El estado de shock postraumático diagnosticado por los médicos le juega una mala pasada a Luis Gerez. A su alrededor, hablan de “agobio” y de una situación de estrés que no cede desde la liberación. Ayer el cuadro se complicó con una crisis nerviosa. Sus familiares lo acompañaron durante el día a un chequeo médico. La crisis que atraviesa no es grave, pero es atendible, según los profesionales. Aparentemente no logra acomodarse ni a sus nuevas condiciones de seguridad ni a esa libertad vigilada que parece trasformarlo en un victimario. Tuvo que dejar su casa después de la liberación y pasa el día con custodias. La medida dispuesta inicialmente para protegerlo ahora lo agobia: el martes a la noche lo dijo a algunos medios de prensa, pero la fiscalía todavía no está en condiciones de ordenar el retiro de su protección. Gerez lo “debe pedir por escrito”, dijo una de las fiscales que hasta ayer no había recibido ninguna presentación. La custodia, las versiones de la prensa, las declaraciones una y otra vez ante la fiscalía, y el shock dispararon según –los entendidos– este cuadro de “crisis nerviosa” y “algo de presión”. “Gerez es un albañil, acostumbrado al trabajo y al movimiento y ahora siente que no puede hacer su vida tranquilo.”
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