EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mario Wainfeld
Julio Cobos y Felipe Solá, dos pre-presidenciables acunados por el conflicto con “el campo”, comparten un par de características. La más ostensible es una compulsión por las apariciones mediáticas. El vicepresidente, a falta de compromisos más densos, se costeó ayer a Parque Roca, al partido de dobles por la Davis. El ex gobernador, diputado a la sazón, derivó de una postración con macristas a una charla en la que un grupo de energúmenos lo agredió, haciéndole un involuntario favor de cara a la opinión pública.
El segundo factor común es que no tienen cometido preciso en las elecciones de 2009, un dilema para quienes ansían mantenerse en el candelero. En derredor de “Cleto” se sigue fantaseando con su candidatura a senador por Mendoza. Cobos negó esa perspectiva pero nada puede tenerse por definitivo cuando falta más de un año en el que es lógico aventurar que mediarán desaires de la Casa Rosada, operativos clamor del radicalismo y acaso de varios medios. Para Solá, la carencia de un terreno en el que jugar es un dilema en cierne.
Máxime porque un pre-presidenciable perenne, Carlos Reutemann, viene siendo requerido (aunque seguramente no re-querido) por Néstor Kirchner. Y el senador santafesino tiene a mano la baza de presentarse en su provincia en una porfía dura con el socialismo de Hermes Binner. Del otro lado del espectro político, Elisa Carrió está libre de ataduras para lanzarse en la Capital en una competencia ardua (y por eso atractiva) contra el macrismo.
De su lado, Kirchner comparte un diagnóstico con sus aliados, hasta con un montón de dirigentes peronistas que miran en todas las direcciones, no sólo hacia él. En tendencia, si no muta mucho la escena general (ver nota central), 2009 no será el año de la diáspora de los justicialistas. Más bien será una instancia de pactos federales, de conveniencia mucha, en aprontes para el 2011. A nadie le conviene desbaratar el núcleo sólido del FPV-PJ, que (según proyecciones a ojímetro, compartidas) estaría entre el 30 y el 35 por ciento del padrón nacional. Claro que ese promedio arrojaría resultados muy disímiles según los territorios. Los más duros, indescontables, se anticipan en Capital, Mendoza (máxime si “juega” Cobos), la inexpugnable San Luis y Córdoba. Sobre Santa Fe hay apuestas cruzadas entre los operadores.
Así las cosas, lo que imagina el sentido común pejotista es la existencia de lemas comunes con la insignia del oficialismo nacional, muy dominados por los jefes territoriales. “Olvídese de las colectoras, de la guerrilla que hace Néstor colando a diputados como Victoria Donda o los piqueteros” propone (y se relame un poco) el master en rosca política de la University of the Street. En ese juego de conveniencias mutuas, signado por la mengua de poder de intervención kirchnerista se supone una ventaja cómoda en el total sobre una oposición diseminada. Y, luego, un Congreso duro de domar.
Entre los allegados más cercanos a Kirchner se imagina una baraja más en el sabó que sería el lanzamiento del ex presidente al ruedo bonaerense. De momento es una pura especulación, que trasunta una debilidad del kirchnerismo que es la falta de figuras vistosas para encabezar las boletas, un déficit de construcción que su preeminencia hasta 2007 disimuló en parte y que, en un trance de reflujo, se advierte y se padece más.
Un enigma para el 2001 es si el archipiélago opositor parirá una coalición competitiva o si la proliferación de partidos desembocará en un escenario más parecido al de 2003 (cinco candidaturas parejas, distantes del 40 por ciento) que al de 2008, con un favorito asediado de lejos.
Kirchner, dicen quienes dialogaron con él en Olivos, por ahora confía en la falta de un liderazgo opositor que (el master dixit) “les junte la cabeza a varios caciques como supo hacer Chacho Alvarez en 1999”.
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