EL PAíS
Partos clandestinos en los centros de la Bonaerense bajo la dictadura
En la primera audiencia del juicio oral que juzga a Etchecolatz y al médico Bergés declararon más de diez testigos. Una joven contó cómo se enteró de que era hija de desaparecidos.
› Por Victoria Ginzberg
“Tuve alivio y supe que no me habían abandonado.” Así se sintió Carmen Gallo Sanz al saber que era hija de desaparecidos, según ella misma les contó a los miembros del tribunal que juzga a los represores Jorge Bergés y Miguel Osvaldo Etchecolatz por su apropiación. En la primera audiencia del juicio oral, el jueves pasado, Etchecolatz se despachó con una contradictoria y falaz versión sobre la última dictadura. Más de diez testigos que pasaron ayer ante el tribunal número uno de La Plata rebatieron su versión. Sobrevivientes de los centros clandestinos de la policía bonaerense y familiares de desaparecidos relataron las torturas que aplicaba en persona Bergés y mencionaron la presencia de Aída Sanz -antes y después de dar a luz– en los campos que dependían de Etchecolatz. Carmen misma (o María de las Mercedes Fernández, como fue criada) fue testimonio vivo de su apropiación.
Carmen se presentó ante los jueces, los fiscales y los abogados de las Abuelas de Plaza de Mayo y de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Plata. La joven, que fue criada por un matrimonio ajeno a las Fuerzas Armadas, pidió que no hubiera público y que tampoco estuvieran los dos represores que están siendo juzgados por secuestrarla y ocultarle su identidad. “La historia es fuerte, sobre todo por lo que pasaron (sus padres), pero tuve alivio y supe que no me habían abandonado”, dijo Carmen cuando le preguntaron qué había sentido al enterarse de su historia. Ella fue una de las quince personas que declararon ayer en el juicio oral. Antes, Beatriz Liliana Bermúdez había narrado que vio a Aída Sanz, madre de Carmen, mientras estaba detenida en el Pozo de Quilmes, luego de dar a luz.
Bermúdez, secuestrada a fines de abril de 1978, lloró en su celda tres días seguidos hasta que escuchó una voz que llegaba de arriba. “Están presas por mí pero ya saben que no tenés nada que ver.” Era Aída, que había trabajado en la casa de sus ex suegros. Bermúdez fue llevada al calabozo de Sanz, quien le reveló que había tenido una niña. “Te voy a pedir que cuentes que tuve una hija. No sé dónde está porque me la sacaron”, le dijo la mujer, que estaba en muy malas condiciones físicas.
Los testigos que escucharon ayer los jueces Ana Beatriz Aparicio, Carlos Alberto Rozanski y Nelson Jarazo dejaron claro que en las brigadas de la Bonaerense donde funcionaron centros clandestinos de detención –como el Pozo de Banfield, de Quilmes o la Comisaría Quinta de La Plata– la policía tuvo una participación directa y concreta en la represión. Y que Bergés se ocupó de las embarazadas y sus hijos desaparecidos y tenía más poder que muchos oficiales de bajo y medio rango.
Adriana Calvo se sentó en la silla de los testigos y el presidente del tribunal le señaló la frase que les repitió a todos los que estuvieron en esa posición ayer: “La presente audiencia de juicio tiene como imputados a los señores Jorge Antonio Bergés y Miguel Osvaldo Etchecolatz. Están a su izquierda. Obsérvelos por favor”. Calvo desvió su cabeza hacia la izquierda vagamente. Pudo ver a Etchecolatz pero evitó a Bergés. El médico policial tampoco la miró. Era la primera vez que la mujer se enfrentaba con el represor desde que lo reconoció en 1984. Bergés fue quien la maltrató en el Pozo de Banfield después de que Calvo pariera en el auto que la llevaba de la Comisaría Quinta de La Plata a ese centro clandestino de detención. El hombre le obligó a limpiar la placenta y el piso de la sala en la que la colocaron al llegar al lugar. Calvo relató el nacimiento de su hija Teresa y los partos de otras detenidas que siguen desaparecidas. Entre ellos, los de Isabella Valenzi, Elena de la Cuadra y Eloísa Castellini. “Me impresionó cuando me contaron que Eloísa había tenido su bebé en el suelo del pasillo. Yo creía que lo mío había sido lo peor, pero le dije a ella que lo suyo era peor. Me acuerdo que me dijo: ‘Adriana, no te equivoqués, a mi hija la recibió una compañera’”, relató Calvo. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, el vicepresidente de la APDH, Alberto Pedronici, y la directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, Ana María Di Lonardo, también aportaron sus testimonios. Esta última prácticamente dio una clase sobre la historia del descubrimiento del ADN y ratificó el análisis que estableció que María de las Mercedes Fernández era en realidad Carmen Sanz. “Ya está probado que hubo un plan sistemático de apropiación de bebés que fueron secuestrados con sus madres o nacieron en cautiverio”, afirmó la presidenta de Abuelas, que llevó una lista con más de quince casos de nacimientos clandestinos en los que tuvieron responsabilidad Etchecolatz y Bergés.
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