Lun 08.08.2005

EL PAíS  › JOSE NUN, SECRETARIO DE CULTURA, Y SU PROYECTO DEL CANAL DEL BICENTENARIO

“Nos tenemos que ocupar de la TV”

Está en estudio y puede ser compartido con el educativo que planea Daniel Filmus. La frecuencia sería Canal 4 y la idea es evitar “el didacticismo”, incluyendo hasta telenovelas y comedias. Una prioridad es que “sectores amplios de la sociedad desarrollen su propia creatividad”.

› Por Silvina Friera

“La televisión forma parte de la cultura de los argentinos”, dice José Nun, secretario de Cultura de la Nación, consciente del desafío que implica crear una nueva señal cultural que incluya “los sectores más amplios de la sociedad para que desarrollen su propia creatividad”. Si todo marcha como lo tiene previsto, el próximo año habrá un nuevo canal independiente, que “no será público ni privado”, y que podría llamarse Canal del Bicentenario. “Estamos democratizando la cultura con muchísimo éxito y esto es lo que me alienta a querer mostrarlo y a utilizar un medio tan potente como la televisión”, explica Nun. “Hay interesantísimos programas de contenido cultural que pueden tener 20 puntos de rating”, arriesga, entusiasmado con la iniciativa. “Hablemos en abril del año que viene, una vez que empiece la temporada de marzo del 2006, y si las cosas salen bien, a lo mejor tengo razón en mi apuesta.”
–¿Qué rol cumpliría el Canal del Bicentenario?
–Estamos en la etapa de los estudios de factibilidad. De lo que sí estoy convencido es de que hoy en día una Secretaría de Cultura no puede no tener una dirección que se ocupe de la televisión, como si la televisión no formara parte cotidiana y abrumadora de la cultura de los argentinos. El eco que despertó el anuncio fue muy positivo. He tenido conversaciones con gente de distintos canales y es altamente probable que esta iniciativa prospere en asociación con el canal educativo que el Ministerio de Educación está organizando en el Canal 4. Tenemos mucho para ofrecer: un catálogo de audiovisuales que tiene más de 300 títulos propios de la Secretaría de Cultura, varios programas de televisión en carpeta. Otra de las posibilidades es que nos concentremos, sobre todo, en la producción de contenidos. Es una iniciativa que le podré explicar con mayor detalle cuando avancemos un par de meses más en su elaboración.
–¿Esos contenidos serían sólo culturales?
–No, puede ir desde la telenovela hasta la comedia, o formas nuevas de transmisión de conocimientos que eviten el didacticismo, que no estén hechas por pedagogos y que lleguen a públicos muy amplios. Democratizar la cultura quiere decir dos cosas, por lo menos, según el contexto en que uno usa la expresión: por un lado darles el más amplio acceso posible a las mayorías al patrimonio cultural y artístico del país, pero democratizar la cultura significa también darles oportunidad a los sectores más amplios posibles de la sociedad para que desarrollen su propia creatividad. Nosotros estamos democratizando la cultura con muchísimo éxito y esto es lo que me alienta a querer mostrarlo y a utilizar un medio tan potente como la televisión. El Canal del Bicentenario no excluye que la secretaría produzca programas incluso para canales comerciales. A mí me parece que hay interesantísimos programas de contenido cultural que pueden tener 20 puntos de rating.
–En un informe sobre políticas culturales del Plan Fénix se propone la creación de la figura de la “Defensoría del público”. ¿Qué le parece la propuesta?
–Es un tema difícil porque este defensor del pueblo sería inmediatamente definido por la oposición, y por los propios canales de televisión, como un censor. En otros países el criterio que se ha adoptado es distinto: formar comisiones en las que participan los representantes de los canales de televisión y otros sectores de la comunidad también; entonces se discuten cuáles son los límites admisibles para lo que se muestra en la pantalla. Esta forma es más viable, pero de todas maneras lo más importante es una elevación de la educación y de la cultura de los televidentes. Y esto no implica que las perversiones se puedan aprender viendo un programa de televisión, sería una mirada que ignora todas las adquisiciones de la psiquiatría y del psicoanálisis. Pero hay prácticas televisivas deleznables, chabacanas, groseras que saturan, y desde que el Fondo Nacional de las Artes inició su campaña de concientización se han moderado un poco.
