Una visita guiada por el Palacio de las Leyes, también bautizado Palacio del Oro, porque su construcción costó casi siete veces más de lo pautado. Sus salones, mármoles y obras de arte.
› Por Adriana Meyer
¿Por qué el salón de los Pasos Perdidos lleva ese nombre? ¿En qué obra monumental se inspiró el arquitecto que diseñó el edificio? ¿Cómo es que la corrupción signó su destino cuando aún no existían sus cimientos? Estas son las historias que pueden evocarse hoy, a 100 años de la inauguración del llamado Palacio de las Leyes, en el que conviven los mármoles de Carrara con las alfombras mojadas por las filtraciones pluviales, colecciones incunables de libros, cuadros originales de Benito Quinquela Martín y esculturas de Lola Mora.
Toda visita guiada comienza en el recinto de la Cámara de Diputados, por donde pasan unas 40 mil personas al año. Esta cifra era muy superior en años anteriores. “Las escuelas carenciadas no pueden pagar el micro, e incluso algunos padres tienen temor por los disturbios que a veces hay”, comenta el guía Víctor Cáceres. Todos los días pueden hacerse las visitas, salvo los miércoles por la tarde. Ese día la brigada anti explosivos revisa el recinto y recién luego lo habilita para la sesión. El visitante recibe una compacta lección de instrucción cívica: cómo funcionan las cámaras, en qué consiste el quórum y cómo se sanciona una ley.
El edificio que ocupa la manzana de Entre Ríos, Hipólito Yrigoyen, Combate de los Pozos y Rivadavia fue inaugurado el 12 de mayo de 1906, pero aún no estaba terminado. El final de obra llegó recién cuarenta años más tarde. Se lo llamó el Palacio de Oro porque su construcción comenzó en 1898 con un presupuesto de seis millones de pesos y terminó costando cuarenta. El Poder Ejecutivo había suscripto el boleto para adquirir a los hermanos Spinetto las 18 mil varas cuadradas del que entonces era un simple baldío rodeado de calles de tierra, a 350 pesos la vara. Total, 6,3 millones. En aquel momento un obrero ganaba 3 pesos por jornada. El diario La Prensa señalaba que poco antes se había comprado otro solar similar para el mismo fin, en Callao y Paraguay, pagándose menos de medio millón, tal como reveló hace dos años una nota del periodista Julio Nudler. Pero la Casa Rosada había resuelto que el Parlamento se erigiese en el extremo opuesto de la Avenida de Mayo. Las irregularidades y sobreprecios continuaron durante la construcción, cuando se puso yeso en lugar de madera en el techo de la biblioteca, y se pasaron muchos más metros por la cúpula de los que realmente necesitó. “No hay en esta Cámara un solo hombre que no tenga algún negocio”, admitió en 1889 Lucio V. Mansilla, general y presidente de la Cámara de Diputados.
El proyecto del italiano Víctor Meano se inscribe en la corriente arquitectónica de moda en aquella época, que mezclaba el academicismo, el eclecticismo y el clasicismo. Y su musa fue el monumento a Vittorio Emanuelle, en Roma. En el hall central y en el salón Azul, que ya no es azul porque sacaron el mobiliario de ese color, los materiales que se destacan son el mármol de Bélgica, la madera de raíz de nogal italiano y los mosaicos europeos cuyo dibujo resiste el paso de las décadas con dignidad. La imponente araña que pende de la cúpula –con sus 331 lámparas, sus 2054 kilos y sus cinco metros– domina el espacio e ilumina dos vitrinas que contienen la Constitución original de 1853 y el sudario de Eva Perón, donado por la fundación de Francisco De Narváez. El ex salón Rosado fue bautizado así cuando en 1952 llegaron las primeras seis senadoras. La versión autóctona sobre el nombre del salón de los Pasos Perdidos indica que en sus primeros días estaba cubierto por una alfombra muy mullida, y cuando los legisladores repasaban sus discursos “iban y venían, y se perdían los pasos y, a veces, las ideas”.
A las 11 en el salón Azul habrá un homenaje a quienes presidieron ambas Cámaras aquel 12 de mayo de 1906 a través de sus descendientes, a los periodistas acreditados más antiguos, hablarán el presidente del Senado, Daniel Scioli, y la vicepresidenta de la Cámara de Diputados, Patricia Vaca Narvaja, y tocará la orquesta del Congreso.
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