Lun 25.11.2002

EL PAíS • SUBNOTA  › LA CIUDAD PARADA, LOS BARES LLENOS, LOS COMERCIANTES INQUIETOS

Un raro día de calor y fútbol por la radio

Eran casi 50 personas reunidas en la vereda de Corrientes entre Callao y Ayacucho: algunos sentados, pero la mayoría de pie con cara de preocupación y la vista perdida en el vacío. No era una asamblea barrial, no había un orador que concentrara las miradas. Todos se amontonaban alrededor de una vieja radio que un vecino había bajado de su edificio para escuchar el partido Boca-Independiente. “Los bares están cerrados, es esto o morirnos de calor en el departamento”, explicó Carlos en voz baja. Imágenes como ésta se vieron ayer por las calles porteñas, cuando el corte de electricidad y un calor sofocante coincidieron con un partido clave del campeonato Apertura.
Luego del apagón, los aficionados salieron masivamente a buscar locales que tuvieran un televisor con el canal codificado que transmite los partidos y, por supuesto, un generador de electricidad. Los pocos que cumplían con los dos requisitos se veían abarrotados de gente, que se amontonaba incluso en la vidriera para poder ver algo. En Corrientes y Callao, donde no había ni uno, un vecino decidió bajar un viejo estéreo que funcionaba a pilas. “Caminamos por todos lados pero no encontramos nada”, comentó Pablo, un hombre de 40 años que estaba escuchando la transmisión de pie junto a su hijo. “Pasamos por acá, vimos a la gente y nos quedamos”, agregó, mientras que la mayoría sufría el final del encuentro.
El silencio que reinaba entre los vecinos en la vereda contrastaba con lo que pasaba en la calle, donde los automovilistas padecían la ausencia de semáforos. Los autos que intentaban atravesar Corrientes se acumulaban en las esquinas, esperando encontrar el espacio necesario para poder acelerar y seguir camino. Y la tarea se convertía en una aventura en los cruces de las grandes avenidas como la 9 de Julio. El cierre de las estaciones de servicio fue otra de las molestias que tuvieron que afrontar los conductores. En una estación de la avenida Córdoba, cuatro empleados charlaban en el medio del playón vacío. “No tenemos generador eléctrico, desde que empezó el corte no vendimos ni un solo litro”, comentó uno.
El corte logró que cerrara buena parte de los pocos comercios que suelen abrir los domingos. Locales de comida rápida, pizzerías y muchos cafés bajaron las cortinas luego del apagón. Sólo los bares que tenían mesas en la calle se veían concurridos. “Sin ventilador, a mi casa no vuelvo. Me voy a quedar acá hasta que me echen”, bromeó Luis, mientras que, sentado al aire libre, compartía con unos amigos una cerveza. En la avenida Corrientes algunas librerías de saldos permanecían abiertas. Los escasos clientes que se aventuraban en las penumbras de los locales casi no lograban distinguir los títulos en las estanterías. La mayoría prefería adentrarse sólo un poco, para aprovechar la luz que venía de la calle. Algunos pocos, los más fanáticos, elegían uno y luego se asomaban a la vereda para poder hojearlos con más tranquilidad.
Mientras la tarde terminaba, la falta de luz incrementó la preocupación de algunos comerciantes, que todavía recuerdan el interminable corte de electricidad de 1999. También al taxista que transportaba al cronista de Página/12. “Si no viene la luz, yo me voy derecho a mi casa, porque como está el país, la cosa se puede poner peligrosa”, comentó. Pero a las 18.30 los semáforos se encendieron nuevamente en Palermo, y las vidrieras se iluminaron otra vez.
Informe: Alejandro Gaggero.

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