EL PAíS
› LA FURIA EN LA ESTACION DEL TREN SARMIENTO DERIVO EN VIOLENTOS INCIDENTES
Fuego, protesta y saqueos en el Oeste
La cancelación de un tren provocó una violenta reacción de los pasajeros, que quemaron vagones. Luego un grupo protagonizó desmanes y saqueos. La estación fue incendiada y quemada por completo. Hubo 29 heridos y 113 detenidos.
› Por Carlos Rodríguez
En la fachada de la destruida estación de Haedo, un mural del artista plástico Carlos Terribili remite a obreros de puño alzado y un verso de la poetisa Teresa Moreno habla de tiempos apacibles con “veredas sombreadas de viejos jacarandáes”. Esas imágenes y palabras son las únicas que se salvaron del incendio. A partir de las 9 de ayer, y hasta las tres de la tarde, miles de pasajeros-manifestantes, enervados por una demora en el servicio y la posterior cancelación de un tren procedente de Moreno, les prendieron fuego a 15 vagones y a la estación de Haedo, mientras la Policía Bonaerense (ver página 4) se limitaba a hacer un cordón en torno del área ocupada por un aluvión humano que se llevó todo por delante. La protesta, que al comienzo se centró en el ataque a los bienes que administra la concesionaria Trenes de Buenos Aires (TBA), a cargo del ex ferrocarril Sarmiento, derivó luego en el accionar aislado de un grupo de unas 100 personas que saquearon comercios y destrozaron los vidrios de los bancos Itaú y Supervielle. Hubo 113 detenciones y 29 personas sufrieron heridas, ninguna de gravedad. Las autoridades nacionales y provinciales aseguraron que se trató de “un acto deliberado cometido por activistas de izquierda” que siguió a lo que en principio era una “exasperación colectiva”. Los manifestantes volcaron y quemaron dos patrulleros.
El origen de los incidentes es confuso. Un testigo aseguró que hubo fuego en un vagón antes de que el tren llegara a la estación de Haedo y que el guarda demoró en abrir las puertas. Según esa versión, los pasajeros salieron en estampida y empezaron a protestar con violencia.
La policía arrojó entonces balas de goma y gases lacrimógenos, aunque luego tuvo que retroceder porque los civiles los superaban en número. Al comienzo, los bomberos no pudieron llegar a la estación y por eso, la destrucción de los 15 vagones fue total. Dos bomberos fueron golpeados. También fueron destruidas las boleterías –previo robo del dinero que había allí–, la sala de espera, el lugar destinado a las encomiendas y el resto de las instalaciones.
Hubo robos y saqueos en los comercios cercanos, vidrieras rotas, dos patrulleros incendiados. Una y otra vez, los grupos más exaltados prendían fuego a los vagones que iban quedando sin quemar. De la furia no se salvaron ni los periodistas: dos de ellos terminaron en el hospital, varios móviles fueron dañados y casi todos fueron increpados y amenazados.
Recién pasado el mediodía la relación de fuerzas fue cambiando, con el retiro de muchos de los pasajeros y con la llegada al lugar de más de 40 móviles de las policías Federal y Bonaerense y de la Gendarmería Nacional.
El más duro al calificar lo ocurrido fue el ministro del Interior, Aníbal Fernández, quien sostuvo que se trató de “un delito preparado y pensado para producir el desmán”, del que hizo responsables a “grupos de sindicalistas y a la agrupación Quebracho”. El ministro de Seguridad bonaerense, León Arslanian, reconoció que hubo una reacción de “exasperación colectiva” frente al “inconveniente serio” de los pasajeros para llegar “a sus lugares de trabajo”. A la hipótesis de una supuesta jugada política, Arslanian le aportó un dato: testigos dicen haber visto, en el tren que venía de Moreno, a un hombre que llevaba un bidón con nafta que habría sido usado para quemar los vagones. Otro elemento señalado por Arslanian fue que dos de los detenidos llevaban “chalecos negros con la inscripción MTP”, en alusión al Movimiento Todos por la Patria, agrupación con escasa participación en la actualidad (ver página 2).
La posible connotación política de lo sucedido no fue alimentada, sin embargo, por los funcionarios que se hicieron presentes temprano en el lugar de los hechos y con los cuales dialogó Página/12. El subsecretario de Seguridad bonaerense, Martín Arias Duval, negó a las dos y media de la tarde la presencia de “infiltrados” entre la multitud que le prendió fuego a todo, incluyendo algunos viejos árboles que están sobre el andén norte de la estación Haedo. Para Arias Duval, los incidentes fueron generados por “pasajeros comunes, en su mayoría trabajadores, que reaccionaron de esta manera frente a la incomodidad que, supongo yo, debe ser frecuente en la manera que viajan”. En los mismos términos se manifestó el jefe de la Policía Bonaerense, comisario Héctor Iglesia. Dos horas después, el ministro Arslanian planteó, en conferencia de prensa, la posibilidad de un complot, tal como había señalado antes el ministro del Interior.
