Vie 01.02.2002

EL PAíS • SUBNOTA

Los que hicieron zumbar los oídos

Ayer a la mañana, el vocero presidencial había intentado defender la Plaza del Sí apelando a una diferenciación entre la clase social de los hombres y mujeres que hubieran marchado hoy a la Plaza de Mayo con la procedencia social de los caceroleros. “Más allá del impacto mediático muy fuerte de los cacerolazos hay otra parte de la sociedad que está diciendo ‘demos un espacio de esperanza’. Y le puedo asegurar que quienes están diciendo eso son los más pobres, aquellos que han sufrido más”, había dicho Eduardo Amadeo en una entrevista radial. “En la Argentina –añadió Amadeo– hay 4 millones de depositantes pero hay 14 millones de pobres.” La lectura sensata del mensaje es que el gobierno quería “ganar la calle” demostrando ser representativo de los pobres, en contraposición a los sectores de clase media que encarnan los caceroleros. Consultados durante la tarde cuando la Marcha de la Esperanza era un hecho, bancado por el propio Presidente, los caceroleros opinaron sobre lo que iba a ser la Marcha de la Esperanza cuando todavía creían que se hacía.
“Si el Presidente estuviese seguro de que el programa que está implementando está destinado a dar respuesta a la franja de personas que utilizamos las cacerolas como método de protesta, convocaría a todo el pueblo a la Plaza de Mayo para contarnos a todos lo excelente de su plan. Por lo tanto, la convocatoria me hace pensar que no hay lugar para todos en los proyectos del Presidente”, dijo a título personal Eduardo, coordinador de la asamblea barrial de Liniers. Susana, participante de la asamblea del Cid, ni siquiera quiso darle importancia a los dichos de Amadeo. “Ignoramos la Plaza del Sí. Es más de lo mismo. No es de nuestro interés. El gobierno está quemando los últimos cartuchos”, opinó.
Mónica, de la Multisectorial de Vecinos de San Cristóbal, admitió que el tema se habló en la asamblea que hubo ayer en el barrio y explicó que hubo distintas posturas respecto de lo que habría que hacer. Algunos se planteaban que el cacerolazo nacional tendría que hacerse sentir en la plaza aunque eso hubiese significado el riesgo de un enfrentamiento entre los caceroleros y los militantes duhaldistas, quienes ya demostraron el día de la Asamblea Legislativa que ungió presidente a Duhalde que son más proclives a la violencia que al diálogo. Otros creían que no había que exponerse a la violencia.
En esa reunión se discutió también la continuidad en sus cargos de los miembros de la Corte Suprema de Justicia y el impacto que tendrá el anuncio de las nuevas medidas económicas en la situación de los vecinos.
Las reflexiones de los vecinos, sumadas a las de dirigentes del diálogo social y del propio PJ (ver nota central) tal vez hicieron zumbar los oídos de Eduardo Duhalde y lo convencieron de desactivar la marcha.

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