Si bien pasó poco más de un año desde que el uso de Twitter se fue haciendo habitual entre los políticos en la Argentina, esta plataforma ya ha sido testigo de momentos memorables. El macrismo –quizás en parte por su grado de exposición virtual y porque gobierna en una de las zonas con mayor acceso a la red de todo el país– ha pasado algunas situaciones ásperas 2.0. La semana pasada, luego de que Francisco de Narváez llamara “bipolar” a Mauricio Macri, el timeline de varios de sus funcionarios y legisladores se llenó de expresiones de sorpresa por los dichos del colombiano. El ministro de Medio Ambiente porteño, Diego Santilli, llegó a pedirle: “De colorado a colorado y de peronista a peronista, tratá de que cuando se te salga la cadena no seas funcional a Kirchner”. Las disculpas llegaron por la misma vía, y al día siguiente todos twitteaban contentos que el problema era parte del pasado.

Luego de votar en contra de la reforma del Código Civil para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo, Gabriela Michetti fue muy cuestionada por una serie de usuarios que recordaron que durante la campaña electoral le había prometido a la ex celebridad flogger adolescente, Cumbio, lo contrario. Pero el colmo de los colmos fue el de Esteban Bullrich, que no sólo fue escrachado virtualmente por una maestra porteña que estuvo varios meses sin cobrar su sueldo hasta que tuvo que llamarla personalmente (aunque ella no cobró sino hasta varias semanas después), sino que cometió un error particular para alguien en su rubro. No es que las faltas ortográficas (¡y hasta gramaticales!) no sean moneda corriente en esta red social, incluso entre los representantes del pueblo. Pero el día en que Macri fue procesado por la red de escuchas ilegales montada en el seno de la Policía Metropolitana, apresurado en salir en su defensa, el ministro de Educación twitteó que “la responsabilidad política la jusga la gente con su voto”. Algo perfectamente entendible, salvando el detalle de que juzgar se escribe con zeta.