Vie 04.03.2005

EL PAíS  › OPINION

Papelones y censura

› Por Marcelo Zlotogwiazda

En Estados Unidos circula como broma descalificatoria de la profesión que los economistas predijeron nueve de las últimas cinco recesiones. Parece que allá el sesgo de los gurúes es hacia el pesimismo, algo que a decir verdad no es característico de los economistas vernáculos. Para tomar el ejemplo más actual, fue notable cómo la mayoría vaticinó que la operación de canje iba a tener un nivel de adhesión razonablemente alto. Por eso es que sobresalen más que nunca los que la pifiaron en su pronóstico. El presidente Kirchner se encargó ayer de nombrarlos, pero cometió el error de incluir pronósticos referidos a la propuesta original de Dubai de septiembre de 2003, que el 1º de junio del año pasado fue modificada con sustanciales concesiones para los acreedores. Tomando en cuenta nada más que los pronósticos agoreros posteriores a esos cambios, se encuentran por ejemplo:
“A pesar de que se ha mejorado sustancialmente la oferta, una quita de valor presente del 75 por ciento todavía se encuentra lejos de los valores que estarían dispuestos a aceptar los acreedores”, dijo José Luis Espert.
“La propuesta va en buena dirección pero no alcanza”, opinó Walter Molano, de BCP Securities.
“Es una mejora pero los bonistas la rechazarán”, señaló Aldo Abram.
“Es más positivo que Dubai, pero aún no llega a lo que será aceptable para la mayoría de los acreedores”, afirmó Arturo Porzecanski, que en ese momento todavía trabajaba para el ABN-AMRO Bank.
A la lista pueden agregarse traspiés semejantes de Eduardo Levy Yeyati de la Universidad Di Tella, del economista Rafael Ber y, en particular, por su vehemencia y reiteración, al ex gerente general del Banco Central, Julio Piekarz, que se cansó de aconsejar propuestas mucho más generosas para con los acreedores.
Resulta imposible discernir cuáles errores obedecen a simples equivocaciones analíticas vertidas con buena leche y honestidad intelectual y cuáles a opiniones contaminadas por intereses de bajo tipo. Es probable que en varios casos se deba a una mezcla de factores. Pero de cualquier forma vale la pena registrar los papelones para saber ponderar en el futuro el peso de esas opiniones.
Mucho peor que equivocarse –en definitiva los economistas son también humanos– es hacerlo y no reconocerlo, como el patético caso de Porzecanski, que a la vista del resultado final del canje se empacó en calificarlo de “fracaso”, argumentando que para considerarlo un éxito se requería una aceptación que como mínimo rozara el ciento por ciento. Sostiene que los que se quedaron afuera “y no se dejaron doblegar” van a hacerle la vida imposible al Gobierno a través de la vía judicial, un camino que hasta ahora no se mostró como muy propicio para los acreedores. Suerte para el banco holandés que antes lo empleaba, pero lástima por sus nuevos alumnos universitarios.
También es apropiado anotar en la lista de papeloneros a algunos medios que claramente quedaron en off-side. Para no revolver intestinamente, se puede tomar como ejemplo el comportamiento del prestigioso diario inglés Financial Times, que además de su color salmón se destaca por ser uno de los más influyentes en el mundo financiero. La cobertura del FT sobre el canje no sólo fue informativa y editorialmente muy sesgada a favor de los acreedores (si se quiere nada llamativo y hasta lógico), sino que además incurrió para esos fines en groseras faltas de ética que no se condicen con la seriedad del periódico.
Cuenta el cada vez más consultado economista estadounidense Nouriel Roubini, en su Global Economics Blog (www.roubiniglobal.com), que al indignarse porque el FT había publicado como opinión editorial un escrito contrario al canje de Adam Lerrick, respondió en su página de Internet con un artículo que retrucaba los argumentos, pero además cuestionaba al diario por el conflicto de intereses que significa publicar como editorial una opinión interesada, atento a que Lerrick era el representante de uno de los grupos de acreedores más fuerte y belicoso, ABRA. Roubini relata que entonces fue invitado por el FT a replicar en el propio medio, lo que aceptó enviando el correspondiente escrito. Roubini denunció en un artículo del miércoles último titulado “The Successful End of the Argentine Debt Restructuring Saga” (“El final exitoso de la reestructuración de la deuda argentina”), que su opinión fue censurada y nunca apareció.
Más allá del indudable éxito de la operación, la mera curiosidad invita a formular una pregunta maldita y contrafáctica: ¿Si con una quita del 75 por ciento se logró “el canje más exitoso de la historia mundial”, con una quita mayor no hubiesen logrado acaso un resultado muy parecido, ahorrándole al país unos buenos mangos?
En Economía respondieron que “no hay una correlación muy precisa entre el nivel de aceptación y la quita ofrecida”. Para el interlocutor, la clave del éxito fue haber convencido a la mayoría de los acreedores de que “el esfuerzo implícito en la propuesta es el máximo posible y de que ésa era la oferta definitiva”.

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