Jue 26.05.2005

EL PAíS  › CLIMA DE SINTONIA EN EL TEDEUM DE SANTIAGO DEL ESTERO

“Superar la cultura de la confrontación”

El presidente Néstor Kirchner y el obispo Juan Carlos Maccarone hablaron de humildad, pluralismo y diálogo. Fue un Tedéum lleno de gestos amistosos. Una multitud escuchó el discurso de Kirchner y después asistió al recital que cerró Pablo Milanés.

› Por Martín Piqué

Esta vez no hubo crispación ni críticas sutiles que se aguantan con templanza. El Tedéum que se realizó ayer en esta provincia estuvo lleno de gestos y palabras, como toda ceremonia. A diferencia de otros años, hubo una llamativa coincidencia en terminar con la polémica, convocar a la unidad y evitar la confrontación. Tanto el obispo Juan Carlos Maccarone como el presidente Néstor Kirchner usaron los mismos términos, el religioso en su homilía y el jefe de Estado en su discurso, pronunciado media hora después ante las 40 mil personas que ocupaban la plaza Francisco Aguirre, una especie de Palermo de la capital santiagueña. Los dos hablaron de “humildad”, “pluralismo”, “diálogo” y “superar la cultura de la confrontación”. La sintonía contrastó con los dos últimos sermones del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio.
La decisión del Presidente de trasladar el Tedéum a Santiago había generado polémica. Aunque había un antecedente cercano –en el 2003, Eduardo Duhalde organizó una misa en Luján con el arzobispo Rubén Di Monte–, las lecturas políticas eran obvias. Alejarse de la Catedral Metropolitana expresaba un distanciamiento con Bergoglio, arzobispo primado y animador del Tedéum cada 25 de Mayo. En el Gobierno eran conscientes de la situación: en cada funcionario se notaba un cuidado especial por transmitir humildad, apertura y hasta autocrítica. Una frase de Kirchner reflejó el clima general: “Nadie es perfecto. La Patria necesita de todos y de la verdad relativa de cada uno saldrá la verdad absoluta. Este 25 de Mayo debe servirnos para consolidar la humildad”.
Como en todo Tedéum, Kirchner viajó a Santiago con casi todo su gabinete. Sólo faltaron el ministro de Justicia, Horacio Rosatti, enfermo; y el canciller Rafael Bielsa, de viaje por Luxemburgo. Los ministros y los colaboradores cercanos del Presidente llenaron el Tango 01, que ayer volvió a volar tras el incidente de la turbina que obligó a repararlo en Israel. La delegación oficial se completó con otros tres aviones: en dos viajaron funcionarios, periodistas y los artistas programados para el recital por el 25 de Mayo, mientras que en un Hércules se trasladaron equipos musicales. En Santiago, la visita presidencial fue tomada como una revancha histórica. Desde el Gobierno, claro, reforzaron esa lectura.
Tras un paseo en caravana por las calles, donde fue vivado por muchas personas con banderitas argentinas, bombos y guitarras y escenarios improvisados para bailar chacarera, Kirchner ingresó en la Basílica. Se sentó en primera fila en un sillón de terciopelo rojo, con reclinatorio del mismo color. Lo flanqueaban su esposa, Cristina Kirchner, y el gobernador radical, Gerardo Zamora, más circunspecto que de costumbre (lo que ya es mucho). Atrás del altar esperaba Maccarone, con el obispo auxiliar y los curas y seminaristas vestidos de blanco. Enfrente, los funcionarios, de negro y gris. La escena reproducía una costumbre antiquísima: el poder civil, profano y transitorio, celebrando su autoridad ante el poder religioso, que exhibía los símbolos de la permanencia.
Conocido por su progresismo, de buena relación con Chacho Alvarez desde la Constituyente de Santa Fe en 1994, Maccarone leyó una homilía sorprendentemente corta. Apenas dos carillas, aunque escritas con una tipografía pequeña. La primera frase crítica denunciaba “intereses mezquinos y rivalidades” que “enredan” la convivencia. Sin embargo, los fragmentos más comentados fueron una mención de la “defensa de los derechos humanos” y el agradecimiento a Kirchner por elegir Santiago. “En esta región del continente se levantaron las primeras voces en defensa de los derechos humanos, no siempre respetados en los pueblos originales”, dijo Maccarone. Cristina Kirchner cabeceó, festejando la afirmación. Fue el único momento en que la senadora dejó traslucir sus opiniones.
En el sermón, Maccarone no dejó pasar la oportunidad de hablar sobre la realidad política de Santiago. En los últimos años, el obispo se involucró en la lucha contra la impunidad en la provincia, sobre todo a partir de los crímenes de la Dársena, pero también antes: su antecesor, Gerardo Sueldo, murió como consecuencia de un sospechoso accidente de tránsito. En aquel momento, Maccarone solicitó al Vaticano suceder a Sueldo. Luego pidió que se investigara su muerte. Ayer, Maccarone reclamó se reforme la Constitución de la provincia, una demanda que ya fue rechazada por el máximo tribunal santiagueño. “Santiago no tiene tutores ni tiene dueños que le señalen arbitrariamente el derrotero de la historia”, subrayó.
Al igual que la homilía –que fue muy elogiada por el Gobierno–, la Basílica de Santiago también aportó sus contrastes. El cielorraso de la cúpula estaba despintado en varias partes y a pasos del altar había un andamio que fue aprovechado por los fotógrafos: la imagen desentonaba con la solemnidad que, supuestamente, debía tener la ceremonia. En la Catedral Metropolitana, seguro, eso no se hubiera visto.
Como se acostumbra, en la ceremonia estuvieron representados los tres poderes del Estado. En la segunda fila se sentaron el presidente de la Corte, Enrique Petra-cchi, y el titular de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño. También asistieron el presidente del Senado, Miguel Pichetto, y el jefe del bloque del PJ en la Cámara baja, José María Díaz Bancalari. Contagiado del clima de conciliación, Petracchi dio por cerrada la polémica por la excarcelación de Omar Chabán. “No es necesaria la reconciliación cuando no ha habido una pelea”, dijo el ministro (ver aparte). “Hubo ciertos temas agudos que generaron opiniones diferentes. No hay mayorías automáticas”, coincidió Kirchner.
Luego del Tedéum, la comitiva oficial se dirigió al escenario donde se realizaría el recital por el 25 de Mayo. Se trataba de una enorme estructura adornada con un slogan como toda escenografía: “La Patria es de todos”. La delegación se desvió del recorrido para no toparse con una manifestación del Partido Obrero. Eran muy pocos. En el resto de la ciudad se veían familias con banderitas argentinas de cotillón. Kirchner subió al escenario con todo su gabinete. Entonces comenzó un acto un poco extraño que combinó lo institucional –allí seguían Petracchi, Pichetto y Camaño–, el anuncio de obras públicas y lo electoral. Aunque Kirchner evitó hablar de plebiscito y retó a un grupo que amagó con la Marcha Peronista, la multitud respondía como si se tratara de una actividad de campaña. Abajo esperaban los artistas que amenizarían la jornada.

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