› Por Mario Wainfeld
“Habla como habla el hombre de su época, es decir con un tosco ingenio, con un vivaz sentimiento de lo grotesco, con repugnancia por los fingimientos...”
Raymond Chandler.
“El simple arte de matar.”
Los compañeros operadores bonaerenses están de parabienes. Hay multitud de listas, nacionales, provinciales y municipales. Los candidatos que encabezan las boletas, Cristina Fernández de Kirchner y Daniel Scioli, son taquilleros. La oferta es generosa, pero (como sucede con tantos productos) la demanda desborda la oferta. Los operadores tienen en su cabeza esa miríada de cargos y maquinan cómo equilibrar, cómo “contener a todos”. “Contener” funge como sinónimo de “pagar”, en jerga conurbana se usa el vesre “garpar”. Un articulador de primer nivel confidencia quiénes cortan el bacalao. “Del lado nuestro tallan Alberto Balestrini, José Pampuro y (el intendente de Florencio Varela) Julio Pereyra. Por los peronistas hablan José María Díaz Bancalari y Hugo Curto.” “¿Peronistas son los otros?”, indaga este diario: “y ustedes ¿qué son?”. “Nosotros somos del Frente para la Victoria”, ríe un ex soldado duhaldista. El sarcasmo integra el equipaje de cualquier operador bonaerense.
La parla técnica incluye neologismos. “Colectora” es la segunda lista electoral, que compite con otra de los mismos colores, en distritos donde la hegemonía da para todo. La colectora es un rebusque para contener más compañeros, para incitar una suerte de interna abierta simultánea con la elección general. “Puede haber colectora en casi todo el conurbano, donde dominamos fácil –alecciona el operador–, en el interior hay que cuidarse más. El radicalismo conserva su peso y si nos dividimos podemos ceder muchas intendencias.”
Habrá colectora, tal parece, en Lanús, en Lomas de Zamora, en La Plata. Nada es definitivo, las negociaciones siguen a todo vapor. Hay que pensar en todo. Y en todos.
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“La boleta de diputados, por arriba, ya casi está.” Ese “casi” es una confesión de que falta mucho millaje, mucha paciencia, muchos cafés y algunos diálogos espinosos con dirigentes de abdomen duro y prominente o con compañeras que se las traen.
“¿Se acuerda cómo se anunciaban los equipos en la década del ’60?”
Página/12 se acuerda: empezaba con el arquero, el zaguero central (el 2) y lo que ahora sería el lateral izquierdo (el 3):
“Roma, Perfumo y Marzolini”, prueba su memoria el cronista.
Están hablando de la lista de diputados nacionales.
“El uno –se entretiene el contertulio, que ama el fútbol– jugaba de arquero, en los buenos tiempos.” Habla del gobernador Felipe Solá que se da por hecho en ese sitial, luego como posible presidente de la Cámara.
Dos y tres: José María Bancalari y Graciela Camaño.
–¿Esa es la avanzada del Frente para la Victoria?
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Un dirigente territorial del FPV tiene la misma inquietud y una respuesta depresiva. “Después de que les ganamos (usa una expresión más sexual, en jerga) en 2005, el Presidente arregló con todos y nosotros quedamos colgados del pincel”, refunfuña mientras camina su partido tratando de “armar” la colectora.
No sabe si van a llegar a la intendencia, pero ejercita el optimismo de la voluntad. El pesimismo de la razón le indica que “Kirchner debería desmontar a alguno de los monstruos, justo antes del cierre del 8 de septiembre. Pedirle a Manuel Quindimil o a Osvaldo Mércuri que se bajen y avalar a un compañero nuestro”. La ambición no es universal, se ansía un gesto en algún partido, un símbolo más que una tendencia.
En Lanús, el frentista Darío Díaz Pérez contiende con el mesozoico Manolo. El favorito es el eterno intendente que zafó hasta de la oleada alfonsinista en 1983.
La revista Barcelona informa que en Lomas hay más candidatos del FPV que habitantes, es una ligera exageración. Las listas propenden a condensarse en dos: el medioambientalista Mércuri y el intendente Jorge Rossi por ahora compiten pero podrían converger en una. La encabezaría Mércuri, quien prima en los sondeos que se manejan en la Rosada. En la otra pueden confluir el diputado provincial Fernando Navarro y Gabriel Mariotto que reivindican su pura sangre kirchnerista. El Chino Navarro da el biotipo peronista conurbano. Mariotto, subsecretario de Gestión de Medios de la Nación, “entra mejor en la clase media”. Desde una vereda aseguran que cualquiera de ellos es mejor prospecto que Mércuri y Rossi. “Son impresentables, son el pasado”, fulminan sus antagonistas distritales, pero da la impresión de que hay una colectora en su futuro.
Realpolitik, lo llaman.
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“¿Se acuerda de los saqueos de 2001?”, inquiere, retórico, el operador de primera. Da por hecha la evocación y redondea su inferencia “los intendentes del conurbano son piezas esenciales para la gobernabilidad”. “Con eso no se jode”, preconiza y propone un peculiar ranking. “Un intendente importante del conurbano pesa más que un gobernador, si usted quiere garantizar la paz social.” Mensura: “Un Curto vale más que dos (gobernadores justicialistas de Salta) Romeros. O que tres (gobernadores radicales K) Cobos”.
“¿Tres Cobos? ¿Mucho, no?”.
El hombre porfía, dando por sobreentendido que los pedagogos pueden distorsionar las proporciones, en aras de transmitir un concepto fundamental.
La conclusión va en línea con la pax romana que decretó el Presidente en la provincia, indultando a todos los bárbaros duhaldistas, que cruzaron con brazadas enérgicas un improbable Jordán purificador.
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No sólo de intendencias vive el hombre. Otros conmilitantes buscan su destino, es hora de pensar en ell@s y de justipreciar sus aportes previos. “Graciela Giannettasio jugó bien, deberían hacerle un lugar en el gobierno nacional”, carbura el táctico del FPV, sabiendo que esa área supera sus incumbencias así que, en el ínterin “tiene que ser senadora por la Tercera (sección electoral)”. “El pibe Randazzo algo debería cobrar, seguramente en Nación.” El felipista Florencio Randazzo ya no es tan pibe, la expresión parece aludir a la magnitud de sus perspectivas en el futuro inmediato.
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Todos rondan, cual moscas en torno de la miel, al “Pepe” Pampuro, a “Balestra”, al hierático Pereyra, al “Negro” Díaz Bancalari. Algunos chimentan que, con algún suceso, buscan la intermediación de Aníbal Fernández.
Un debate los recorre, los que justifican el armisticio pro gobernabilidad, contra los que resienten una baja en la combatividad del gobierno en su último bienio. Es una polémica en voz muy baja, todos estuvieron en el Luna Park, todos irán a Mar del Plata a vivar a Scioli, aunque éste y Cristina les constelan a mil años luz.
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“¿Escuchó la marcha en el Luna?”, se excita todo el avispero bonaerense. La marcha cerró (retrucó) el discurso ecuménico e integrador de Cristina. El coro dio que hablar, algo quiso indicarle a la solista.
“¿A usted a qué le sonó?”
–A una regresión cool del cántico “ni yanquis ni marxistas”, en otra galaxia. La provocación que se repite como parodia. El cronista, que atisba el final de su crónica, satiriza y también exagera con fines didácticos.
“Ellos le quieren marcar la cancha a Cristina”, agregan desde el FPV, definiendo dos identidades en pugna, leyéndose en minoría.
“El peronismo es duro de domar”, elige, sociológico, el operador sin dejar de alabar a la Concertación plural.
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