierde influencia regional y el discurso mundial se torna retórico. Algunos enfatizaron la diplomacia económica en una clave de autonomía –ganar márgenes de maniobra en el futuro y procurar cambios en el orden internacional–; otros en una clave de aquiescencia –lograr dividendos inmediatos sin cuestionar el orden existente–.
También, cada gobierno acompañó el despliegue económico externo con un acento político singular. En el caso de la administración actual, ese acento está definido por la palabra-tema terrorismo. Si bien el presidente Macri no la mencionó en su alocución inaugural del 10 de diciembre de 2015, en 2016 se la repite, él y su gobierno, de manera persistente. En su viaje al Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, en enero de este año, Macri manifestó su interés en reforzar las relaciones con Estados Unidos: allí, en una conferencia de prensa, afirmó que “estamos listo para trabajar juntos” con Washington en temas como “el terrorismo”. A raíz de la visita al país del Primer Ministro de Italia, Matteo Renzi, el 16 de febrero, Macri expresó: “Además hay una agenda, Matteo, que se impulsa en el mundo de la cual queremos ser parte, que es la lucha contra el terrorismo”. Días después, el 22 de febrero, durante la visita del Presidente de Francia, Francois Hollande, Macri destacó la disposición de “trabajar juntos en la lucha contra el terrorismo”.
El 1 de marzo, en el contexto de la apertura de sesiones del Congreso, mencionó el interés de la Argentina de ser parte de la “solución de cuestiones globales” tales como “la pelea contra el terrorismo”. El 15 de marzo en la apertura del Congreso Judío Mundial en Buenos Aires, dijo que “la vuelta de la Argentina al mundo es para sumarse a todas las batallas”; entre otras, “la lucha inclaudicable contra el terrorismo”. También en marzo, y a raíz de la visita del Presidente Barack Obama, y según el comunicado oficial “Estados Unidos ayudará a desarrollar la capacidad de autoridades del orden público de Argentina, lo que incluye la asistencia del Departamento de Justicia con relación al terrorismo y al financiamiento del terrorismo en la región de la Triple Frontera”. El 30 de marzo durante la Cumbre de Seguridad Nuclear efectuada en Washington, Mauricio Macri aseveró que “los esfuerzos internacionales para terminar con el flagelo del terrorismo no son suficientes”.
En mayo, efectivos argentinos participaron en Perú de los ejercicios Fuerzas Comando 2016 auspiciados por el Comando Sur: uno de los programas incluyó el Distinguished Visitor Program enfocado a tópicos como “el combate contra el terrorismo”. En mayo también, y en el marco del 206 aniversario del Ejército, Macri sostuvo: “Necesitamos que las fuerzas armadas se adapten a las demandas y requerimientos del siglo XXI, primero ayudándonos a nuestra política exterior, participando en misiones de paz… como también necesitamos que trabajemos juntos contra las amenazas del terrorismo”. A su vez ese mes y mediante el Decreto 656/2016 del 6 de mayo, e invocando la necesidad de que la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) maximice y optimice “sus capacidades para enfrentar con la mayor eficacia posible el fenómeno cada vez más intrincado de los delitos complejos como lo son, dadas sus particulares especificidades: el terrorismo, el narcotráfico”, entre otros, convirtió en secreto todo el presupuesto de la AFI. Asimismo en mayo, el gobierno, a través del Ministerio de Seguridad y la Embajada de Israel, organizaron un encuentro cuyos ejes temáticos giraron, entre otros, en torno al terrorismo y el narcotráfico.
En junio Macri llamó telefónicamente al Presidente de Rusia, Vladimir Putin, a raíz de la celebración de los 125 años de relaciones bilaterales: según informó Télam ambos mandatarios se comprometieron en cooperar en la lucha contra “el terrorismo”. El 7 de julio, en el marco de la visita al país del Jefe del Ejército de Rusia, Oleg Salyukov, el Ministerio de Defensa emitió una comunicación de prensa en la que se señala el diálogo del Ministro Martínez con el visitante y la necesidad de “intercambiar conocimientos en temas como la lucha contra el terrorismo”.
Ante tantas referencias a la cuestión del terrorismo hay que preguntarse, ¿a qué se apunta cuando se quiere ser parte de la lucha contra el terrorismo, sumarse a la pelea anti-terrorista, involucrar a las fuerzas armadas en el combate contra el terrorismo o alinearse con determinados países en la contienda anti-terrorista? ¿Cuál es el interés vital en juego de la Argentina en una ofensiva contra el terrorismo que se libra en África, Asia y Europa y no en América Latina, hoy testigo de la terminación del último conflicto armado de la región con el caso de Colombia? ¿A qué tipo de misiones externas se pretende enviar a las fuerzas armadas? ¿Cuál es el sentido de que los militares actúen domésticamente en materia de terrorismo? ¿Cuál es la virtud de que la AFI invoque el peligro terrorista para no hacer transparente un presupuesto que este año alcanza a los 1.450 millones de pesos? ¿Qué motivación ideológica y/o material explica el deseo de ver a la Argentina envuelta en la “guerra contra el terrorismo”? ¿Es que hay actores, dentro y fuera del Gobierno, que creen que habrá más “inversiones” si nos sumamos a una cruzada anti-terrorista?
No hay duda de que el terrorismo es un fenómeno letal que ya afectó al país en la década del noventa. Hay que recordar que los atentados a la Embajada de Israel en 1992 y a la sede de la AMIA en 1994 siguen impunes. Es evidente que la acción diligente interna en el terreno preventivo y la colaboración externa en materia de información son esenciales para evitar eventuales acciones domésticas del terrorismo transnacional. Pero este pasado no parece ser el que se invoca en las alusiones actuales. Por lo tanto, es necesario deliberar sobre una cuestión tan delicada antes de comprometer al país en conflictos que nos son ajenos.
* Profesor Plenario de la Universidad Di Tella.
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