EL PAíS
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Crónica de una madrugada indigna en la que el PJ recuperó la unidad
Los diputados duhaldistas se abrazaron con los menemistas, festejando la votación. Durante el debate sólo hablaron los menemistas; los duhaldistas se limitaron a poner el voto. Una astucia de Camaño para permitir el voto vergonzante. La bronca y el desafío de Carrió. Reseña de una noche de horror.
› Por Felipe Yapur
Fueron dos días de agotador debate. Horas y horas de calor y humedad acompañado. Se consumieron cientos de pocillos de café, miles de cigarrillos y, sobre todo, discursos. La excitación corrió sólo puertas adentro. Afuera la gente vivió estas últimas 48 horas con pasmosa indiferencia. En el recinto de Diputados se prolongaban hasta el infinito los debates entre los que pretendían enjuiciar a los integrantes de la Corte Suprema de Justicia contra los justicialistas que pugnaban por defender a los supremos. Finalmente a la madrugada, la hora en que se cometen los peores crímenes, el PJ consagró la impunidad al evitar que la oposición consiguiera los votos necesarios para habilitar el juicio político. Si bien Julio Nazareno, el emblemático cortesano y amigo personal del ex presidente Carlos Menem, perdió la votación, se salvó porque a la oposición le faltaron apenas 13 votos para los dos tercios que exige la Constitución.
Fue una sesión colmada de simbolismos. Tal vez los más claros fueron el abrazo final entre el delasotista y titular del bloque oficialista, Humberto Roggero y la menemista Lelya Chaya y el que se dieron la duhaldista Silvia Martínez y la menemista Olijela del Valle Rivas. Adversarios en la interna partidaria pero, al fin y al cabo, socios a la hora de defender lo que hace 12 años durante una madrugada de otoño juntos procrearon.
Antes de votar se sucedió una fuerte discusión entre el presidente del cuerpo, Eduardo Camaño, y los diputados del ARI por la forma en que se realizaría la votación. Los diputados que responden a Elisa Carrió exigían que por secretaría se nombrara a cada diputado para que expresara su voto a viva voz. El duhaldista y principal operador por el rechazo al juicio político se opuso tenazmente e hizo prevalecer su criterio de votar a través del tablero electrónico. Sabía que si prevalecía la postura del ARI podía llegar a perder entre cinco y diez votos. Es que no es lo mismo apretar un botón que explicitar que se está a favor de la impunidad.
Eran las 2.56 cuando unos fulgurantes números amarillos surgieron del tablero donde se expresaba la votación por el juicio político a Nazareno. Del lado izquierdo del tablero se podían leer 143 votos afirmativos, 90 negativos y 2 abstenciones. Del lado izquierdo y en mayúsculas la palabra “negativo”. Nazareno quien, antes de llegar al máximo tribunal, fue socio del bufete de los hermanos Carlos y Eduardo Menem en La Rioja, ex funcionario de la dictadura y ex comisario zafó raspando: eran necesarios 156 votos.
A partir de ahora el juez riojano no debería ser el mismo. Pero a lo largo de estos años, estos magistrados demostraron que más allá de sus demostradas faltas de ética jamás dieron cuenta de un posible arrepentimiento. Tal vez ocurra, como advirtió en su discurso el diputado del ARI, Jorge Rivas, al dirigirse al bloque justicialista: “Sigan defendiendo lo indefendible que no podrán caminar por las calles, mientras que algún ministro de la Corte seguirá encendiéndoles largos habanos en la cara para tirarles el humo después de la tarea cumplida”. Aludía a la conspicua costumbre de Nazareno de pitar habanos de primera calidad.
Nazareno perdió su votación, como la perdieron minutos más tarde Guillermo López, Augusto Belluscio, Eduardo Moliné O’Connor, Adolfo Vázquez y Antonio Boggiano. Distinto fue el caso de Enrique Petracchi, Carlos Fayt y Gustavo Bossert quienes tuvieron más votos a favor que en contra.
De nada sirvieron los cientos de discursos que realizó la oposición. Nada consiguieron los miles de hechos que los integrantes de la Comisión de Juicio Político detallaron con puntillosidad para demostrar el mal desempeño y la posible comisión de delitos de los nueve supremos. No hubo ni siquiera una conciencia en el bloque del PJ que se modificara más allá de la veintena de legisladores que ya habían anticipado su decisión de enjuiciar aunque más no sea a Nazareno. Situación que parecía corroborar la frase que en más de una oportunidad el diputado salteño Juan Urtubey solía utilizar a la hora de justificar la defensa de la cuestionada Corte: “No tendremos cargo de conciencia porque hace rato que nuestro partido la perdió”.
Tal fue la tranquilidad de la conducción del oficialismo que buena parte de las 48 horas que insumió el debate las utilizó en garantizar los votos necesarios para desactivar cualquier votación. Los únicos que hablaron fueron los menemistas que, como fieles soldados, permanecieron sentados en sus bancas durante el maratónico debate. Sin sustento ni elementos contundentes Manuel Baladrón y Alejandra Oviedo, defendieron a los acusados atacando a la comisión acusadora. A su lado, el duhaldismo –un interesado socio en esta pelea– mantuvo un culposo silencio. Ninguno de sus casi 40 representantes abrió la boca. No era necesario, para eso estaba el menemismo. Como reconoció un importante legislador duhaldista “es difícil justificar la impunidad”.
Los votos del PJ que condenaron a Nazareno, por caso, fueron apenas 26 de los 120 que conforman el bloque. Salvo María del Carmen Alarcón, el resto de los diputados santafesinos –entre los que se encontraba Jorge Obeid– votaron por el enjuiciamiento. Así también lo hicieron los santacruceños que responden a Néstor Kirchner. El delasotismo aportó sólo a Eduardo Di Cola porque Roggero se inclinó por la impunidad y Carlos Alessandri, por escaparse. La totalidad de los adolfistas votaron en este grupo y la única menemista que condenó a Nazareno fue la escrachada Inés Pérez Suárez.
Cuando todo terminó, los diputados del oficialismo se escabulleron por un pasillo interno para evitar las cámaras de televisión convencidos de que habían cumplido con una de las exigencias del Fondo Monetario Internacional, organismo al que la Argentina ingresó hace tiempo de la mano del dictador Pedro Eugenio Aramburu. Fue Juan Domingo Perón durante sus dos primeros gobiernos quien se opuso tenazmente a participar de tal institución. Cerca de las tres y media de la mañana el Congreso quedó vacío. La última en retirarse fue Carrió quien, con los ojos cansados, dijo: “No me resigno. Nos han pasado cosas peores. Tenemos tantos desaparecidos y muertos, pero bueno, hay que seguir. La esperanza es dura como un diamante y seguiré luchando con verdad y justicia para derrotar la impunidad “. Afuera llovía.
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