Jue 26.06.2008

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINIóN

Cómo ganar la guerra durmiendo con el enemigo

› Por Raúl Dellatorre

Seguramente ésa no haya sido la intención de las entidades que plantearon el conflicto, ni del gobierno nacional que se plantó para enfrentarlas. Pero en estas últimas semanas salieron a la luz cuestiones ligadas al negocio de la soja y al modelo socioeconómico que lo sostiene que bien merecerían espacio para un profundo debate. La acumulación de ganancias de los exportadores, la concentración de la tierra, la existencia de un campesinado pobre en zonas marginales olvidado por el Estado y desplazado por los pools sojeros son elementos que están en el corazón del conflicto agrario pero no en la nómina de los reclamos. Son problemas estructurales que expresan intereses políticos, económicos e incluso ideológicos en juego. El inconveniente central para abrir el debate es que, en la confusión de roles y representaciones en que se ha convertido este conflicto rural, cada vez son más los que tienen limitaciones para señalar quién es realmente su enemigo.

Curiosa paradoja: el mismo día en que el Gobierno se sacaba de encima (por desplazamiento de su banca) al representante de la industria aceitera concentrada y oligopólica, por acercamiento ideológico y de intereses con las entidades que enfrentan al Gobierno, el titular de una de estas entidades condenaba la concentración y denunciaba que el Gobierno “no tiene voluntad” de modificar el esquema de concentración. ¿Por dónde pasa la línea divisoria de intereses? Ayer Eduardo Buzzi, titular de la Federación Agraria, en el acto de conmemoración del aniversario del Grito de Alcorta, rebelión agraria que dio origen a dicha entidad, disparó: “Salí preocupado de la reunión con la Presidenta (Cristina Fernández, el lunes pasado), porque parece que no está en la voluntad presidencial modificar el esquema de concentración”. Se refería, como otras veces lo ha hecho, a la concentración de la tierra que provoca un rendimiento económico excepcionalmente alto de la soja, muy superior al de cualquier otra explotación agropecuaria, que provoca que los más poderosos terratenientes y los pools de siembra avancen capturando hectáreas de pequeños y medianos productores, echándolos prácticamente del campo. Nombró a Grobocopatel como paradigma de este modelo.

Es verdad que en cuatro años de kirchnerismo se había hecho poco por evitar la concentración e incluso, por omisión, se lo habilitó. Pero podría decirse, aunque Buzzi no lo comparta, que la suba de retenciones a la soja fue la primera medida importante para detener ese proceso, mostrando que “está en voluntad” de cambiar el modelo de concentración. Buzzi lo discute, pero cabría preguntarle cómo y con quién se da la pelea contra la concentración. ¿Está en la voluntad de los directivos de la Sociedad Rural o de CRA cambiar el modelo de concentración? Ni su historia, ni sus posturas públicas actuales, dejan lugar a dudas: definitivamente. están a favor del imperio de las leyes de mercado, lo que es sinónimo de la ley del más fuerte, de la concentración.

Entonces, ¿la pelea de estos cien días es contra la concentración? Definitivamente, no. Es loable el esfuerzo de Buzzi por “colar” en el debate esta bandera y su más que elogiable proyecto de ley de arrendamiento. El problema es que las batallas por cuestiones estructurales, cuestiones de fondo como la tenencia de la tierra, no se ganan de contrabando, sino definiendo al adversario y sumando fuerzas para vencerlo. En este tema, Federación Agraria quedó parada del lado de los que se benefician y van a defender a muerte la concentración.

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