–La prórroga de las licencias de los canales fue muy cuestionada. El diputado Miguel Bonasso señaló, el domingo pasado, que iba a presentar un pedido de informes. ¿Qué opina usted?
–La medida, personalmente, tampoco a mí me gustó. Entiendo un par de razones para que se haya adoptado. No debemos pensar sólo en los grandes canales de televisión que nos vienen de inmediato a la mente, sino que tenemos que tener en cuenta que esta medida beneficia a centenares de emisoras radiales y televisivas que hay en todo el país, las cuales se encontraban y se encuentran en una situación fuertemente deficitaria debido a la devaluación y a las deudas que tenían contraídas. El propósito era que no se produjeran despidos masivos o quiebras de estaciones de televisión o de radio. La negociación individual, caso por caso, de la renovación o no de las licencias, fue una invitación al negociado. Hacer una renovación general de este tipo tiene entre sus efectos el mérito de la transparencia y que se trata a todos por igual. Sopesando lo positivo y lo negativo de la medida, a mí me sigue no gustando.
–¿Qué propuestas está estudiando la secretaría?
–Tenemos en marcha el proyecto de creación del Instituto Nacional del Libro y una nueva ley del Libro que vamos a debatir en las próximas semanas con todos los sectores interesados. Al mismo tiempo estamos trabajando en un proyecto de ley de estímulo a las inversiones privadas en bienes culturales, la mal llamada ley de mecenazgo. Esta semana me reúno con la senadora Perceval para compatibilizar el proyecto de la secretaría con el que ya se ha presentado en el Senado. Hay puntos de acuerdos y divergencias que vamos a conversar amigablemente para tratar de tener la mejor ley posible.
–¿Qué presupuesto manejó la secretaría este año y cuál es el que necesitarían para el 2006?
–Si excluimos al Instituto del Cine, del Teatro y a la Biblioteca Nacional, estuvo cerca de los 80 millones de pesos, con dos inconvenientes graves: fue inferior al del año pasado, que se subejecutó, y cuando se subejecuta un presupuesto, esa parte no se la recibe al año siguiente. Pero además, de la administración anterior quedaron muchas deudas pendientes, contraídas en los años 2003 y 2004, que estamos pagando. Esto nos ha bajado todavía más el presupuesto y eso nos hace estar aún más ansiosos por recibir el refuerzo de 40 millones que nos ha sido prometido en el mes de abril. Espero que el aumento para el próximo año llegue a un ciento por ciento porque es inmenso el trabajo que tenemos por delante. La cultura cuesta plata, en una sociedad capitalista todo cuesta plata, al punto de que si no se tiene dinero se carece de derechos. Dar acceso a la mayoría de la población al museo es una cosa, tener plata para mantener esos museos, mejorarlos, restaurarlos, garantizar las condiciones de seguridad cuesta muchísimo, y son de esos costos que el público no ve, porque el público aplaude cuando uno hace un acto espectacular en el que intervienen artistas conocidos. Cultura es refaccionar el teatro Cervantes, ampliar el Museo Nacional de Bellas Artes, es mantener en condiciones el Museo de Tilcara, es trabajar por la preservación de la Quebrada de Humahuaca. Cuando todas estas cosas se hacen bien, la gente las toma por descontadas, lucen menos que los grandes festivales. Yo soy partidario de que me aplaudan menos, pero trabajo para que el patrimonio cultural argentino sea más protegido de lo que ha sido hasta ahora.

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