Los primeros pasajeros entrevistados por la prensa, a minutos de la explosión de ira generalizada, aseguraron frente a todos los micrófonos que el estallido se había producido “por la gran demora que llevaba acumulada el tren” del ex Sarmiento que había partido a las siete de la mañana desde la estación Moreno. Lo mismo explicó a este diario una mujer llamada Nélida, que esperaba el tren en Haedo y ante los graves incidentes, resolvió quedarse en su casa y “dejar para otro día los trámites que tenía que hacer en la Capital Federal”. Nélida comentó que “cuando dijeron que el tren se había cancelado y todos tenían que bajar para esperar al siguiente, la gente se puso loca y empezó a quemar todo”.
Lo mismo le dijo a Página/12 Claudio Carreño, secretario adjunto de la seccional Victoria de la Unión Ferroviaria. “En el tren demorado venían miles de personas que habían estado dos horas para recorrer cuatro estaciones; cuando les dijeron que había que cambiar de tren, se dirigieron al que había llegado a la estación, pero muchos no pudieron subir. Los que se quedaron abajo se pusieron sobre la vía, para que el nuevo tren no pudiera salir y allí empezó todo.” Según Carreño, sobre lo ocurrido en Haedo “no hay ninguna razón para crear fantasmas”.
El vocero de TBA, Gustavo Gago, admitió que en las horas pico “los pasajeros viajan algo incómodos porque en cada vagón entran hasta 250 personas y cada formación lleva nueve vagones; más no se puede poner porque no entrarían en el largo de los andenes y ésa es una limitación que no podemos superar”. Respecto de la frecuencia de los servicios, dijo que en las horas pico pasa un tren cada ocho minutos. Tampoco se puede más porque “en algunos cruces, como ser en la calle Nazca (en el barrio de Flores), con esa frecuencia muchas veces la barrera permanece baja por varios minutos y el tránsito de autos se dificulta”. El defensor del Pueblo de la Nación, Eduardo Mondino, recordó ayer que un informe producido en julio del año pasado “calificó de pésimo al servicio de trenes en general”. Los más cuestionados fueron los ex Roca y Sarmiento.
Antonio y Mabel, luego del vendaval que destruyó la estación como si hubiera pasado el huracán Katrina, están convencidos de que todo lo ocurrido fue “obra de los piqueteros”. Cuando se les preguntó el porqué de la apreciación, Antonio asegura que “todos tenían el aspecto de los piqueteros”. Para corroborarlo, señala a varias personas, entre ellos un joven rubio, de pelo largo, que vestía pantalón de jean y remera con inscripciones en inglés. “Todos eran, así, como ésos.” En el tren que viene de Moreno, muchos visten con pantalones gastados y zapatillas rotas, pero uno de los señalados por Antonio era un policía de civil que, minutos antes, había detenido a uno de los acusados los saqueos que afectaron, sobre todo, a los negocios ubicados sobre los andenes de la estación.
El comisario Iglesia le dijo a este diario que “algunos de los detenidos son de organizaciones sociales y es posible que estuvieran viajando hacia Mar del Plata, para la cumbre, pero por el momento no tenemos identificados políticamente a los detenidos. Hay que esperar, para poder asegurar que hubo infiltrados”. Lo ocurrido, según los policías que estaban al frente del operativo, “se dividió en dos partes: la reacción de los pasajeros cuando se detuvo el tren y el accionar oportunista de personas que se dedicaron a robar todo lo que hallaban a su paso”. A lo largo de la avenida Rivadavia, todos los negocios cerraron sus puertas, para evitar que los robos se extendieran. La situación se fue calmando a partir de las 13 y a las 15, la policía retomó el control de la estación. Uno de los heridos fue el titular de la Jefatura Departamental de Morón, Julio García, quien fue golpeado con una piedra que le abrió una heridasangrante cerca de la sien izquierda. En charlas informales con la prensa, el comisario García alimentó la versión sobre la presencia de “infiltrados de grupos de izquierda” que aprovecharon la protesta de los pasajeros “para sacar provecho político”. El comisario Iglesia confirmó que dos patrulleros de la policía de Haedo fueron volcados y quemados por los manifestantes, ni bien comenzaron los incidentes. “Incluso se llevaron dos chalecos antibalas y una pistola 9 milímetros, que luego fueron recuperadas.”
Una vecina, al observar las brasas rojas en las que se habían convertido los bancos de madera, los marcos de las ventanas y los pilotes del techo, recordó conmovida: “¡Qué desgracia! Pensar que pedimos que no la tiraran abajo en los noventa y nos construyeran una estación a puro cemento”.
Subnotas