Escolta. Todos los traslados de la Presidenta en Madrid son en un Rolls Royce negro de la década del ‘30. Dicen que lo usaba Francisco Franco. En un par de ocasiones, como marca el protocolo, debían escoltarla soldados a caballo con vistosos uniformes rojos y amarillos. Pero una vez la demoró el rey Juan Carlos en un café que debía ser de 5 minutos y se extendió a 40, y otra vez se atrasó en una reunión con empresarios. La cuestión es que si encima iba al ritmo del trote de los caballos, no tenía forma de llegar a tiempo a sus otros compromisos. La colorida escolta real quedó, entonces, para otra ocasión.

Magno. En una taberna de la calle de Miguel Angel, la moza, una colombiana con deseos de regresar a su Bucaramanga natal, pregunta si la comida está rica. “Riquísima”, responden los comensales y ella completa: “Entonces le voy a decir al cocinero, que también es argentino”. Al rato aparece el hombre a saludar. Magno Dávalos, se presenta el cocinero, y cuenta que es de Wanda, Misiones. Pregunta por la Argentina, comenta que su madre vive en Barracas y que, al igual que su compañera colombiana, tiene ganas de regresar. Es más, ya tiene en vista un trabajo en el bar Homero, de Centenera y Sarasa, en Parque Chacabuco. Dice que el dueño es su amigo y que allí podría ser bien recibido. Parece que la crisis española está empujando los retornos.

Paces. En las entrevistas que dio a medios españoles, una de la preguntas obligadas a la Presidenta fue por qué había invitado al viaje al secretario general de la CGT, Hugo Moyano, quien durante la gestión de Néstor Kirchner, en una ocasión, hizo un llamamiento al boicot contra las empresas españolas radicadas en la Argentina. El martes a la noche, el propio líder del gremio de camioneros habló del tema con el rey Juan Carlos. Admitió que quizá se excedió en los modos, pero que en aquel momento la situación de abuso de algunas empresas españolas justificaba su postura. El rey, diplomático, dio por olvidado el episodio y lo saludó afectuosamente.