Jue 01.12.2005

EL PAíS  › EL EX VICEPRESIDENTE SERA PRESIDENTE DE LA COMISION DEL MERCOSUR

El día que volvió Chacho

Fue propuesto por Néstor Kirchner y aceptado por Lula. Reemplazará a Eduardo Duhalde en la presidencia de la comisión permanente del bloque, con un mandato de dos años. Así, Alvarez volverá a ocupar un cargo público luego de cinco años, cuando renunció a la vicepresidencia.

› Por Martín Piqué
Desde Puerto Iguazú

“¿Quién es Chacho?”, preguntaba una periodista brasileña mientras comenzaba a despoblarse el primer piso del Hotel Casino. Poco antes, Néstor Kirchner había agradecido “el gesto” de su par brasileño por aceptar que la presidencia de la comisión permanente del Mercosur quedara en manos de “Carlos Alvarez”. La confundida cronista no asociaba el apodo, inconfundible en la Argentina, con el nombre y apellido del ex vicepresidente. Fue un dato elocuente, producto de los cinco años que pasaron desde su alejamiento del gobierno de la Alianza. Pero llegó el momento del regreso. Y la escena de su retorno a la política regional, aunque no a la coyuntura, fue bien simbólica. Cuando Kirchner anunció su incorporación desde el estrado, aplaudieron Luiz Inácio Lula da Silva, José Sarney y Raúl Alfonsín, Rafael Bielsa y Celso Amorim.
La forma en que se hizo el anuncio dejó más que satisfechos a los hombres del Gobierno. “Lula no mencionó a Eduardo Duhalde, a pesar de que le tiene mucha estima. Eso también fue un gesto”, analizó un hombre del Ejecutivo muy cercano a Kirchner.
La llegada de Alvarez a la presidencia de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur venía incubándose desde hace tiempo. Por deseo de Kirchner, que respeta mucho la trayectoria y capacidad intelectual del fundador del Frente Grande, el Gobierno lo imaginaba en un cargo vinculado con los temas internacionales. En algún momento llegó a hablarse de la Cancillería, pero la posibilidad se disipó rápidamente. Quedó entonces el espacio de la coordinación del bloque, una función creada ex profeso hace dos años para premiar a Duhalde. Tras la ruptura con Kirchner, todo hacía suponer que el ex presidente terminaría su mandato y se iría.
Si Duhalde dejaba su puesto, lo más razonable era que el sucesor fuera brasileño por una cuestión de alternancia. Pero Brasil tenía un problema. En plena turbulencia política tras las denuncias de pagos ilegales en el Congreso, no tenían una figura de consenso, de prestigio, que fuera aceptada tanto por la coalición oficialista como por la oposición. La alternativa que proponían, entonces, era nombrar a un funcionario técnico, posiblemente de Itamaraty, en lugar de un dirigente con peso propio. La cuestión fue comunicada al Gobierno a través del subsecretario de Integración Económica y Mercosur, Eduardo Sigal.
Cuando en la Rosada conocieron las dificultades de Brasil para encontrarle un sucesor a Duhalde, volvieron a pensar en Alvarez. Y comenzaron a hacer gestiones para tratar de elevarlo. Página/12 anticipó aquellos movimientos, que terminaron de concretarse en el infernal mediodía de ayer –39 grados– de Puerto Iguazú. Aunque los brasileños ya sabían del interés por Chacho, su desembarco recién se definió en la reunión bilateral que mantuvieron Kirchner y Lula. Acompañados por los cancilleres Bielsa y Amorim, los dos presidentes se pusieron rápidamente de acuerdo. Pero faltaba el aval de los otros dos socios del Mercosur.
Amorim llamó entonces a Leila Rachid, su par paraguaya, y Bielsa hizo lo propio con el uruguayo Reinaldo Gargano. Ambos cancilleres lo consultaron con sus presidentes, Nicanor Duarte Frutos y Tabaré Vázquez. La ronda de consultas hizo demorar la reunión entre Kirchner y Lula, que luego debían dirigirse al primer piso para dar la conferencia de prensa conjunta (ver nota aparte). Al rato llegó la aprobación de Paraguay y Uruguay a la designación de Alvarez. El propio involucrado, que esperaba en una habitación cercana, fue notificado de la novedad por los propios mandatarios. Lula contó entonces cómo conoció a Alvarez, durante una reunión en Buenos Aires.
La novedad no pareció sorprender demasiado al ex vicepresidente de la Alianza, quien había viajado un día antes a Foz de Iguazú. Allí participó de un encuentro de intelectuales, dirigentes políticos y empresarios que había sido convocado para debatir la actualidad del Mercosur. Alvarez fue uno de los exponentes junto con el ex ministro de Economía radical Juan Vital Sourrouille y el politólogo brasileño Helio Jaguaribe, de más de 80 años, pionero en los estudios de las relaciones entre Brasil y Argentina.
Un día después del debate, a Chacho se lo veía bastante confiado sobre su designación. En el lobby del hotel Casino tuvo un diálogo extenso con los periodistas. En ese momento, Kirchner aún no había confirmado su nombramiento. “Nosotros, desde el centro de estudios que presido (Cepes, Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales) trabajamos mucho sobre los acuerdos regionales con Paraguay, Uruguay y Brasil”, aseguró.
–¿Qué diferencias económicas ve entre este gobierno y el de De la Rúa? –le preguntaron.
–Es evidente que este gobierno tiene una mirada del desarrollo de la Argentina mucho más activa. Hay mucha más decisión política, y por supuesto hay estrategias de desarrollo del país en las que uno se siente mucho más identificado.
Alvarez tuvo que hacer piruetas para no adelantar lo que ya imaginaba, pero se las ingenió para contestar casi todas las preguntas. Incluso las más punzantes, como la que le hicieron sobre la influencia de Hugo Chávez en la región. Para contestar, optó por la misma estrategia que usa el Gobierno para hablar de Venezuela. Dijo que la relación con Caracas no debe ser entendida en términos “ideológicos”:
–Los procesos de integración en el mundo no se definen por lo ideológico. La Comunidad Europea, en su momento de mayor avance, tenía primeros ministros y presidentes que no eran del mismo partido y no coincidían con la visión ideológica. Hay un error en pensar que los procesos de integración necesitan como requisitos de presidentes que piensen exactamente en todo en forma similar.
Algo similar respondió cuando le preguntaron por los acuerdos comerciales. “No tienen una base ideológica. Deben depender básicamente del interés de nuestros pueblos, si mejoran la situación de nuestro pueblo en materia de trabajo”, contestó, en lo que fue interpretado como una referencia al ALCA. Su discurso parecía calcado de los argumentos que usó la delegación argentina en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata.

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