EL PAíS • SUBNOTA
El secuestro de Guillermo Amarilla y Marcela Molfino, en 1979, había sido denunciado en las Naciones Unidas por Noemí Gianetti de Molfino, la madre de Marcela, quien había salido del país y se había radicado en Lima, Perú. En junio de 1980, un grupo de tareas de las Fuerzas Armadas argentinas llegó a esa ciudad para realizar operativos contra supuestos guerrilleros. Los militares argentinos recibieron la colaboración de sus colegas peruanos e incluso notificaron a la embajada norteamericana en ese momento, como se pudo revelar hace unos pocos años cuando se desclasificaron documentos del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Era una operación típica del Plan Cóndor, según estima el periodista norteamericano John Dinges, en la que las fuerzas represivas de las diferentes dictaduras militares del Cono Sur colaboraban entre sí con la anuencia norteamericana. La madre de Marcela Molfino, que vendría a ser la abuela del joven que ayer recuperó su identidad, fue secuestrada de su domicilio en Lima, junto a otros dos argentinos, María Inés Raverta y Julio Ramírez. En el documento desclasificado se anunciaba que los detenidos serían llevados a Bolivia desde donde serían deportados a la Argentina y allí serían “desaparecidos”. Raverta y Ramírez continúan desaparecidos, pero la señora Gianetti de Molfino apareció muerta en un hotel de Madrid, España, un mes después de su secuestro en Perú.
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