EL PAíS
› LAVAGNA SE DIFERENCIO POR PRIMERA VEZ EN LA CAMPAÑA
“Preferiría un discurso distinto”
Lo dijo en relación con las críticas que el Presidente hace de Duhalde. Y dijo que de la lista porteña, tacharía a algunos.
› Por Mario Wainfeld
El ámbito era distendido, tanto como suele serlo el estilo público del ministro de Economía. Pero las declaraciones políticas que Roberto Lavagna emitió en el almuerzo de ayer de Mirtha Legrand trascendieron el estilo light del envite. Lavagna dijo, por primera vez desde que se lanzó la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner, que preferiría que el Presidente tuviera un discurso de campaña más medido, en especial respecto de Eduardo Duhalde. Y, aunque afirmó que (como votante porteño) elegirá la boleta que encabeza Rafael Bielsa, no se privó de marcar que le hubiera gustado poder tachar algún nombre de la respectiva lista. Sería exagerado suponer que los dichos marcan un quiebre en su relación con Néstor Kirchner. Pero sería ingenuo pensar que en la Casa Rosada no se tomó nota de sus palabras.
“Preferiría un discurso distinto”, comentó Lavagna con relación a los rayos y centellas que cotidianamente prodiga Kirchner contra el ex presidente Eduardo Duhalde. Luego se atajó, aclarando lo evidente: “Cada cual usa el discurso que cree conveniente”. Pero dejó claro que él estaría más cómodo si ese discurso fuese otro. La economía, suele explicar Lavagna, discurre mejor en aguas calmas.
A decir verdad, Lavagna ya le dijo al Presidente que él hubiera preferido una lista de unidad en la provincia de Buenos Aires. Pero también consignó, en público y en privado: “No soy uno de esos ministros de Economía que despotrican contra la política por los límites que le imponen a su gestión. La política económica en un gobierno democrático se hace dentro de los condicionamientos de la política. Y así debe ser”. No es un castigo, ni un karma, podría retraducírselo, sino un contexto. Rezongar contra la política, metaforiza Lavagna, es “como si el ministro de Economía de Indonesia renunciara porque hubo un tsunami”. El lector dirá si la mención al tsunami es intencionada. Esto es, si alude o no a la batalla peronista bonaerense.
Tachando en Capital
Su condición de porteño le permitió a Lavagna sortear con elegancia pronunciarse sobre la contienda electoral bonaerense. Luego elogió abiertamente al canciller, paladín metropolitano del oficialismo. “Voy a votar por Bielsa, porque creo que es un excelente candidato”, respondió ante una de las preguntas agudas que Mirtha Legrand tiene prolijamente anotadas. Pero tampoco fue pura verticalidad el discurso porteño de Lavagna, quien, sin mediar pregunta, tiró un palito a la lista del PJ. “Me gustaría poder hacer algo que en alguna época se podía hacer, tachar algunos nombres de la lista.” “No sólo en la de Bielsa –matizó apenas–, le puedo asegurar que en todas tendríamos algún nombre para tachar.” El reproche debe haber hecho zumbar los oídos del jefe de Gabinete Alberto Fernández, notorio mentor de la nómina de candidatos de la Capital. Lavagna rehusó dar precisiones respecto de quién hubiera sido presa de su lapicera si hubiera tachas. Tampoco indicó si hablaba de la lista de diputados, la de legisladores o de ambas. En el urdido de la lista de legisladores, junto a Fernández, metió baza Víctor Santamaría, el numen del sindicato de porteros, a cuyas reivindicaciones salariales en su momento culpó (sin duda exageradamente) de haber sido causante directo de un respingo inflacionario.
Distinguirse ma non troppo
La relación entre Kirchner y Lavagna jamás ha sido romántica pero, según versiones concordantes emanadas de la Rosada y el Palacio de Hacienda, atraviesan un buen momento. Las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional no urgen y ambos están de acuerdo en frizarlas hasta fin de año o (de mínima) hasta después de las elecciones. Los índices dedesocupación, también se alegran a dúo, serán muy buenos. Tanto, comentan allegados al Presidente (mientras el ministro calla pero no niega), que es imaginable que 2005 termine con un porcentual menor a dos dígitos. Los índices de producción que se conocerán en septiembre, auguran a coro, serán óptimos. Sólo la inflación los preocupa por ser un tema que zahiere la cotidianidad de los argentinos, el único issue económico (presumen en Gobierno) en que la oposición puede hacerse firme. Pero hasta en eso, pronostican, agosto será benigno, mucho más bajo que julio.
Para mejor, el Presidente derramó miel en los oídos del ministro comentándole, días ha, que aspira en 2006 a aumentar el superávit fiscal, vale decir a acrecentar la mayor herramienta macroeconómica del actual “modelo”.
Y, aunque ninguno de ellos lo diga, es bien posible que haya acuerdo entre ambos para aumentar las asignaciones familiares. Un anuncio de esos que agradan a Kirchner, que no tiene fecha aún. Pero para las elecciones queda poco y a nadie le disgusta abrir la mano en tales circunstancias.
Las borrascas políticas de este invierno no han afectado cierta calma entre Kirchner y Lavagna. Pero su lectura política es distinta, ambos lo saben. Y ayer, sin confrontar, sin salirse de sus modos florentinos, Lavagna eligió distinguirse del Presidente, de su discurso bonaerense. Y, ya que estamos, del armado electoral de Alberto Fernández. No más que eso. Ni menos.